Los culpables del 'afeitado' contin¨²an en la impunidad
El Ministerio del Interior har¨¢ p¨²blica en breve la lista m¨¢s numerosa de criadores de reses bravas sancionados por el fraude del afeitado, y algunos de ellos, entre los que, al parecer, se encuentra el famoso Eduardo Miura, ser¨¢n inhabilitados por un a?o. Sin embargo, todo el mundo taurino sabe que los verdaderos culpables de esta grave corruptela, que tiene m¨¢s de 40 a?os de vigencia plena, contin¨²an cometiendo la fechor¨ªa desde la m¨¢s absoluta impunidad.Las astas de m¨¢s de 70 toros, pertenecientes a una treintena de ganaderos, han sido sometidas a manipulaci¨®n fraudulenta (afeitadas), seg¨²n el dictamen de los veterinarios encargados de los correspondientes an¨¢lisis, y a pesar de que la cifra puede ser escandalosa, existe la creencia de que a¨²n han sido muchos m¨¢s los toros que saltaron al ruedo con las astas mermadas en el transcurso de la temporada 1983. De estos ganaderos que ser¨¢n sancionados, varios de ellos son reincidentes y muchos llevan a?os ofreciendo su mercanc¨ªa con el aval de su expresa autorizaci¨®n para que sea manipulada, si lo desea el comprador, con lo cual ejercen una competencia desleal.
Pero tambi¨¦n son muchos los ganaderos que no autorizan bajo ning¨²n concepto el afeitado, y sin embargo, una vez fuera de la dehesa, las reses son sometidas a manipulaci¨®n por parte de especialistas a sueldo de quienes han de lidiar los toros o sus apoderados y exclusivistas. Y estos personajes son los culpables verdaderos del fraude, que practican sin especiales cautelas.
Se trata de una conducta delictiva, conocida e incluso divulgada -con nombres y apellidos-, que, por otra parte, es muy f¨¢cil de descubrir. Los afeitadores son conocidos de todo el mundo taurino y los inductores tambi¨¦n, pues se reducen al torero que lidi¨® el toro manipulado, o su apoderado, o el empresario, o quiz¨¢ los tres a la vez. Si desde Interior hubiera voluntad cierta de erradicar el fraude bastar¨ªa que, en caso de presunci¨®n de que se hab¨ªa producido (mediante la simple observaci¨®n de las astas de los toros, aun en vivo), la polic¨ªa interrogaran al transportista del ganado, a los afeitadores habituales en la zona y a los encargados de los corrales de la plaza, y acaso tambi¨¦n a los apoderados, y los sometieran a careo.
A veces los toros se afeitan poco antes de saltar al ruedo, pues no se precisa ni el caj¨®n de curas para efectuar la labor. Un caracterizado representante de los ganaderos nos manifestaba: "Una sencilla pistolita de las que disparan c¨¢psulas, que est¨¢ al alcance de cualquiera, es suficiente para adormecer al toro y abatirlo, y en estas condiciones el afeitado se puede hacer en los mismos corrales". Y a?ad¨ªa: "Dicen que gente de confianza del ganadero acompa?a a sus toros desde que salen de la finca hasta que aparecen en el ruedo, y es verdad casi siempre, pero con reservas. Porque esa persona de confianza come y duerme y se toma copas como los dem¨¢s, y desde luego no est¨¢ exenta de la tentaci¨®n de aceptar una propina a cambio de desaparecer durante un rato de donde est¨¦n los toros, que puede ser lo mismo en los corrales de la plaza que en el transcurso de una parada concreta durante el viaje".
En la lista de ganaderos sancionados que aparecer¨¢ en breve muy posiblemente faltar¨¢n muchos cuyas reses fueron afeitadas y no tienen multa porque en su d¨ªa no se enviaron las astas a la Escuela Nacional de Sanidad Veterinaria para su an¨¢lisis. Pero en ella habr¨¢ algunos que son inocentes porque nunca tuvieron voluntad de defraudar y son v¨ªctimas de una pandilla de taurinos corrompidos, los cuales act¨²an impunemente, al amparo de la incomprensible inhibici¨®n de la autoridad.
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