"El m¨¢s surrealista de todos nosotros"
Se ha extinguido con un rumor silencioso, como una estrella ca¨ªda, un p¨¢jaro, una ara?a, una mujer, criaturas todas del santoral pict¨®rico mironiano. ¨²ltimamente parec¨ªa sentirse inc¨®modo en su taller corporal, all¨ª mismo donde durante 90 a?os hab¨ªa logrado transformar cada limitaci¨®n en una victoria. Estaba tan ¨¢vido de sentir las cosas, que le ven¨ªa estrecho lo que s¨®lo pod¨ªa abarcar con una mirada. Le admiraban los ¨¢ngeles pintados en los frescos rom¨¢nicos de Montjuich, porque, seg¨²n le cont¨® a Raillard, "ten¨ªan ojos por todas partes", y cuando el cr¨ªtico franc¨¦s le record¨® a este respecto que Tzara ya hab¨ªa dicho que "todo el cuerpo mira", Mir¨® dej¨® caer una sola apostilla: "Aun sin ojos..." Un exceso.En realidad, Joan Mir¨® se pas¨® la vida excedi¨¦ndose. Tocado por la gracia de lo imaginario, cualquier objeto pesante, dejando sentir su volumen en el espacio, le parec¨ªa un obst¨¢culo. El sue?o y la fantas¨ªa eran los ¨²nicos escapes posibles para calmar la angustiosa claustrofobia de un mundo impertinentemente cerrado. Uno de sus primeros maestros en Catalu?a, Francesc Gal¨ª, percat¨¢ndose de la dificultad del joven aprendiz para captar visualmente el volumen, le vendaba los ojos y le hac¨ªa dibujar con el solo recuerdo de una impresi¨®n t¨¢ctil del objeto.
Cerrar los ojos ante la realidad, dejar libre la imaginaci¨®n, pensar con las manos, so?ar, alucinarse... ?Acaso Mir¨® era un conformista iluso que quer¨ªa evadirse simplemente de unas circunstancias inc¨®modas? Andr¨¦ Breton, fundador del superrealismo, movimiento en el que se integr¨® Mir¨® inmediatamente, dej¨® las cosas en claro. La evasi¨®n, en t¨¦rminos de creaci¨®n art¨ªstica, es sin¨®nimo de invenci¨®n, la palanca explosiva que hace estallar el conformismo humillante de un pintor tradicionalmente destinado a copiar la realidad.
Merece, pues, la pena reproducir lo que escribi¨® el poeta franc¨¦s sobre este asunto en El surrealismo y la pintura, primer manifiesto que dedic¨® a las artes pl¨¢sticas desde el punto de vista del entonces reci¨¦n creado grupo de vanguardia.
El grave malentendido
He aqu¨ª un p¨¢rrafo muy sustancioso del mismo: "Una concepci¨®n muy limitada de la imitaci¨®n, considerada como el objeto del arte, es la causa del grave malentendido que vemos perpetuarse hasta la actualidad. El error cometido consisti¨® en pensar que el modelo no pod¨ªa ser tomado sino del mundo exterior, o incluso que s¨®lo all¨ª pod¨ªa darse. Aunque la sensibilidad humana pueda conferir al objeto de apariencia m¨¢s vulgar una distinci¨®n completamente imprevista, no es menos cierto que se trata del peor uso del poder m¨¢gico de la figuraci¨®n que algunos poseen el emplearlo en la conservaci¨®n y el reforzamiento de lo que existir¨ªa sin ellos. Hay en ello una abdicaci¨®n inexcusable. Es imposible, en todo caso, en el estado actual del pensamiento, sobre todo mientras que el mundo exterior parece de naturaleza cada vez m¨¢s sospechosa, consentir todav¨ªa en un sacrificio parejo. La obra pl¨¢stica, para responder a la necesidad de revisi¨®n absoluta de los valores reales en los que hoy coinciden todos los esp¨ªritus, se referir¨¢, pues, a un modelo puramente interior o no ser¨¢".
?Lo habr¨ªa adivinado Mir¨®? De todas formas, qu¨¦ raz¨®n tuvo el propio Breton al afirmar que Mir¨® "quiz¨¢ fuese el m¨¢s surrealista de todos nosotros". Un superrealista sin esfuerzos ideol¨®gicos, sin conversiones, en estado puro. Pero ?a d¨®nde quer¨ªa ir a parar Mir¨® tap¨¢ndose los ojos? ?Cu¨¢l era su reino encantado en donde se siente la realidad, "aun sin ojos", como experiencia palpitante? ' Considera al santo Tom¨¢s que mete el dedo en la llaga como un apocado, lo mismo que al Tzara que se daba por satisfecho con el descubrimiento de que "el ombligo tambi¨¦n mira".
Frente a estos esc¨¦pticos dispuestos a creerse una media verdad, Mir¨® replica lo siguiente: "Para m¨ª, una brizna de hierba tiene m¨¢s importancia que un gran ¨¢rbol, una piedrecilla m¨¢s que una monta?a, una lib¨¦lula m¨¢s que un ¨¢guila. En la civilizaci¨®n occidental es necesario el volumen. La enorme monta?a es la que tiene todos los privilegios... El ombligo que mira es tina banalidad. Por el contrario, en los frescos rom¨¢nicos los ojos est¨¢n por todas partes. El mundo entero te mira. Todo; en el cielo raso, en el ¨¢rbol, por todas partes hay ojos. Para m¨ª todo est¨¢ vivo; ese ¨¢rbol tiene tanta vida como esos animales, tiene un alma, un esp¨ªritu, no es s¨®lo un tronco y hojas".
A este pante¨ªsta, que se siente ¨¢rbol, p¨¢jaro, insecto, que ve las cosas desde las cosas y que reconoce los colores del sue?o, era dif¨ªcil estrecharlo en un solo lugar. Peregrino de las estrellas, Mir¨® se pas¨® la vida. burlando fronteras, abri¨¦ndose horizontes cada vez m¨¢s amplios, evadi¨¦ndose. Cuando se marcha a Par¨ªs en 1919, un a?o despu¨¦s de haber celebrado su primera muestra individual en la galer¨ªa Dalmau de la cosmopolita Barcelona, entonces en pleno apogeo vanguardista por haber acogido a los artistas refugiados de la gran guerra, le confes¨® a un pintor amigo: "Hay que irse. Si te quedas en Catalu?a, te mueres. Hay que convertirse en un catal¨¢n internacional".
Sue?o creador
Y es en Par¨ªs donde mejor va a poder expresar sus ra¨ªces, que sostienen ahora su sue?o creador y no le pesan como una c¨®moda coartada. Pero en Par¨ªs halla tambi¨¦n nuevos puntos de fuga y se instala en el 45 de la Rue Blomet, centro de reuni¨®n de otros tr¨¢nsfugas de la vanguardia fosilizada: Andr¨¦ Masson, Michael Leiris, Artaud, Desnos, Pr¨¦vert, etc¨¦tera, iconoclastas fertilizantes de un superrealismo que se estaba gestando como un arc¨¢ngel justiciero que no ha de tolerar sino la perspectiva ilimitada de un mundo nuevo.
Con Ernst y Masson, Mir¨® fue uno de los inventores del primer lenguaje pl¨¢stico del superrealismo, de la pintura autom¨¢tica y de la representaci¨®n interior. Un nuevo modo de ensanchar el universo art¨ªstico, cuya revolucionaria t¨¦cnica William Rubin ha explicado as¨ª: "Si los cubistas y los fauves tomaban un tema de la realidad, lo hac¨ªan para alejarse m¨¢s de ella; los surrealistas, por su parte, evitaban partir del mundo sensible y tend¨ªan a elaborar, mediante el automatismo, una imagen interior suscitada interiormente, o bien traducir en t¨¦rminos ilusionistas una imagen raental. Ni Masson, al que le influy¨® principalmente el cubismo anal¨ªtico, ni Mir¨®, que fue m¨¢s sensible a la forma sint¨¦tica del estilo, tuvieron jam¨¢s la intenci¨®n de desarrollar el cubismo o continuar la v¨ªa abierta por ¨¦l. Por el contrario, pertenec¨ªan a una generaci¨®n que se declaraba rebelde frente a todo lo que representaba el cubismo".
"En el coraz¨®n de esta revuelta, la necesidad absoluta de rechazar la pintura pura, que el cubismo representaba y simbolizaba a la vez. Cuando declaraba que iba a romper su guitarra, Mir¨® se levantaba contra el principio cubista seg¨²n el cual el tema de un cuadro no debe ser otra cosa que un simple accesorio de taller, excusa al servicio de estructuras visuales aut¨®nomas, portadoras en s¨ª mismas del aut¨¦ntico sentido de la tela. Los pintores surrealistas, por su parte, pretend¨ªan medirse, una vez m¨¢s, con las cuestiones fundamentales, m¨¢s importantes que la pintura en s¨ª misma. As¨ª, el amor y la muerte, el nacimiento y la guerra, las profundidades insondables del alma humana -temas que parec¨ªan indiferentes al cubismo- volvieron a ser el centro del proceso de elaboraci¨®n de un cuadro, pero no ilustrados directamente, tal y como hab¨ªa ocurrido en per¨ªodos anteriores de la historia del arte, sino mediante la intercesi¨®n de im¨¢genes po¨¦ticas, evocadoras, alimentadas de lo imaginario m¨¢s que de lo sensible".
Cambios y huidas
Sucesi¨®n de huidas hacia adelante; del destino familiar provinciano, de la ciudad autosatisfecha, de la vanguardia asentada, del movimiento triunfante... Mir¨® parece no conformarse nunca, no quiere dejarse encerrar ni por su propio cuerpo. Est¨¢ siempre buscando un taller m¨¢s grande. En 1938, en plena guerra civil espa?ola y a punto de estallar la segunda guerra mundial, public¨® un hermoso texto que se titulaba precisamente Sue?o con un gran taller.
La fulgurante invasi¨®n nazi de Francia lo dej¨® moment¨¢neamente sin ninguno, y Mir¨®, asediad¨®., por todas partes, se esconde, literalmente, en Espa?a, donde por su colaboraci¨®n con la Rep¨²blica tampoco se pod¨ªa dejar ver. No importa. En Mallorca, casi clandestino, har¨¢ el descubrimiento del taller m¨¢s grande jam¨¢s so?ado, el taller de la b¨®veda celeste estrellada, caminante po¨¦tico por playas nocturnas. Lejos de sus amigos superrealistas, refugiados a la saz¨®n en Nueva York, casi olvidado en su rinc¨®n, Mir¨® les env¨ªa entonces el fabuloso regalo de una libertad hecha con nada: mirando al cielo; les env¨ªa la serie de Constelaciones, viaje por los espacios infinitos de un residente forzoso en la tierra. Tras este despubrimiento, ?c¨®mo lograr distraer a este vidente, que repite que "el comienzo es todo. Es lo ¨²nico que me interesa. El comienzo es mi raz¨®n de vivir... Es la verdadera creaci¨®n. Lo que me interesa es el nacimiento"?
Por ello hay poderosas razones para suponer que Mir¨® no se ha muerto -"no me interesa el crecimiento, ni la muerte"-, sino que ha seguido buscando su taller all¨ª donde ya no nos es dado verle. Instalado en el universo, desde la brizna de hierba hasta la estrella ca¨ªda, seguros de que se siente satisfecho de las cosas que nos ha ense?ado a ver, incluso sin ojos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.