La creaci¨®n del Servicio Nacional de Salud, un reto hist¨®rico
Hace unos d¨ªas se ha hecho p¨²blica la ley general de Sanidad, que posteriormente habr¨¢ de ser discutida y aprobada por las Cortes. En la misma se arroja el marco legislativo que habr¨¢ de permitir la puesta en marcha de un Servicio Nacional de Salud (SNS) en Espa?a, pero ello, con ser muy importante, no ser¨¢ suficiente si no se tienen adem¨¢s en cuenta las peculiaridades y dificultades que dicho modelo, el SNS, tiene para su implantaci¨®n en nuestra realidad concreta.En esencia, puede decirse que el Servicio Nacional de Salud es un sistema que cambia el concepto sanitario actual y hace hincapi¨¦ precisamente en la salud, en la promoci¨®n de la salud y en la prevenci¨®n de la enfermedad, y que aborda este problema desde todos los ¨¢ngulos posibles (asistencial, laboral, social, ecol¨®gico, etc¨¦tera), influyendo y actuando sobre los diferentes niveles que determinan la producci¨®n de la enfermedad. Para ello hay que cambiar la mentalidad del sistema sanitario y del personal que en ¨¦l trabaja.
Un SNS que cubra a todos los ciudadanos deber¨ªa sufragarse a costa de los Presupuestos Generales del Estado y no a partir de la Seguridad Social (SS), por muy extendida que ¨¦sta est¨¦; pero es evidente que, durante una larga fase de transici¨®n, la SS ser¨¢ una fuente de financiaci¨®n fundamental para el SNS, y ello entrar¨¢ en contradicci¨®n con la grave crisis financiera que en nuestro pa¨ªs tiene la SS, y las dificultades que entra?a una financiaci¨®n de ¨¦sta sin una participaci¨®n o fiscalizaci¨®n en la gesti¨®n de los fondos. Lo mismo puede decirse de la problem¨¢tica que se va a crear en la medida que las comunidades aut¨®nomas empiecen a hacerse cargo de la gesti¨®n sanitaria. La posibilidad de que surjan 17 servicios regionales de salud con planteamientos, planificaci¨®n e incluso coberturas diferenciadas puede suponer un obst¨¢culo que hay que resolver con habilidad legislativa, siendo capaces de unificar lo fundamental, el SNS, y permitir a la vez una gesti¨®n descentralizada.
Si se quiere que un SNS funcione, hay que implicar en el mismo a la totalidad de la poblaci¨®n e integrar a la comunidad en los problemas de salud. De ah¨ª la importancia que tiene la actitud de la poblaci¨®n ante el tema. No creemos descubrir nada nuevo si decimos que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n espa?ola no est¨¢, aqu¨ª y ahora, por un SNS. La desgraciada experiencia que hemos hecho de la actual asistencia sanitaria p¨²blica (muy especialmente la del sector ambulatorio) ha creado un fen¨®meno de rechazo, natural y saludable, por parte de la poblaci¨®n. Pero este rechazo se est¨¢ intentando que se convierta en una mentalidad privatista y liberalizadora de la pr¨¢ctica m¨¦dica.
Todos sabemos que un sector numeroso de nuestros conciudadanos conf¨ªa m¨¢s en el m¨¦dico de paga que en el del seguro, aunque, curiosamente, son las mismas personas quienes ejercen en la sanidad p¨²blica y en las sociedades y medicina privadas. Es esta confianza la que se intenta reforzar con planteamientos que hacen de la "libre elecci¨®n de m¨¦dico" y del "pago por acto m¨¦dico" el centro de la problem¨¢tica sanitaria, y que son esgrimidos por el Consejo General de Colegios M¨¦dicos.
Campa?a p¨²blica
Este planteamiento es totalmente enga?oso. La medicina privada no es de mejor calidad y s¨ª mucho m¨¢s cara que la sanidad p¨²blica, siendo adem¨¢s acompa?ada, en algunos casos, de una multiplicaci¨®n de actos m¨¦dicos y de prescripciones innecesarias. No hay m¨¢s que comparar pa¨ªses con SNS y otros con sistemas liberalizados para constatar los mejores niveles de salud a m¨¢s bajo costo que obtienen los primeros.
Pero este debate debe hacerse llegar a la poblaci¨®n, y es necesario abrir una amplia campa?a p¨²blica que permita a los ciudadanos evaluar las ventajas e inconvenientes de los dos sistemas que se propugnan, pero antes a¨²n es urgente mejorar la actual asistencia sanitaria p¨²blica, especialmente la ambulatoria, pues de nada valdr¨¢n los discursos te¨®ricos si la poblaci¨®n no ve que las condiciones en que recibe su asistencia mejoran de una forma sustancial.
Los m¨¦dicos son, hoy en d¨ªa, quienes detentan el centro de decisi¨®n del sistema sanitario. Incluso los sistemas m¨¢s alejados de nuestras coordenadas geopol¨ªticas conservan la capacidad de decisi¨®n en el terreno sanitario en manos de los m¨¦dicos. Por ello, independientemente de que esta situaci¨®n nos guste o no, cualquier tipo de reforma que se quiera abordar en nuestra sanidad no podr¨¢ hacerse contra la opini¨®n y la oposici¨®n organizada de la mayor¨ªa de los m¨¦dicos.
De ah¨ª que una de las primeras tareas que hay que plantearse si s e quiere poner en marcha y consolidar un SNS es conseguir la adhesi¨®n a dicho proyecto de un colectivo num¨¦ricamente importante de m¨¦dicos, y ello adem¨¢s por dos motivos suplementarios: porque se espera de los m¨¦dicos qu¨¦ ejerzan un papel de coordinaci¨®n funcional respecto al conjunto de los dem¨¢s profesionales y porque se supone que una de las virtudes a corto plazo del SNS ser¨¢ el frenar el consumo excedentario de f¨¢rmacos y servicios sanitarios, de los cuales el m¨¦dico es el mayor, por no decir el ¨²nico, inductor de la demanda.
Este poder m¨¦dico est¨¢ hoy representado por el Consejo General de Colegios M¨¦dicos y la Confederaci¨®n Estatal de Sindicatos M¨¦dicos, y ha logrado arrastrar a sus posiciones a un buen n¨²mero de m¨¦dicos que deber¨ªan obtener ventajas, econ¨®micas y profesionales, con la instauraci¨®n de un SNS, pero que no ven. clara la pol¨ªtica del Ministerio de Sanidad en este terreno.
Muro de contenci¨®n
Si el ministerio es incapaz de producir un corte entre los intereses de la mayor¨ªa de los profesionales m¨¦dicos y el grupo de elite, elite econ¨®mica, entend¨¢monos, que hoy hegemoniza su representaci¨®n colegial, encontrar¨¢ un muro de contenci¨®n en cuantos proyectos o reformas pretenda instrumentar en el camino de un SNS.
De todo lo expuesto se puede deducir que la implantaci¨®n de un SNS en nuestro pa¨ªs va a chocar con numerosas dificultades, pero, a nuestro entender, todas ellas superables.
El primer eslab¨®n de su superaci¨®n ser¨¢ la clara definici¨®n en este sentido de la ley general de Sanidad, que habr¨¢ de perfilar las interrelaciones entre los diferentes ¨®rganos gestores y sus competencias presupuestarias. Debe adem¨¢s quedar bien establecida cu¨¢l va a ser la relaci¨®n entre salud p¨²blica y medicina privada, si se quiere evitar la an¨®mala situaci¨®n de subsidiariedad que hoy tiene el sector p¨²blico respecto al privado. Los campo! deben de quedar bien delimitados y separados, sin posibilidades de parasitismos.
Las perspectivas de un SNS no pueden descansar exclusivamente en el Ministerio de Sanidad, dependen de los ciudadanos -y de las instituciones c¨ªvicas de que se doten: asociaciones, partidos, sindicatos, etc¨¦tera- y de los profesionales que nos movemos en esta direcci¨®n, pero todas estas inquietudes tendr¨¢n que ser recogidas, elaboradas y pol¨ªticamente plasmadas por la gesti¨®n ministerial.
Creemos honestamente, que hasta ahora no se ha hecho, o no ha sabido hacerse. Quienes as¨ª nos expresamos, y la federaci¨®n de asociaciones a la que representamos, no ocultamos segundas intenciones y, por tanto, nos sentimos moralmente legitimados para pedir a los responsables ministeriales -porque todav¨ªa es tiempo de hacerlo- que introduzcan en su pol¨ªtica todas las rectificaciones necesarias e impriman a la misma una cohesi¨®n y homogeneidad que hasta el momento presente no ha constituido su principal caracter¨ªstica. Cuando se est¨¢ ante el reto de una oportunidad hist¨®rica que quiz¨¢ no se presente nunca m¨¢s, nadie debe permitirse el lujo de faltar a sus compromisos.
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