La moral de la industria
Aunque las armas qu¨ªmicas y bacteriol¨®gicas est¨¢n tan prohibidas como la hero¨ªna, se sabe que grandes y no tan grandes potencias est¨¢n acumulando arsenales de tan denostados medios de destrucci¨®n. Se hace, pero no se dice. Y cuando llega la ocasi¨®n, estas armas se emplean a t¨ªtulo de ensayo parcial, de comprobaci¨®n de su eficacia sobre cobayas no muy abundantes y de segunda divisi¨®n hist¨®rica: vietnamitas, iran¨ªes, iraqu¨ªes, etc¨¦tera, etc¨¦tera. La investigaci¨®n cient¨ªfica es cruel y se nutre de cad¨¢veres sacrificados en aras del progreso humano.Mientras lentamente la humanidad se conciencia sobre el irracionalismo del armamentismo nuclear, supuestamente disuasorio, cient¨ªficos y polem¨®logos se aplican a investigar nuevas armas, cuyo nombre, hoy por hoy, poca cosa dice al personal. Armas infrasonoras que pueden provocar ataques card¨ªacos a toda una comunidad o gen¨¦ticas que esterilizan a los habitantes de toda una comarca afectada o ¨¦tnicas que pueden destruir selectivamente a predeterminados grupos de una poblaci¨®n. La ciencia, se dice, es neutral y se debe una obediencia ciega a s¨ª misma. Adem¨¢s, en caso de reticencias moralistas, se recurre al aval ¨¦tico de que es preciso estar tan armado como el presunto agresor, cuantitativa y cualitativamente.
Durante d¨¦cadas y d¨¦cadas, la conciencia progresista, a trav¨¦s de diferentes ismos, ha querido oponer los hechos de conciencia a los hechos consumados. Pero asistimos ahora a un fin de siglo s¨®lo apto para c¨ªnicos, supervivientes, especialistas en c¨¢lculo de probabilidades, pragm¨¢ticos y dem¨¢s peligrosos animales factuales, f¨¢cticos, f¨¢ctidos, partidarios de un racionalismo de habas contadas. La industria del armamento alivia muchas econom¨ªas nacionales en esta ¨¦poca de crisis en que no se vende ni un peine a los chinitos. Bajo el s¨ªndrome del desequilibrio de la balanza de pagos acabar¨ªamos asumiendo la necesidad de instalar f¨¢bricas de virus de cirrosis en zonas afectadas por la reconversi¨®n industrial. Al fin y al cabo, las cirrosis espa?olas son famosas en el mundo entero y pierden poco en lata.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.