La b¨²squeda del equilibrio hidr¨¢ulico / y 3
El oficio de ingeniero conduce a un enfrentamiento con la realidad natural, y su pr¨¢ctica profesional, que con tanta frecuencia se traduce en una transformaci¨®n de las condiciones naturales, le lleva a pensar que en la marcha del progreso la naturaleza es su ¨²nico antagonista, lo ¨²nico esencialmente modificable por su intervenci¨®n. Con la misma frecuencia olvida que existe una segunda naturaleza, la creada por el hombre en su historia, constituida por poblaciones, costumbres, leyes, derechos y creencias, mucho m¨¢s reacia a toda transformaci¨®n y mucho m¨¢s dif¨ªcil de ser corregida cuanto menos f¨ªsica, y, por as¨ª decirlo, m¨¢s verbal, es. El esp¨ªritu es, para el ingeniero, m¨¢s inerte, conservador e inamovible que la materia. Lo cierto es que no hay ning¨²n ingeniero, por fortuna, que pueda alterar los sentimientos regionales o los derechos de ciertos regantes. Y en contraste con la primera, esta segunda naturaleza crece, se robustece y aherroja cada d¨ªa que el hombre habita su tierra. Antes habl¨¦ de dos circunstancias que, en principio, se oponen al desarrollo de aquellos planes que a largo plazo han de perseguir la consecuci¨®n de un equilibrio hidr¨¢ulico para nuestro pa¨ªs; se pueden configurar en paralelismo con las dos naturalezas. Y si, por un lado, he expuesto unos datos de primera magnitud deducidos de la auscultaci¨®n del primer reino, y que a no dudar insinuar¨¢n las direcciones fundamentales que han de seguir aquellos planes, por otro, he de mencionar el conjunto de medidas pol¨ªticas, legales y administrativas que han de hacer posible la puesta en ejecuci¨®n de aqu¨¦llos. En primer lugar, a lo que entiendo, es necesaria la aprobaci¨®n y puesta en vigor de una nueva ley de Aguas, en cuya promulgaci¨®n est¨¢ empe?ado el actual Gobierno; una ley que parta del principio b¨¢sico que considera el agua como un bien com¨²n, y que ha de llevar al ciudadano espa?ol a la convicci¨®n de que el ordenamiento hidr¨¢ulico ha de ser una empresa absolutamente colectiva, olvidando de una vez para siempre cualquier particularismo -sea a la escala que sea- y obligando a renunciar a quien lo disfrute a cualquier obsoleto derecho que haga de ¨¦l un ciudadano hidr¨¢ulicamente privilegiado, en detrimento de otros imperiosamente necesitados de lo que a ¨¦l le sobra.Experiencia significativa
La primera experiencia espa?ola en cuanto a modificaci¨®n del estado heredado de las cuencas y sus caudales ha sido muy significativa, m¨¢s por las pol¨¦micas y repercusiones p¨²blicas que ha suscitado que por la modificaci¨®n del balance hidr¨¢ulico que ha introducido en las tierras que ha afectado. Del trasvase Tajo-Segura se puede decir todo lo que se quiera menos que se trata de una obra gratuita e innecesaria; es, sin m¨¢s, una de las piezas imprescindibles del complicado mecanismo que es preciso montar si nuestro pa¨ªs aspira un d¨ªa a tener equilibrado su balance, y si ha suscitado tanta pol¨¦mica (m¨¢s a la hora de su explotaci¨®n que durante su construcci¨®n) se debe, en buena medida -y esto es una opini¨®n muy personal-, a su singularidad, a que no ha venido acompailada de otras equivalentes que poco a poco vayan formando ese mecanismo y a la atrasada manera de pensar de mucha gente, que siguie creyendo todav¨ªa en la propiedad territorial del agua. Sobre este acueducto -y sobre los que en el futuro se hayan de construir para disponer de ese mecanismo de compensaci¨®n hidr¨¢ulica- quiero a?adir algo un tanto obvio, pero que no puede dejarse de lado: las cr¨ªticas que recibe se refieren todas a su explotaci¨®n, al hecho de que sirve para quitar agua de una cuenca y entregarla a otra, sin que ambos actos -despojo y donaci¨®n- est¨¦n t¨¦cnica y legalmente justificados. Pero aun suponiendo que as¨ª fuera y que la cuenca expoliada fuera tan deficitaria conio la receptora (esto es, que toda la operaci¨®n no fuera m¨¢s que el desnudar a un santo para vestir a otro), de lo que no cabe la menor duda es que ese viaducto es el camino m¨¢s econ¨®mico y corto para llevar agua a un lugar sediento y que en su d¨ªa vendr¨¢ a formar parte de una red viaria interconectada que permitir¨¢ transportar los excedentes h¨ªdricos a los puntos donde son necesitados, pues ?hay alguien en Espa?a que dude que hay cuencas deficitarias y cuencas excedentes? Aun suponiendo que una hubiera perfectamente compensada, y con sus l¨ªmites coincidentes con los de su autonom¨ªa pol¨ªtica y administrativa, por su vecindad con otras que no gozaran de su misma suerte se ver¨ªa obligada a entrar en el juego de las compensaciones, entregando la misma agua a la sedienta que recibiera de la excedente y abrir su territorio al paso de los acueductos, pues, de no prestarse a ello, ?cabr¨ªa afirmar que segu¨ªa formando parte de la comunidad espa?ola? La cuenca del Tajo, por su especial situaci¨®n geogr¨¢fica y por su ajustado balance hidr¨¢ulico, puede considerarse como una frontera entre las tierras excedentes y las deficientes, y con independencia de procurarse su propio desarrollo, no podr¨¢ sustraerse a su funci¨®n colectora de aguas septentrionales para su despacho hacia tierras meridionales; una suerte de plataforma de reparto de todas las aguas centrales.
Este estado de cosas lleva, finalmente, a una consideraci¨®n de la m¨¢xima importancia. El mecanismo de compensaci¨®n hidr¨¢ulica de que habl¨¦ antes ser¨¢ una empresa com¨²n que costar¨¢ un enorme esfuerzo, una enorme cantidad de dinero y tal n¨²mero de a?os que probablemente los t¨¦cnicos de mi generaci¨®n no llegaremos a verlo. Me atrevo a presumir que, como obra p¨²blica, ser¨¢ la m¨¢s importante del pa¨ªs en toda su historia. Y ah¨ª est¨¢ el gran problema de las prioridades. Ese mecanismo no se podr¨¢ -muy probablemente- ni proyectar ni, por supuesto, llevar a la ejecuci¨®n sino por partes. A partir de un plan general que perfile y defina los ¨²ltimos objetivos se deber¨¢ comenzar por los elementos m¨¢s asequibles, como puede ser la regulaci¨®n total de las cuencas, para de ah¨ª pasar a las conexiones entre cuencas vecinas por sus puntos de paso m¨¢s favorables, y de ah¨ª saltar a la comunicaci¨®n rec¨ªproca entre todas las cuencas hasta alcanzar la facultad de entregar en cualquier punto del territorio espa?ol el agua ca¨ªda en cualquier otro punto. Nada m¨¢s f¨¢cil de pronosticar que el c¨²mulo de dificultades pol¨ªticas, jur¨ªdicas y t¨¦cnicas que se opondr¨¢n al segundo paso una vez agotada la regulaci¨®n global de las cuencas. Sin duda que las mismas reacciones que ha suscitado el trasvase Tajo-Segura se producir¨¢n entonces; las mismas quejas, las mismas alegaciones, las mismas acusaciones acerca de la futilidad de la operaci¨®n, el despojo del necesitado, la necesidad de compensaciones. A m¨ª no me parece una medida de buen gobierno demorar a las calendas griegas la soluci¨®n de un problema latente que al ser suscitado provoca reacciones casi violentas, m¨¢s temibles que aquellas a que da lugar la sed. Me parece que el problema est¨¢ en dotar a los espa?oles de la cantidad de agua que necesitan, y a la que tienen derecho, y no en procurar no levantar o herir los sentimientos locales o regionales o despertar la nueva suspicacia auton¨®mica contra todo gesto emanado del Gobierno central. Pues, aunque parezca parad¨®jico, es precisamente a causa de las numerosas reacciones que ha levantado el trasvase Tajo-Segura por lo que creo urgente reanudar desde este momento la pol¨ªtica de trasvases, al tiempo que se contin¨²a, por parte de la Direcci¨®n General de Obras Hidr¨¢ulicas, la regulaci¨®n global de las cuencas mediante nuevos embalses. ?Qui¨¦n duda de que la nueva generaci¨®n de pol¨ªticos y t¨¦cnicos sabr¨¢ sacarla adelante por el camino m¨¢s convincente y menos emotivo?
escritor, novelista -Volver¨¢s a Regi¨®n, Herrumbrosas lanzas-, es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
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