La libertad de las martas cibelinas

Los guionistas han trasladado a las calles de Mosc¨² una t¨ªpica historia de espionaje que habitualmente se desarrolla en los decorados de Estados Unidos o Europa. Esa novedad, sin duda, tiene atractivo, y aunque el rodaje no se haya celebrado en el lugar de la acci¨®n, sigue siendo el posible encanto de la pel¨ªcula.La historia -bien narrada- no deja de ser t¨®pica: tres cad¨¢veres sin rostro aparecen congelados en un parque, y un polic¨ªa destartalado tiene que luchar contra el hermetismo del KGB para identificar a los muertos y descubrir al responsable.

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La historia comienza a adquirir m¨¢s sentido cuando los guionistas giran la simple an¨¦cdota policial para transformarla en panfleto de guerra fr¨ªa. Las martas cibelinas que motivan los asesinatos y el tan grave foll¨®n que a duras penas logra seguirse en sus ¨²ltimos minutos representan a toda la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y por eso persiguen su libertad. Cuando pueden salir de las terribles c¨¢rceles en que las encerraron los g¨¢nsteres de la historia, sube la m¨²sica a tope y la imagen se hace bell¨ªsima: estamos en Estocolmo.Vuelven a aparecer, pues, estas pel¨ªculas propagand¨ªsticas que tanto recuerdan la hornada que se produjo en los primeros a?os cincuenta. Se trata de reducir al t¨®pico lo que desde fuera se conoce de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y englobarlo en una historia de buenos y malos en la que los americanos malos son los que comercian con los rusos, y los rusos buenos, los que huyen de su pa¨ªs. Directa o indirectamente, no se trata de otra cosa.

Sin embargo, Michael Apted ha realizado su pel¨ªcula con solvencia y seguridad. El excelente trabajo de sus actores principales y su sabia herencia del mejor cine negro convertir¨ªan Gorky Park en un buen filme de su g¨¦nero si no fuera porque la elementalidad de sus pretensiones aneg¨® tambi¨¦n su propia estructura dram¨¢tica: es todo tan ingenuo que ni la confusi¨®n final aporta mayor enjundia.