Efecto de nieve
Parecen anomal¨ªas electr¨®nicas, pero son adversidades climatol¨®gicas. El resultado, sin embargo, es el mismo: la pantalla pierde color hasta quedarse pr¨¢cticamente blanca y s¨®lo intuimos unas brumosas siluetas enmascaradas en lucha contra el temporal que azota las pistas ol¨ªmpicas de Sarajevo. Lo que nos promet¨ªan como el gran espect¨¢culo televisual de estos d¨ªas, resulta que hasta el momento apenas se distingue de una elemental interferencia del aparato; precisamente la popular interferencia conocida con el nombre de efecto de nieve.El desinter¨¦s apasionante con que se siguen estos Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno no s¨®lo es debido a la fuerte borrasca yugoslava, que reconvierte el color en una serie de vulgares y desva¨ªdas im¨¢genes blanquigrises. Hay que reconocer que la mayor parte de estos deportes de invierno que se dirimen en Sarajevo -a excepci¨®n del duro hockey sobre hielo y del patinaje de velocidad- carecen de emoci¨®n teleg¨¦nica.
Profano en materia blanca
Para el telespectador profano en la materia blanca, para la inmensa mayor¨ªa, estas pruebas resultan de una monoton¨ªa exasperante. Visto un salto de trampol¨ªn, o un recorrido de eslalon, o un luge, vistos todos los dem¨¢s saltos y deslizamientos. Las diferencias de crono y de estilo en estas pruebas individuales tendr¨¢n mucha emoci¨®n para los practicantes, los jueces y los comentaristas en off, pero a este lado del televisor s¨®lo logramos ver repeticiones. Unos seres vestidos (ocultos) de id¨¦ntica manera, que reinciden una y otra vez -en ocasiones, hasta medio centenar de veces- en id¨¦nticos ejercicios deslizantes. La ¨²nica variedad reside en los n¨²meros del dorsal y en las cifras sobreimpresionadas del crono; pero no creo yo que esas diferencias digitales sean suficientes para hacer vibrar a la audiencia. Algo as¨ª como si de las carreras ciclistas ¨²nicamente retransmitieran laspruebas individuales contra reloj y las c¨¢maras se las arreglaran para escamotearnos los escenarios de la ruta o enfocaran siempre el mismo paisaje.
No le discuto belleza y m¨¦rito al deporte blanco; ni siquiera le discuto la emoci¨®n a estas competiciones cuando son vividas sobre la nieve. Digo, sencillamente, que estos Juegos de Invierno son de los espect¨¢culos Ol¨ªmpicos menos televisivos por el car¨¢cter individualista y reiterativo de la mayor parte de las pruebas. Lo que el televisor exige para producir emociones espont¨¢neas en el espectador profano es un escenario competitivo en donde los atletas luchen a la vez por un r¨¦cord, por un resultado, por una meta, por una medalla o por un pu?ado de d¨®lares. Los enfrentados pueden ser dos o pueden ser legi¨®n; puede ser el tenis o la marat¨®n, la esgrima o el automovilismo, el f¨²tbol o el boxeo. Pero cuando el deportista se enfrenta en solitario contra un reloj y contra unos jueces, la telegenia desaparece, la redundancia se apodera de la pantalla, la competici¨®n se transforma en exhibici¨®n, el espect¨¢culo no hace masa.
O para decirlo de manera m¨¢s precisa: estas pruebas individuales sobre la nieve apelmazada de Sarajevo tienen la incertidumbre del crono, pero carecen de la m¨ªnima incertidumbre narrativa. Y, para bien o para mal, este invento s¨®lo sirve para retransmitir narraciones, a veces propias; generalmente, narraciones ajenas.
Adem¨¢s, no hay negros en estos juegos blancos. Y una competici¨®n deportiva sin hombres de color, hoy por hoy, carece de inter¨¦s ol¨ªmpico. Todo tan inidividualista, tan cronom¨¦trico, tan blanco, tan fr¨ªo.
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