La palabra-imagen
Se ha escrito que "si el cine hablado no existiese, Joseph L. Mankiewicz lo habr¨ªa inventado". A prop¨®sito de La condesa descalza se dijo: "Si en vez de una pel¨ªcula hubiera escrito una novela, habr¨ªa que ir pensando en darle el Nobel". Eva al desnudo o Mujeres en Venecia son tambi¨¦n notables composiciones literarias, llenas de tipos parlanchines, que son la base de filmes en los que la palabra es un elemento primordial de la imagen.En Julio C¨¦sar, Mankiewicz le tom¨® de prestado la palabra a Shakespeare, y se sinti¨® a sus anchas. Los hermosos parlamentos del drama est¨¢n tan sagazmente incorporados a las im¨¢genes de Mankiewicz, que parecen imaginados directamente para ellas. Comparada esta pel¨ªcula con otras buenas adaptaciones de Shakespeare, en especial las de Welles, Campanadas a medianoche y Otelo, casi no se concibe que provengan del mismo autor. Pasadas por el filtro de las personalidades de ambos cineastas, las palabras de Shakespeare parecen expresar mundos separados por distancias astron¨®micas.
Julio C¨¦sar se emite hoy a las 22
00 horas por la segunda cadena.
Al barroquismo de WeIles, lleno de curvos circunloquios dibujados con comp¨¢s, Mankiewicz opone una palabra shakespeariana que parece escrita a la sombra del axioma de que la l¨ªnea recta es la m¨¢s corta entre dos puntos. Y otorga a Julio C¨¦sar una inmediatez que imperceptiblemente hace bajar el nivel de la ret¨®rica del drama hasta la altura de los ojos de los actores, que act¨²an en el filme con inesperada comodidad. El celeb¨¦rrimo parlamento de Antonio ante el cad¨¢ver de C¨¦sar y el prodigio de demagogia de su arenga posterior a los romanos es incorporado por MarIon Brando con una nitidez en la actitud que nos deja boquiabiertos: ?c¨®mo un asunto tan complejo puede resolverse con tal facilidad?
?Y qu¨¦ decir del magistral d¨²o entre Bruto y Casio, que ejecutan James Mason y John Gielgud, dos actores eminentes, a quienes Mankiewicz sit¨²a en el borde mismo de lo insuperable? La palabra, en los filmes de Mankiewicz, es siempre un veh¨ªculo de penetraci¨®n en conductas: de ah¨ª su capacidad para hacer que los actores saquen, mientras hablan, una gran fuerza de convicci¨®n. Edmond O'Brien logra un Casca perfecto, como el Julio C¨¦sar de Louis Calhern. Conocer sus trabajos es reconocer el arte de la actuaci¨®n en estado de gracia.
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