A ver qu¨¦ marea hay
Hay como un temblor en el paseo Mar¨ªtimo y uno dir¨ªa que el mar ha empezado a darse cuenta de que le falta la mirada atenta del poeta del octavo. Ya no est¨¢ don Jorge tras el cristal. ?l dec¨ªa que el mar le acompa?aba much¨ªsimo, pero no parece, al ver el enfado de las olas, el caprichoso cambio del color de las aguas, sino que era el mar el que se sent¨ªa acompa?ado y que, ahora, cuando el poeta ya se ha ido, muestra su disgusto dej¨¢ndose romper sobre la orilla.Todos los d¨ªas el poeta se asomaba al mar por las ma?anas "a ver qu¨¦ marea hay, qu¨¦ viento es el que domina", y por las tardes acechaba a las gaviotas para llenar una p¨¢gina de Final: "La tarde, sobre el mar tan luminosa, / descrubre / sobre el agua pos¨¢ndose / gaviotas y sus brillos, varios grupos que a la extensi¨®n otorgan algo estable". Hay que imaginarse al poeta asomado a la terraza de este edificio sobre el mar, ocho plantas por encima de las luces de ne¨®n de los establecimientos del paseo Mar¨ªtimo, siguiendo con su vista cansada los dibujos que el vuelo de las gaviotas trazaba sobre el mar y pensando, al mismo tiempo, en la existencia de una similitud -que no dudaba en pasar al papel- entre la ca¨ªda de la tarde malague?a y el final de su vida: "A veces alg¨²n ave vuela, pr¨®xima, / sobre los grupos. Ya la luz se acorta. / Se adivina la noche. Todas juntas, las gaviotas se alzan y regresan a sus propios rincones".
Ten¨ªa don Jorge en M¨¢laga un rinc¨®n apalabrado, tambi¨¦n frente al mar, sobre una colina, en el que su cuerpo reposar¨¢ entre flores para siempre. "Quiero que mi futuro sea malague?o. Quiero quedarme aqu¨ª, que me entierren aqu¨ª, que de aqu¨ª no me muevan", me dijo el poeta un d¨ªa de enero de 1981, cuando ten¨ªa 88 a?os de edad. Fue una larga entrevista en la que se mostr¨® muy locuaz y muy alegre. De cuando en cuando re¨ªa abiertamente, como un ni?o, y saltaba de un tema a otro con una vivacidad fuera de lo com¨²n. Hab¨ªa que estar muy atento para no perder nada de su discurso, pues en cualquier momento surg¨ªa la frase feliz, de gustosa recordaci¨®n luego. "Me gusta so?ar, pero con los ojos abiertos. Los fantasmas no me sirven para nada. No quiero el subconsciente, prefiero la consciencia".
Y tampoco gustaba de rememorar el pasado, sino que prefer¨ªa el presente: "Cuando Manrique afirma que cualquier tiempo pasado fue mejor, deber¨ªa haber escrito que cualquier tiempo pasado es mejor, porque es mentira que el pasado fuera mejor, ya que s¨®lo es mejor ahora, cuando lo recordamos".
?Y el futuro? En las conversaciones que mantuve con ¨¦l siempre rehu¨ªa hablar del futuro, diciendo que no pod¨ªa so?arlo. Y no es que tratara de evitar hablar de la muerte, de su propia muerte, que relacionaba siempre con M¨¢laga como escenario: "De M¨¢laga ya no saldr¨¦ nunca, aqu¨ª me enterrar¨¢n". Si uno trataba de desviar la conversaci¨®n, ¨¦l se re¨ªa, se re¨ªa. No tem¨ªa a la muerte el poeta o, al menos, no se enfrentaba a ella con demasiados temores, quiz¨¢ porque sab¨ªa que su muerte ser¨ªa s¨®lo una muerte parcial, porque lo m¨¢s grande de ¨¦l, su obra, no morir¨ªa nunca. "?Qu¨¦ ser¨¦ yo cuando sea un poeta del siglo pasado?", se preguntaba divertido.
El dec¨ªa que una de sus palabras preferidas era esperanza. "La vida es esperanza. La esperanza es el flujo mismo de la vida y, cuando se pierde, es cuando surge la muerte". Ahora, cuando se ha ido, me viene a la mente esta frase. ?Acaso hab¨ªa perdido la esperanza y por eso se ha producido el final? Me cuesta imaginar que esto haya sido as¨ª, y prefiero recordar al don Jorge jovial, sentado en su silla de siempre, frente al mar azul, en las luminosas tardes malague?as, cuando me recib¨ªa en su casa con un ?mi querido amigo ... !, que, por venir de quien ven¨ªa, casi me hac¨ªa enrojecer. Habl¨¢bamos de muchas cosas, me contaba su ¨²ltimo paseo por la calle ("ayer me saludaron una se?ora muy guapa y su hija, una chica muy bonita, me pararon en la calle, y estuvimos hablando un rato muy a gusto, a m¨ª siempre me han encantado las chicas guapas... ") y me hac¨ªa notar c¨®mo el mar cambiaba de color continuamente: "F¨ªjese, mi querido amigo, ahora est¨¢ m¨¢s azul".
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