El 'autor' de Zimbabue y la v¨ªctima de las Malvinas
Peter Alexander Rupert Smith, sexto bar¨®n de Carrington, dimiti¨® como jefe de la diplomacia brit¨¢nica a ra¨ªz de la crisis de las Malvinas, salvando con ello a Margaret Thatcher. Al frente del Foreign. Office, gestion¨® magistralmente la descolonizaci¨®n de Rhodesia -hoy Zimbabue- y firm¨® en 1980 los acuerdos de Lisboa; Londres acept¨®, por vez primera, hablar de la soberan¨ªa de Gibraltar. Las dotes de este hombre, de 64 a?os de edad, abren esperanzas a la OTAN en una ¨¦poca de incertidumbre, pues Carrington suceder¨¢ a Joseph Marie Hubert Luns al frente de la Secretar¨ªa General de la OTAN, ocupada durante 12 largos a?os -todo un r¨¦cord- por este ¨²ltimo.A Luns y a Carrington les separan, entre otras cosas, la talla y los or¨ªgenes sociales. Lord Carrington naci¨® en una familia de esa aristocracia brit¨¢nica que se dice nacida para mandar, sin preocuparse por su fortuna personal. Educado en Eton y luego en la prestigiosa escuela militar de Sandhurst, lord Carrington estuvo siempre pol¨ªticamente ligado a los tories (conservadores), sin tener que participar nunca en unas elecciones, dada la seguridad que le proporciona su cargo vitalicio en la C¨¢mara Alta brit¨¢nica.
Llega a la OTAN con una excelente formaci¨®n pr¨¢ctica. En 1951 fue el m¨¢s joven ministro, en la cartera de Agricultura, del Gobierno. Luego ocupar¨ªa notables cargos diplom¨¢ticos, como el alto comisariado en Australia (1956) o el almirantazgo (1959). Ministro de Defensa de 1970 a 1972, pas¨® a la presidencia del Partido Conservador. Carrington segu¨ªa la tradicional l¨ªnea centrista de los tories, era un hombre pr¨®ximo a Edward Heath, especialmente en sus concepciones europe¨ªstas.
A pesar de ello, y seducida por su habilidad, Margaret Thatcher lo seleccion¨® en 1979 como secretario del Foreign. Office, donde Carrington logr¨® una gran autonom¨ªa frente a la primera ministra. As¨ª, Carrington logr¨® imponer sobre Margaret Thatcher, entre otras cosas, los acuerdos de Lancaster House, llevados con mano maestra, que plasmaron la descolonizaci¨®n de Zimbabue y permitieron la instauraci¨®n en el poder del hasta entonces enemigo n¨²mero uno de Londres: Robert Mugabe.
Proponi¨¦ndole para secretario general de la OTAN, Margaret Thatcher parece limpiar as¨ª su mala conciencia. Carrington dimiti¨® de su cargo el 5 de abril de 1982, tras la invasi¨®n argentina de las Malvinas. En realidad, no le tocaba s¨®lo a ¨¦l, pero con este gesto salv¨® a un Gobierno y sali¨® por la puerta grande como un gentleman cuya reputaci¨®n ha perdurado, convirti¨¦ndose meses atr¨¢s en el candidato ideal para la OTAN. S¨®lo el ex canciller Helmut Schmidt podr¨ªa haberle hecho sombra.
En esta dif¨ªcil organizaci¨®n, Carrington aporta tambi¨¦n una experiencia en gesti¨®n de empresas, como R¨ªo Tinto y Schweppes. ?ltimamente era presidente de la General Electric Company, la mayor empresa brit¨¢nica de este g¨¦nero, a no confundir con la multinacional norteamericana de similar nombre. Carrington suceder¨¢ as¨ª a un Luns que tiene varios r¨¦cords de corredor de fondo: 19 a?os como ministro holand¨¦s de Asuntos Exteriores y 12 al frente de la OTAN. Nacido 72 a?os atr¨¢s, de padre pintor, holand¨¦s, y madre belga, Luns, cat¨®lico, se educ¨® en Amsterdam, Bruselas, Leiden, Londres y Berl¨ªn. Tiene una pol¨¦mica mancha en su pasado: su nombre figuraba en unas listas del partido nazi holand¨¦s -que cont¨® con 70.000 miembros- entre 1933 y 1936.
Luns ha asegurado que nunca solicit¨® esta inscripci¨®n, pero que alguna otra persona debi¨® hacerlo sin su consentimiento.
Pas¨® al Ministerio de Asuntos Exteriores en el exilio londinense durante la segunda guerra mundial y, posteriormente, entr¨® en el Partido Popular Cat¨®lico, desde donde reflexion¨® sobre la necesidad de crear una Europa supranacional. En calidad de ministro, firm¨® en 1957 el Tratado de Roma y en 1969 ayud¨® al ingreso del Reino Unido en la CEE, "mostr¨¢ndose dispuesto a aguar el vino de la supranacionalidad para ello".
"Cuando est¨¢bamos uno frente al otro", ha dicho Luns de De Gaulle, "pod¨ªamos mirarnos a los ojos ya que ten¨ªamos una talla casi id¨¦ntica. El general med¨ªa 1,92 metros y yo mido 1,94". Si la talla les acercaba, la concepci¨®n de Europa les alejaba. Y, as¨ª, cuando un d¨ªa De Gaulle le dijo que el holand¨¦s era "un pueblo tenaz, testarudo, obstinado, es decir, una naci¨®n", el supranacionalista Luns no supo qu¨¦ contestar.
Luns, diplom¨¢tico inveterado de prodigiosa memoria -en tiempos-, ha servido a menudo durante estos ¨²ltimos 12 a?os, y muy especialmente en la cuesti¨®n de los misiles, de puente entre EE UU y Europa. Ha conocido a ocho presidentes norteamericanos. Trabajador y viajero infatigable, ha estado quiz¨¢ demasiado tiempo en el cargo, tanto que en 1982 llegar¨ªa a admitir que "es verdad, me estoy volviendo gag¨¢", tras una metedura de pata.
Si se irrita con facilidad ante los periodistas, especialmente al atacar a los pacifistas, Luns puede tambi¨¦n ser gracioso de palabra. Su gesto algo pesado, su cara ovalada y calva mal tapada, llegan a ser iluminados por una sonrisa infantil. No se muerde la lengua, lo cual le ha llevado a tener -algunos problemas desde este cargo, en el que ha de predominar la neutralidad frente a los 16 pa¨ªses de la OTAN.
Ir¨®nico a la brit¨¢nica
Carrington, de mediana estatura y ojos expresivos tras unas gruesas gafas, puede tambi¨¦n ser ir¨®nico. Pero a la brit¨¢nica. Su experiencia y reputaci¨®n como neg¨®ciador de gran visi¨®n pueden ser una baza fundamental para la OTAN en sus relaciones internas y externas, en una ¨¦poca de crisis e incertidumbre. Luns, dada la peculiar posici¨®n de Espa?a en la OTAN, no ha querido nunca conceder una entrevista desde el ingreso espa?ol a un medio informativo de Espa?a. La llegada de Carrington puede presagiar una postura m¨¢s abierta, pero su calidad de brit¨¢nico har¨¢ que los espa?oles sigan de cerca su actuaci¨®n, especialmente si llegara a entrar en la cuesti¨®n de Gibraltar, aunque fue Carrington el que firm¨® los acuerdos de Lisboa. Carrington ser¨¢ el segundo brit¨¢nico que ocupa el cargo de secretario general de la Alianza Atl¨¢ntica, pues fue lord Ismay el que inaugur¨® esta funci¨®n (1952-1957). Tras ¨¦l vinieron Paul Henri Spaak (1957-1961), Dirk U. Stikker (1961-1964), Manlio Brosio (1964-1971) y Joseph Luns.
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