Recuperaci¨®n y renovaci¨®n en el PCE / 1
El secretario general del PCE afirma en este primer art¨ªculo que respeta los temores de algunos sectores de su partido sobre la desnaturalizaci¨®n del car¨¢cter marxista revolucionario del mismo. Pero si, como se?ala Engels y cita el autor, el movimiento obrero se basa en la cr¨ªtica m¨¢s acerba a la sociedad, ?c¨®mo puede ¨¦l mismo sustraerse a la cr¨ªtica y buscar la prohibici¨®n de la discusi¨®n?
La dilatada crisis en el PCE y la misma confrontaci¨®n dial¨¦ctica que se desarrolla en su Comit¨¦ Central y a otros niveles del partido en los proleg¨®menos del XI congreso, que tendr¨¢ lugar a mediados de diciembre, despiertan considerable expectaci¨®n en el pa¨ªs, m¨¢s all¨¢ de los ¨¢mbitos de influencia comunista, especialmente en lo que se refiere a las posibilidades de recuperaci¨®n de nuestro partido.Quiero adelantar, como eje de mis reflexiones, que yo no limito nuestro compromiso, en las actuales circunstancias del PCE, a lo que considerar¨ªa un objetivo insuficiente: su recuperaci¨®n. Porque ?recuperar qu¨¦? ?Los efectivos que ten¨ªamos hace dos a?os, tres a?os, siete a?os? ?Para conservar esos efectivos una vez recuperados?
No. Los proyectos del PCE han de suponer siempre un puente con el futuro. Por ello, recuperaci¨®n/ renovaci¨®n se presentan hoy como conceptos indisociables y de una enorme trascendencia no s¨®lo para el futuro del PCE, sino para toda la izquierda espa?ola.
La recomposici¨®n de una izquierda real fuerte en Espa?a, movilizada en torno a un proyecto de profundas transformaciones sociales, que no ofrece en modo alguno la actual pol¨ªtica del PSOE, est¨¢ unida, sin duda, a la recuperaci¨®n del Partido Comunista de Espa?a. Pero, a su vez, sin una profunda renovaci¨®n del PCE en sus h¨¢bitos y m¨¦todos internos, y en su pr¨¢ctica pol¨ªtica hacia la sociedad, se ver¨ªan condicionadas sus mismas posibilidades de recuperaci¨®n y, m¨¢s a¨²n, las potencialidades de izquierda real.
En este sentido, sirva como elemento de reflexi¨®n la escasa capacidad de conexi¨®n del PCE y de los otros partidos con la juventud, cuando resulta impensable un proyecto de transformaciones que no cuente con el concurso militante de amplios sectores de ¨¦sta. ?No tiene suficiente entidad este solo reto para afrontarlo desde la renovaci¨®n, habida cuenta que sin renovaci¨®n no parecen posibles puentes con la juventud?
Ciertamente, renovaci¨®n es un t¨¦rmino controvertido en los debates preparatorios del XI congreso. En esos debates se expresan -seguro que con sinceridad- temores sobre una posible desnaturalizaci¨®n del car¨¢cter marxista revolucionario del PCE. Yo quiero decir con sinceridad que contemplo con respeto esos temores, puesto que son consustanciales siempre, en cualquier colectividad o instituci¨®n, tambi¨¦n en el PCE, a los impulsos de cambio, de renovaci¨®n, de pr¨¢cticas y normas.
Hemos de comprender, adem¨¢s, que nos corresponde profundizar en una pol¨ªtica de integraci¨®n, de renovaci¨®n y democratizaci¨®n justo cuando la crisis social que vivimos y los propios rescoldos de las crisis internas del PCE presionan en direcci¨®n contraria. O sea, cuando m¨¢s presionan las tendencias a permanecer en lo conocido, a no arriesgarse a lo nuevo.
Ahora bien, comprender los temores y hasta las resistencias a los ,cambios, no significa aceptar la inmovilidad. Porque nadie puede negar a priori la renovaci¨®n en la concepci¨®n organizativa del partido desde la teor¨ªa y pr¨¢ctica de los cl¨¢sicos del marxismo y, por supuesto, tampoco desde lo que ha sido la historia de los partidos obreros de inspiraci¨®n marxista.
El fundamento te¨®rico
No hay en los fundadores del marxismo un modelo universal obligatorio del partido como instrumento de acci¨®n pol¨ªtica y mucho menos un modelo similar al partido estalinista, del que no podr¨ªamos afirmar que nada queda entre nosotros.
Como recordaba recientemente Jos¨¦ Sandoval, Engels escribe, sobre la libertad de cr¨ªtica y discusi¨®n en el partido, que: "El movimiento obrero se basa en la cr¨ªtica m¨¢s acerba a la sociedad existente; la cr¨ªtica es elemento esencial de este movimiento. Si esto es as¨ª, ?c¨®mo puede ¨¦l mismo sustraerse a la cr¨ªtica, buscar la prohibici¨®n de la discusi¨®n? ?Exigiremos a los dem¨¢s que nos otorguen libertad de palabra y la aboliremos en nuestras propias filas?".
Marx, por su parte, se pronuncia en contra de cualquier tipo de poder en el partido que supusiera "investidura jer¨¢rquica", y se opone a las exclusiones en el partido salvo si hay pruebas suficientes de "bajeza y de traici¨®n". Y, sin embargo, qu¨¦ duda cabe que, much¨ªsimos a?os despu¨¦s, algunas de nuestras pr¨¢cticas chocan todav¨ªa con estas concepciones de los fundadores del marxismo, chocan por su rigidez. Por lo dem¨¢s, Lenin promovi¨® un partido de nuevo tipo de acuerdo con la Rusia de aquel entonces. Y Togliatti propuso e impuls¨® una profunda renovaci¨®n del modelo del PCI en las nuevas condiciones de la Italia de la posguerra.
As¨ª es que nadie se puede sentir legitimado desde el marxismo para descalificar a priori la renovaci¨®n en el PCE. ?sta es una clarificaci¨®n muy importante en el contexto de los debates hacia el XI congreso; es decir, la de que a los comunistas no nos viene dado por nuestras ra¨ªces un modelo obligatorio de partido, Aunque, evidentemente, habr¨¢ rasgos comunes en todo partido que asuma un proyecto revolucionario. Por ejemplo, la unidad de acci¨®n.
La necesidad de la renovaci¨®n en la concepci¨®n del partido no surge en estos momentos, sino que ha estado presente en nuestros debates y resoluciones seg¨²n el PCE fue evolucionando hacia una estrategia original, en las condiciones concretas de Espa?a y Europa, de v¨ªa democr¨¢tica al socialismo.
En los debates y estatutos del IX congreso hubo ya un serio ¨ªntento de adaptar el modelo de partido a la estrategia y a las nuevas condiciones. Se introdujeron nuevos conceptos, entre otros, la laicidad del partido.
Pero lo cierto es que ni tras el IX ni el X congreso el partido ex pres¨® capacidad suficiente para integrar los miles de nuevos comunistas portadores de experiencias y manifestaciones culturales muy diversas, que se hab¨ªan sentido atra¨ªdos por nuestras concepciones innovadoras en el terreno de la estrategia, ofreciendo una funci¨®n muy importante a las fuerzas de la cultura dentro del proyecto de transformaciones lociales, y por la actitud tan combativa del PCE durante la dictadura.
El X congreso se hizo una dura autocr¨ªtica: "...Es necesario se?alar con valent¨ªa, realismo y sentido critico que el desarrollo del p¨¢rtido se est¨¢ haciendo con excesiva lentitud y acompa?ado, a veces, de fen¨®menos de estancamiento y disgregaci¨®n pol¨ªtica y organizativa. Hacer pol¨ªtica por arriba, la aparici¨®n de tendencias, la desafiliaci¨®n, una d¨¦bil relaci¨®n con las masas, la insatisfactoria relaci¨®n de la direcci¨®n con la base, la insuficiente adecuaci¨®n de la organizaci¨®n y de su funcionamiento al tipo de partido configurado en el IX congreso son algunos de los aspectos negativos que tenemos. Producto en buena medida de la situaci¨®n pol¨ªtica, pero tambi¨¦n de los errores, insuficiencias y defectos del partido, de su direcci¨®n". Sin embargo, no se detuvo la explosi¨®n de malestar. Ni la desafiliaci¨®n. Ni la p¨¦rdida de credibilidad democr¨¢tica del partido ante la sociedad.
Algo, pues, segu¨ªa fallando en el PCE. Lo digo desde la corresponsabilidad como miembro de la direcci¨®n del partido. Porque una fuerza pol¨ªtica que ha jugado un papel tan importante bajo la dictadura, y en la misma transici¨®n democr¨¢tica, y en sus 60 a?os de historia... no puede explicar tanta crisis, tanta sangr¨ªa, tanta p¨¦rdida de influencia y cred¨ªbilidad en raz¨®n de causas externas y de indisciplina interna.
es secretario general del PCE.
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