Michael Jackson, "rey de la musica 'pop'"
Cuarenta millones de pesetas. Eso es lo que cost¨® hace pocos d¨ªas una fiesta celebrada en el Museo de Historia Natural de, Nueva York. Mucha fiesta debi¨® ser aqu¨¦lla, much¨ªsima. Aunque tal vez el protagonista, que apareci¨® de la mano de la ubicua y espigada Brooke Shields, lo mereciera: Michael Jackson, recuperado ya de sus heridas y quemaduras, dispuesto a comerse nuevamente el mundo y a recibir el agasajo de quienes, en forma as¨ª de espontanea, le proclamaron rey de la m¨²sica 'pop'. Seg¨²n las agencias, Ia plana mayor de CBS, aparte de leer un mensaje del presidente Reagan y su esposa, Nancy -en el que ambos confiesan ser admiradores de los Jackson 5 desde I want you back (1970)-, le hizo obsequio al cantante de un disco de platino de m¨¢s de un metro de di¨¢metro y un gran globo terr¨¢queo con una banda luminosa en la que se lee su nombre".Un v¨ªdeo arte
La raz¨®n de todo esto es inmediata: Michael Jackson, con su ¨¢lbum Thriller y sus 23 millones de copias vendidos, ha batido todos los r¨¦cords habidos y por haber cuando el susodicho elep¨¦ se encuentra a¨²n en plena explotaci¨®n. Adem¨¢s de ello, ese joven negro electrizante ha conseguido que Paul McCartney saliera un poco de su median¨ªa, y ha mostrado, junto al director John Landis, que un v¨ªdeo musical puede ser un objeto art¨ªstico. Si adem¨¢s de todo eso el hombre arde en llamas durante la grabaci¨®n de un programa televisivo, nos vemos ya, ante la figura de un h¨¦roe, de alguien superior y distinto capaz de sublimar y hacer grandiosas experiencias tan cotidianas como cantar, ser bajito, llevar guantes (uno blanco en la mano derecha) o meter el dedo en la lumbre. Algo muy necesario y de lo que no andamos sobrados.
Al principio, all¨¢ por el cambio de la d¨¦cada anterior, Michael Jackson s¨®lo ten¨ªa 11 a?os y era el m¨¢s peque?o de una especie de familia Trapp negroamericana que, bajo el nombre de Jacksons 5 (cinco hermanos y varios primos) y en el per¨ªodo 1970-1976, consigui¨® seis discos de platino y 10 de oro para la compa?¨ªa Tamla Motown, que as¨ª ve¨ªa reverdecidos los laureles plantados en los sesenta por Supremes, Temptations, Four Tops, Marvin Gaye y otros monstruos de parecido calibre.
La tempran¨ªsima edad del enano Michael, que cantaba, bailaba y saltaba como un loco, dio bastante que hablar en los c¨ªrculos m¨¢s o menos progresistas de la ¨¦poca. Un buen tema de sobremesa era la explotaci¨®n a que un chiquito tan de estar en el colegio se ve¨ªa sometido por parte de unos padres desaprensivos y una empresa vamp¨ªrica. Y la verdad es que produc¨ªa un cierto morbo ver c¨®mo aquella diminutez pose¨ªa un dominio de la escena y de la garganta tan fuera de lo normal que, a buen seguro, proven¨ªa de un pacto (paterno-empresarial) con el diablo.
Luego se mostr¨® que no, que el diablo no le ven¨ªa a Michael Jackson de fuera, sino, m¨¢s bien, de dentro. Eso fue definitivo cuando, en 1979, editaba su primer elep¨¦ en solitario para la nueva compa?¨ªa de los ahora simplemente Jacksons, la CBS-EPIC, autora de la fiesta, el homenaje y todo lo dem¨¢s. El disco se llamaba Off the wall, y en ¨¦l Michael Jackson se afirmaba como una figura a nivel de un Stevie Wonder o un James Brown, por poner los m¨¢s grandes.
Parece talmente que este sea un cuento de hadas, pero incluso los dioses tienen problemas. O se los adjudican sin mayor problema. Resultar¨ªa, por tanto, que Michael Jackson tiene complejo de bajito y habr¨ªa intentado aclararse algo el color de su piel. Que tiene depresiones y que nada en mares de coca. No se sabe nada de cierto, pero as¨ª se crean im¨¢genes.
Lo que s¨ª es cierto, y cualquiera puede escuchar, viene a ser lo menos comentado. Y es que Michael Jackson, m¨¢s all¨¢ de sus peripecias vendedoras, de su vida fabulosa y de sus traumas compensados, es un verdadero monstruo de la m¨²sica. Su voz, sus composiciones, su ritmo corporal, su inteligencia y su sensibilidad describen las trazas de un tipo genialoide con tendencia a la genialidad. Sus ventas son una muestra de que la justicia, siendo ciega, de cuando en cuando acierta. No es nada progresista toda esta historia de integraci¨®n, pero al menos es bellamente irreal.
Babelia
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