Cahama, un baluarte en primera l¨ªnea del frente
Cahama es un nombre que llena de orgullo a los angole?os. El pueblo fue arrasado por la aviaci¨®n surafricana en julio de 1981, pero resisti¨® y no pudo ser invadido. Cahama, hoy d¨ªa, es el ¨²nico lugar en la provincia de Cunene donde no ondea la bandera de ?frica del Sur.Llegar a Cahama es complicado: 100 kil¨®metros antes tiene que formarse un peque?o convoy militar que asegure protecci¨®n contra eventuales comandos de reconocimiento surafricanos y, sobre todo, contra los Mirage F-1 y F-2, que vigilan continuamente la carretera que une al pueblo con la ciudad de Lubango, 200 kil¨®metros hacia el interior. La llegada es decepcionante: un peque?o pu?ado de casas destruidas con aspecto fantasmal. Pero, a pocos kil¨®metros, perfectamente disimuladas entre la tierra roja y la espesa vegetaci¨®n, se encuentran kil¨®metros de trincheras en las que la Segunda Brigada de Infanter¨ªa Motorizada del Ej¨¦rcito angole?o (FAPLA) monta su guardia frente a un posible avance surafricano. Cahama sigue siendo la primera l¨ªnea de defensa, el aut¨¦ntico frente de la guerra que opone desde hace ocho a?os al r¨¦gimen marxista de Luanda y al r¨¦gimen racista de Pretoria. El comandante de la Segunda Brigada es el capit¨¢n Mat¨ªas Lima Coelho, de 31 a?os, formado en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Nzumbi -nombre de guerra que le han dado sus hombres- es pr¨¢cticamente, un h¨¦roe nacional. Desde hace a?o y medio vive y duerme en una trinchera, dos metros bajo tierra; soporta regularmente bombardeos y combate espor¨¢dicamente con comandos infiltrados por ?frica del Sur.
En la boca de su trinchera, de noche y sin ninguna luz que pueda alertar a la aviaci¨®n enemiga, Nzumbi explica la situaci¨®n: "Los surafricanos est¨¢n a 40 kil¨®metros de aqu¨ª. ¨²ltimamente nos bombardean menos porque hemos logrado derribar dos de sus aparatos con nuestras defensas antia¨¦reas y ahora tienen m¨¢s cuidado, pero desde el pasado mes de noviembre la situaci¨®n ha empeorado. Hemos detectado una concentraci¨®n de material de guerra, tanques M 60 y piezas de artiller¨ªa pesada incluidos, y hemos apreciado un cambio de t¨¢ctica. Est¨¢n intentando infiltrar grupos de mercenarios, belgas, antiguos rodesianos, incluso portugueses que nacieron aqu¨ª y que hablaban las lenguas nativas". El capit¨¢n Coelho asegura que los surafricanos han utilizado en repetidas ocasiones gases t¨®xicos prohibidos por la Convenci¨®n de Ginebra. "El pasado 5 de septiembre, cuatro de mis hombres resultaron intoxicados y tuvieron que ser evacuados".
Ni un solo cubano
Nzumbi, casado, padre de tres ni?os, al m¨¢s peque?o de los cuales no conoce, afirma orgullosamente que entre sus filas no se encuentra un solo cubano ni asesor extranjero: "Los cubanos ayudaron a la defensa de Cahama en los primeros momentos, pero despu¨¦s se han retirado 200 kil¨®metros hacia el interior. Ahora no est¨¢n cerca de ninguna frontera, para evitar una mayor internacionalizaci¨®n del conflicto".
El comandante de la Segunda Brigada sabe que frente a un posible avance surafricano tendr¨¢ que defenderse con sus propios medios. Incluso no podr¨¢ contar con la ayuda de los aviones sovi¨¦ticos Mig 21, con base en Lubango. Los Mig, pilotados por tripulaciones sovi¨¦ticas, tienen confiadas misiones de reconocimiento y la protecci¨®n de la ciudad -que es capital de una provincia-, pero no buscan el enfrentamiento con los Mirage o Bucaneer de ?frica del Sur.
S¨®lo en el caso de que Cahama cayera, aplastada por el peso del sofisticado Ej¨¦rcito surafricano, Lubango se convertir¨ªa en la segunda l¨ªnea de defensa, esta vez s¨ª con participaci¨®n directa de tropas cubanas. La presencia en dicha ciudad de internacionalistas (nombre oficial de los soldados cubanos que colaboran con el Ej¨¦rcito angole?o desde hace ocho a?os) es evidente incluso para un visitante inadvertido. Como sucede tambi¨¦n en Luanda y en otras capitales de provincia, los cubanos, pese a llevar el mismo uniforme que las FAPLA, son perfectamente identificables en las calles, mercados o viviendas. Seg¨²n fuentes oficiosas, en Lubango se hallan concentrados aproximadamente 5.000. Son, en su inmensa mayor¨ªa, tropas profesionales bien entrenadas y equipadas y con un buen conocimiento de la zona. Algunos viven en Angola desde hace m¨¢s de cuatro a?os y han formado pareja con mujeres angole?as.
En Lubango se pueden encontrar cubanos, sovi¨¦ticos, b¨²lgaros y hasta vietnamitas (un grupo de 35 profesores de Hanoi acaba de llegar a la ciudad para poner en marcha los estudios superiores), pero lo que no hay es un s¨®lo guerrillero namibiano (SWAPO), aunque te¨®ricamente ?frica del Sur ocupa Cunene para impedir que entren en Namibia desde esta regi¨®n.
Los hombres del SWAPO -se calcula que el movimiento cuenta con unos 5.000 miembros, tanto en el interior de su pa¨ªs como refugiados en Angola- tienen sus bases mucho m¨¢s al Norte. Algunos testimonios recogidos por esta enviada especial hablan de su presencia en Malange, relativamente cerca de Luanda y de Zaire, participando, junto a los propios soldados angole?os, en operaciones de limpieza contra UNITA. Pero absolutamente nadie les ha visto en los ¨²ltimos meses en Lubango. "La invasi¨®n surafricana de Cunene no tiene por objetivo taponar imaginarias incursiones del SWAPO", afirma un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Luanda, "sino proteger y equipar a UNITA y mantener una cabeza de puente desde la que un d¨ªa lanzar una nueva invasi¨®n si las circunstancias se lo permiten".
La huida hacia el Norte
La ocupaci¨®n de Cunene ha tenido tambi¨¦n otro efecto tr¨¢gico: la huida de miles de angole?os, de las ciudades y poblados invadidos. Unos 150.000 se encuentran en campos de refugiados al norte de la provincia de Huila, pero otros se han desparramado por todo el pa¨ªs o han terminado engrosando la poblaci¨®n de los barrios de arena de Luanda. Los angole?os temen a los surafricanos, pero a¨²n m¨¢s a los guerrilleros de UNITA, todav¨ªa m¨¢s devastadores.
En Castanher de Pera, a 200 kil¨®metros de Lubango, se encuentra uno de estos campos de refugiados, Quilamba. El Gobierno angole?o proporciona a los huidos utensilios rudimentarios paya que construyan viviendas tradicionales de troncos de madera y chapa y les facilita peque?as huertas para que desarrollen una m¨ªnima agricultura de supervivencia, pero aun as¨ª la situaci¨®n es extremadamente precaria.
El comisario municipal encargado de Quilamba, Antonio Hipewambedi, ha instalado un peque?o dispensario m¨¦dico, atendido por un enfermero, para los casos m¨¢s urgentes. "Todos los esfuerzos son insuficientes porque vienen en condiciones lamentables. El enfermero atiende m¨¢s de 200 consultas diarias. La tuberculosis, diarreas, lepra y paludismo hacen estragos".
Hipewambedi ha logrado tambi¨¦n organizar un almac¨¦n, b¨¢sicamente de harina, con el que pretende equilibrar la alimentaci¨®n de los refugiados y varias escuelas al aire libre a las que acuden los ni?os. "Ahora esto est¨¢ algo m¨¢s organizado", afirma Luis, un mec¨¢nico que lleg¨®, con toda su familia, huyendo de su ciudad natal, Cunene, "pero yo viv¨ªa en una casa y ahora lo hago en una choza, sin agua y sin electricidad, durmiendo en el suelo".
Recuperar Cunene y repatriar a los deslocados es una tarea prioritaria para el Gobierno angole?o, pero todos los esfuerzos diplom¨¢ticos para forzar la retirada surafricana han resultado in¨²tiles. La ¨²nica opci¨®n -afirman en Luanda- es la militar. Sin embargo, el ministro de Relaciones Exteriores, Paulo Jorge, afirma que su Gobierno siempre ha estado dispuesto a negociar. De hecho, afirma, pa¨ªses amigos intentaron este mismo a?o organizar una reuni¨®n bilateral para que empez¨¢ramos las discusiones. La primera reuni¨®n termin¨® en un rotundo fracaso. Pretoria no se dign¨® siquiera designar un jefe de delegaci¨®n ni fijar una fecha para la pr¨®xima ronda.
"Estoy en Angola porque soy un profesional y tambi¨¦n por un principio de solidaridad", afirma Alfonso G. S., capit¨¢n del Ej¨¦rcito cubano, 43 a?os, que est¨¢ destinado en Lubango, al sur de Angola, desde hace ocho meses. Sus superiores le proh¨ªben estrictamente hablar con la Prensa, acudir a espect¨¢culos p¨²blicos y mezclarse con la poblaci¨®n. Pero Alfonso es cubano y tiene ganas de hablar.
"Mira, chica, ¨¦sta es la cuarta vez que soy enviado a Angola. Cuando llegamos a Lubango por primera vez, la ciudad estaba casi desierta y era un basurero". Ahora Lubango es una de las ciudades mejor organizadas y abastecidas de Angola.
"Llevo una temporada tranquila"
"Llevo una temporada tranquilo", explica Alfonso, "pero yo he combatido en muchos sitios, y ma?ana puedo estar otra vez peleando contra UNITA en cualquier parte del pa¨ªs". Seg¨²n cuenta, ha participado en operaciones militares en las provincias de Huambo, Moxico, Benguela y Cuanza-Sul. "En Cahama no llegu¨¦ a estar, pero varios de mis compa?eros murieron all¨ª en los primeros d¨ªas. Ahora no hay ning¨²n cubano en 200 kil¨®metros cerca de una frontera".
El capit¨¢n se r¨ªe cuando se le dice que, seg¨²n los angole?os, sus compatriotas llevan meses sin disparar un tiro: "?T¨² te lo crees? Miles de cubanos han muerto en este pa¨ªs". Alfonso G. S. probablemente exagera, pero, aunque no hay datos oficiales, es seguro que las fuerzas cubanas han sufrido en estos ocho a?os p¨¦rdidas considerables.
"Normalmente somos voluntarios y estamos aqu¨ª dos a?os, pero podemos volver". El capit¨¢n no puede recibir directamente cartas en Lubango. Hay que enviarlas a La Habana, que las reexpide. Cuando tiene unos d¨ªas de vacaciones se va a Luanda, donde un amigo y compatriota le da alojamiento, le presta un coche y le asegura la diversi¨®n. "Lo peor en Lubango es el aburrimiento. Algunos de mis compa?eros viven con angole?as, pero yo no. Yo comparto una casa con otros 12 compa?eros cubanos". Ellos mismos cocinan la comida. A veces est¨¢n faltos de siministros. Por ejemplo, hoy no tienen cigarrillos, aunque en la cocina abundan las botellas de cerveza -un lujo desconocido en otras partes del pa¨ªs-, e incluso hay una botella de whisky. "En Lubango hay un cine, pero nos han prohibido ir, posiblemente para evitar broncas. A veces nos traen pel¨ªculas desde Cuba y las vemos en el cuartel. En otras provincias han tra¨ªdo incluso los grupos musicales para distraernos".
Los cubanos son, en general, bien aceptados por la poblaci¨®n angole?a, al contrario de lo que sucede con los asesores sovi¨¦ticos o de otros pa¨ªses de la Europa del Este. "Tal vez lo que sucede es que nosotros hablamos espa?ol y enseguida chapurreamos el portugu¨¦s, mientras que los sovi¨¦ticos est¨¢n aqu¨ª dos a?os y no aprenden casi una palabra", explica Alfonso.
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