El final de la escapada
LAS IDAS y venidas, las vueltas y revueltas de Rafael Escuredo durante estos ¨²ltimos d¨ªas contribuyeron a crear un ambiente de expectaci¨®n en torno a las decisiones que el presidente de la Comunidad Aut¨®noma de Andaluc¨ªa adoptase finalmente sobre su propio futuro pol¨ªtico. Su figura est¨¢ unida a los ¨¦xitos de los socialistas andaluces en las urnas desde el refer¨¦ndum del 28 de febrero de 1980 hasta las elecciones al Parlamento auton¨®mico. Sin embargo, no siempre resulta f¨¢cil aislar el papel desempe?ado por un l¨ªder en la victoria de su partido, sobre todo cuando ocupa un lugar subalterno, aunque sea destacado, en la organizaci¨®n. La popularidad de los otros pol¨ªticos andaluces, las ra¨ªces hist¨®ricas y sociales del PSOE en la regi¨®n y los compromisos incluidos en el programa electoral socialista fueron, sin duda, factores decisivos a la hora de conseguir votos. Los resultados obtenidos por el PSOE el 28-0 demostraron que las elecciones auton¨®micas previas hab¨ªan constituido un preaviso del espectacular corrimiento electoral de la opini¨®n p¨²blica en favor del partido de Felipe Gonz¨¢lez desde comienzos de 1981.La gesti¨®n de Rafael Escuredo al frente de la Junta de Andaluc¨ªa no ha estado, desgraciadamente, a la altura de las desmesuradas expectativas suscitadas por la autonom¨ªa conseguida a trav¨¦s del art¨ªculo 151. La infundada creencia de que las instituciones ideadas para solventar las reivindicaciones pol¨ªticas, ling¨¹¨ªsticas y culturales de las nacionalidades hist¨®ricas ser¨ªan tambi¨¦n adecuadas para acabar con el subdesarrollo, la emigraci¨®n y el desempleo se halla en la base de esa frustraci¨®n, demag¨®gicamente alimentada por centristas y socialistas durante la transici¨®n. Con demasiada frecuencia, el presidente Escuredo ha utilizado los gestos vac¨ªos y la ret¨®rica huera para desviar la atenci¨®n y evitar las cr¨ªticas que pudieran derivarse de la comparaci¨®n entre las promesas imposibles y las obstinadas realidades. Pero todo el mundo sabe que la regla de oro de la demagogia es combinar la pr¨¢ctica moderada o conservadora con el doctrinarismo radical y el verbo encendido. Los firmes nudos establecidos por Rafael Escuredo con los tradicionales centros de poder andaluces dif¨ªcilmente pod¨ªan ser mantenidos en secreto durante largo tiempo.
En esta misma perspectiva, el constante recurso a los agravios comparativos, para poner en pie de guerra a los andaluces contra los ciudadanos supuestamente privilegiados de otras comunidades, ha formado parte de los pat¨¦ticos intentos realizados por Rafael Escuredo a fin de sustituir una gesti¨®n eficaz y escrupulosa de los recursos p¨²blicos por simples im¨¢genes que simulaban movimiento. La furibunda campa?a desatada contra la propuesta -elevada por Luis Y¨¢?ez, andaluz, al presidente del Gobierno, tambi¨¦n andaluz- de nombrar a Ricardo Bofill, un urbanista catal¨¢n de prestigio internacional, comisario de la Exposici¨®n Universal de Sevilla de 1992 uni¨® los cabos de la trenza formada por las ambiciones de la clase pol¨ªtica subalterna, la subordinaci¨®n de los intereses p¨²blicos a los intereses privados y la perversa utilizaci¨®n de los agravios comparativos de los humildes al servicio de las estrategias de los poderosos.
Adem¨¢s del grotesco sainete de la Expo-92, el retraso de las transferencias del Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA) y del Instituto para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (Icona) a la Junta de Andaluc¨ªa ha sido esgrimido como factor desencadenante del minidrama puesto en escena por Rafel Escuredo, abrasado de impaciencia por conseguir las competencias necesarias para acometer con urgencia inaplazable la reforma agraria en Andaluc¨ªa. Cabe, sin embargo, mostrar alg¨²n escepticismo respecto a la solidez de ese argumento, entre otras cosas porque no resultan. f¨¢cilmente conciliables el ardor del presidente de la Junta en pro de la reforma agraria (programa pleno de resonancias emocionales en una regi¨®n donde abundan los braceros sin tierra y los desempleados) y los recios apoyos que su figura ha tenido en los medios conservadores andaluces.
En cualquier caso, el Gobierno ha dado una prueba ejemplar de que sus relaciones con la Comunidad Aut¨®noma de Andaluc¨ªa, donde los socialistas poseen una desahogada mayor¨ªa, siguen las mismas pautas que su pol¨ªtica hacia el resto de las instituciones de autogobierno, incluidas la catalana y la vasca. El calendario de las transferencias a Andaluc¨ªa no ha sido alterado para dar satisfacciones clientelistas. De esta forma, el poder ejecutivo queda libre de cualquier sospecha de favoritismo o tendenciosidad en funci¨®n del signo pol¨ªtico de las mayor¨ªas de los territorios aut¨®nomos. Esa actitud es tanto m¨¢s digna de elogio cuanto que la pirotecnia desencadenada por Rafel Escuredo, a quien siempre le ha gustado utilizar el chantaje pol¨ªtico como arma negociadora, puede desgastar seriamente las posiciones socialistas en Andaluc¨ªa. En efecto, el presidente de la Junta parece resuelto a cambiar su antiguo disfraz de huelguista de hambre de fin de semana por el nuevo ropaje de v¨ªctima inocente de maniobras ocultas e inconfesables. Dado que la megaloman¨ªa rara vez soporta las luces y los taqu¨ªgrafos de la informaci¨®n libre y veraz, y siempre la atribuye a inconfesables instrucciones, con desprecio del libre ejercicio de la profesi¨®n period¨ªstica, era seguramente irremediable que Rafael Escuredo eligiera los, fuegos artificiales de la inmolaci¨®n como salida de urgencia a sus propios errores pol¨ªticos. El PSOE, que padecer¨¢ los efectos negativos de este incidente en momentos dif¨ªciles para la gesti¨®n gubernamental, ser¨¢, en ¨²ltima instancia, el gran perjudicado de esta historia, que arroja como moraleja complementaria la conclusi¨®n de que los inventos terminan siempre estall¨¢ndoles en las manos a sus art¨ªfices.
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