El 'peinado' fiscal
AUNQUE EL tal¨®n de Aquiles psicol¨®gico de una buena parte de los ciudadanos de este pa¨ªs sea ya, en estos momentos, al igual que en las dem¨¢s democracias occidentales, la problem¨¢tica fiscal, y aunque esto merece toda la comprensi¨®n del mundo, algunas de las conductas que se est¨¢n dando estos d¨ªas a prop¨®sito de las inspecciones zonales que realiza el Ministerio de Hacienda pueden ser de juzgado de guardia. Esta reflexi¨®n no se refiere tanto a los temores -racionales a veces, pero a veces debidos tambi¨¦n a irregularidades conscientes- que este tipo de chequeos fiscales despierta en muchos de los peque?os y medianos comerciantes presuntamente afectados por el peinado, como a las acciones concretas que est¨¢n promoviendo algunos grupos gremiales y pol¨ªticos para crear resistencia al pago de unos impuestos que fueron debidamente aprobados por el Parlamento.La campa?a fiscal iniciada por Hacienda tiene un objetivo muy concreto: forzarlas declaraciones de quienes no las efect¨²an estando obligados a hacerlas, y conseguir una puesta al d¨ªa legal de las licencias fiscales de los comerciantes e industriales. Para ello, varios equipos de funcionarios han empezado a realizar controles bastante sistem¨¢ticos en diversas localidades. Frente a ello, en algunas zonas se han organizado protestas a partir de los argumentos m¨¢s variados e inconsistentes. En unos casos, aceptando -no faltar¨ªa m¨¢s- el derecho de Hacienda a luchar contra el fraude, pero con el gui?o de solicitar a cambio que antes de realizar estos controles se avise (con un poco de tiempo, naturalmente, para poner en orden las cosas) a los afectados. Es decir, que un kil¨®metro antes de Regar al lugar donde los guardias de tr¨¢fico van a controlar la velocidad de los veh¨ªculos, se coloque una gran pancarta indic¨¢ndolo. En otros casos se pide precisamente lo contrario: m¨¢s discreci¨®n en el tema, para evitar que los dem¨¢s ciudadanos equiparen la operaci¨®n a una gran redada de presuntos infractores fiscales. No faltan, sin embargo, los que lisa y llanamente no aceptan las inspecciones. Esgrimen para ello razones como que "van contra el despegue econ¨®mico" o que "ahora resultan inoportunos por la proximidad de la temporada de ventas navide?as" unos argumentos que, en definitiva, equivalen a abiertas confesiones de su laxitud en materia de obligaciones fiscales.
Aunque no resulte muy popular decirlo, y a pesar de que con nuestra actual Seguridad Social y con la pobr¨ªsima calidad de la mayor¨ªa de las prestaciones que realiza el Estado resulta bastante dificil defender a nuestros recaudadores, ser¨ªa una cobard¨ªa silenciar que las ¨²nicas respuestas leg¨ªtimas al problema de lo que se hace con nuestro dinero son la denuncia regular de los servicios inadecuados, la exigencia de su mejora y el castigo en las urnas -neg¨¢ndoles el voto- a quienes muestren incapacidad a la hora de resolver los problemas. Todo lo dem¨¢s, las presiones directas a los recaudadores o las actitudes de boicoteo, es desestabilizar por desestabilizar.
Pues bien, se est¨¢n produciendo acciones de este tipo. Y en este sentido es muy preocupante el trasfondo pol¨ªtico de algunas de las cosas que se han producido estos d¨ªas en Catalu?a. Ahora bien, al analizar el tema debemos efectuar una precisi¨®n: la rebeli¨®n fiscal no es una actitud imputable gen¨¦ricamente a Catalu?a: se ha producido s¨®lo en puntos aislados, al tiempo que en otras poblaciones catalanas la inspecci¨®n se ha podido realizar con la misma normalidad que en las dem¨¢s ciudades espa?olas peinadas por Hacienda.
Las localidades donde se han registrado los problemas -cierre de comercios, protesta a base de luces de escaparates apagadas... - pertenecen a la llamada Catalu?a profunda, que es la sociol¨®gicamente m¨¢s cerrada en s¨ª misma y m¨¢s conservadora. En Manresa, Amposta y Montblanc, por ejemplo, donde ha habido este tipo de actuaciones, las agrupaciones de comerciantes est¨¢n regidas por personas pol¨ªticamente pr¨®ximas a Alianza Popular y Conv¨¨rgencia i Uni¨®. La manipulaci¨®n de la desaz¨®n causada por las inspecciones, su utilizaci¨®n en el clima preelectoral catal¨¢n, ha quedado al descubierto en Manresa. All¨ª, las pegatinas que han distribuido aquellas entidades gremiales, unas pegatinas que se quejan de la presi¨®n fiscal aprovechan la oportunidad para decir que est¨¢ "tolerada por el equipo de gobierno municipal" que es, naturalmente, socialista, como si la responsabilidad de la l¨ªnea de actuaci¨®n trazada por el ministerio fuera del alcalde local, quien, por cierto, ha sido amenazado de muerte, junto con sus hijos. En esa misma ciudad un portavoz de AP ha calificado al grupo de veinte funcionarios que realizan las inspecciones de "batall¨®n que siembra el terror". Todo, como, se puede apreciar, bastante burdo, aunque en la pr¨¢ctica est¨¦ resultando eficaz desde el punto de vista propagand¨ªstico de sus promotores.
El cambio en Hacienda va a determinar que muchos comerciantes espa?oles tengan l¨®gicamente que modificar la forma de llevar la contabilidad de sus negocios que les ense?aron sus abuelos, por lo que tendr¨¢n que olvidarse del viejo procedimiento de tener como ¨²nico libro de caja un caj¨®n al que arrojan el dinero de los cobros y del que sacan lo que necesitan para los pagos. Una contabilidad inspeccionable forma tanta parte de lo que es la vida moderna como el hecho de que ahora, afortunadamente, la mayor parte de los pedidos a los proveedores se realicen utilizando un instrumento antes desconocido que se llama tel¨¦fono. Y Hacienda debe realizar sus controles con tanto rigor como comprensi¨®n frente a las caracter¨ªsticas concretas de cada situaci¨®n. Pero del mismo modo que ning¨²n ciudadano inocente y responsable debe inquietarse por el hecho de que ?por fin! se adopten medidas para reducir el fraude fiscal, todas las complicidades interesadas con la obstrucci¨®n a Hacienda merecen una investigaci¨®n policial. Se trata de hechos irresponsables, y har¨¢n bien los estados mayores de los partidos en ser consecuentes con sus repetidas peroratas en defensa de la gobernabilidad del Estado. Lo contrario es cinismo.
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