Elecciones y desarme
A FINALES de este mes empieza el proceso electoral que llevar¨¢ el pr¨®ximo noviembre a la designaci¨®n de presidente de Estados Unidos; todos los comentarios dan por descontado qu¨¦ Ronald Reagan ser¨¢ el candidato republicano; s¨®lo falta el gesto p¨²blico de la presentaci¨®n de candidaturas, pero todo parece preparado para ello. Por eso es inevitable considerar el discurso que ha pronunciado ayer sobre las relaciones Este-Oeste y los armamentos nucleares, no s¨®lo en funci¨®n de la conferencia de Estocolmo, sino quiz¨¢ m¨¢s a¨²n en la perspectiva de la campa?a electoral que de hecho est¨¢ en marcha.En las elecciones de 1980, Reagan se present¨®, y gan¨®, como representante de la dureza, del rearme, de la devoluci¨®n del sentimiento de poder¨ªo a la sociedad norteamericana, frente a un Carter acusado de haber aceptado una posici¨®n blanda de Estados Unidos en los asuntos mundiales; los diplom¨¢ticos secuestrados en Teher¨¢n, el fracaso de los intentos para rescatarlos abonaron eficazmente esa campa?a.
En la Casa Blanca, Reagan ha realizado, sin duda, algunas de las medidas que hab¨ªa anunciado: ha metido a Estados Unidos en un programa de rearme gigantesco, con los MX y, la preparaci¨®n, al menos, de la militarizaci¨®n del cosmos; ha ocupado Granada y enviado la flota y los marines a L¨ªbano; ha iniciado la instalaci¨®n de euromisiles, frente a los propios euromisiles sovi¨¦ticos, en algunos pa¨ªses de Europa occidentaL Pero esa pol¨ªtica de dureza tiene sus l¨ªmites: el apoyo europeo y latinoamericano al grupo de Contadora indica la amplitud de las fuerzas que se oponen a una operaci¨®n militar de Estados Unidos en Am¨¦rica Central. En L¨ªbano, los marines est¨¢n en un callej¨®n sin salida: demasiado pocos para vencer, pero demasiados para morir, seg¨²n la expresi¨®n del diputado por Florida Sam Gibons. La instalaci¨®n de los euromisiles ha provocado descontento en Europa, divisi¨®n en la OTAN y la retirada de los sovi¨¦ticos de todas las mesas de negociaci¨®n. Reagan anunci¨® que los misiles estimular¨ªan a los sovi¨¦ticos a negociar, pero, por ahora, ocurre lo contrario. Estos hechos son factores determinantes de cierta evoluci¨®n que se observa en algunas actitudes de Reagan. James Reston escrib¨ªa recientemente en The New York Times que el presidente escuchaba ahora con preferencia a sus consejeros menos doctrinarios y m¨¢s realistas, como Mac Farlane o Baker. La visita del primer ministro chino a Washington y el futuro viaje a Pek¨ªn de Reagan, lo mismo que el discurso de ayer, indican un pragmatismo, una capacidad de no aferrarse a ideas anteriores y una disposici¨®n al di¨¢logo nueva. En vez de la imagen hosca y cerrada del Reagan de 1980 -incluso de fechas m¨¢s recientes- se perfila otro de mano tendida; la pregunta que surge es si esta imagen va a trascender el plano electoral; si se va a traducir en cambios apreciables en la situaci¨®n mundial.
Cabe dudarlo: por un lado, los alt¨ªsimos presupuestos militares y el rearme siguen adelante; por otro, la reacci¨®n sovi¨¦tica, sin duda confundida con la oferta de di¨¢logo reciente, parece seguir marcada por la rigidez y la militarizaci¨®n creciente de sus decisiones. Esta rigidez sovi¨¦tica contiene quiz¨¢ una especie de mensaje electoral: tratar¨ªa de decir a los electores y a la clase pol¨ªtica de Estados Unidos que s¨®lo podr¨¢ haber negociaciones sobre el desarme si en noviembre resulta elegido alguien que no sea Ronald Reagan. Aparte de bastente ut¨®pico en sus fines, el sistema resulta un m¨¦todo rechazable en sus formas. Por lo dem¨¢s, ha dado p¨¦simos resultados a los sovi¨¦ticos siempre que han intentado impulsar un candidato preferido por ellos en las elecciones norteamericanas; queriendo da?ar a Reagan s¨®lo le empujar¨ªan m¨¢s y m¨¢s hacia la victoria, en la que s¨®lo la avanzada edad del presidente parece poner un pero inteligible a una brillante etapa desde el punto de vista de los electores: relanzamiento econ¨®mico del pa¨ªs, crecimiento del poder¨ªo internacional, recuperaci¨®n de la imagen de prepotencia, de un nuevo nacionalismo norteamericano y de la idea de Am¨¦rica como guardi¨¢n de Occidente. En cualquier caso, una actitud m¨¢s abierta al di¨¢logo por parte del presidente de Estados Unidos es un hecho positivo en la actual coyuntura internacional, que Europa s¨®lo puede mirar con simpat¨ªa, en el camino de tratar de evitar que contin¨²e, por ambos lados, la colocaci¨®n de armas nucleares en nuestro continente. Ese objetivo, por t¨ªmido que parezca en su enunciado -pues habr¨ªa que aspirar a un proceso verdadero de desarme- es, en las actuales condiciones, muy dif¨ªcil de alcanzar, y, en todo caso, no lo ser¨¢ por un acto unilateral de nadie; las negociaciones son imprescindibles.
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