Lo peque?o es grande
No creo que haya en la historia del cine ficciones m¨¢s teleg¨¦nicas que las de Hitchcock. Cada una de sus pel¨ªculas tambi¨¦n es un acontecimiento televisivo. Las historias de Hitch no s¨®lo resisten la dura prueba de su paso por la peque?a pantalla -algo de lo que muy pocos directores pueden presumir, y algo que los llamados comunic¨®logos deber¨ªan analizar como es debido en lugar de estar dando la tabarra con las perversas influencias del aparato-, sino que se enriquecen, adquieren in¨¦ditas dimensiones narrativas, cuando surgen, a trav¨¦s del televisor. Hay que ver Rebeca, Sospecha, Encadenados o Psicosis traducidas a las 625 l¨ªneas para descubrir en estas pel¨ªculas unos valores que ocultaban la pantalla gigante y la proyecci¨®n p¨²blica.El lunes se estren¨® en TVE La silla del asesino, el primero de los 20 episodios que Hitchcock realiz¨® espec¨ªficamente para la televisi¨®n. Apenas media hora, actores secundarios, un solo decorado, fotograf¨ªa en blanco y negro, una intriga m¨ªnima, tres d¨ªas de rodaje... todo en la mejor tradici¨®n de las mercanc¨ªas televisivas.
El resultado final, a pesar de las evidentes limitaciones formales, demuestra que la genialidad no es cosa de presupuestos millonarios o de producciones aparatosas, sino de sabidur¨ªa narrativa.
Si sus pel¨ªculas resultaban altamente televisuales, estos breves episodios destinados a la peque?a pantalla, rodados hace un, cuarto de siglo, producen en el telespectador. la confortable sensaci¨®n de cine mayor.
Historias de hora y media
Desde que el cine se especializ¨® en las historias de hora y media -una convenci¨®n puramente comercial, como se sabequed¨® privado de las enormes posibilidades del relato breve. El secreto de la mayor parte de los fracasos cinematogr¨¢ficos est¨¢ en empe?arse en contar una historia que apenas da para un cuarto de hora en casi 100 minutos; y de esta man¨ªa sabemos mucho por aqu¨ª, hasta el caso de que ese pat¨¦tico estirar la narraci¨®n suele ser analogado en Espa?a -pero s¨®lo en Espa?a- con la calidad, la profundidad y otras monsergas.
En estos episodios para la televisi¨®n, Hitchcock parte de una idea tan sencilla como breve. No intenta meter en esos 30 minutos m¨¢s que un ritmo, una atm¨®sfera y un gag final que subvierte toda la narraci¨®n.
Nunca mejor ilustrado ese famoso eslogan capitalizado por Schumacher y que ahora causa estragos: lo peque?o es hermoso. Pero para que lo peque?o fascine tiene que producir impresi¨®n de grandeza. Ah¨ª est¨¢ el secreto de esos arrebatadores v¨ªdeomusicales que est¨¢n revolucionando las im¨¢genes cotidianas en las que se reconoce la juventud, y tambi¨¦n ah¨ª est¨¢ el secreto de estos episodios del inagotable Hitchcock.
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