Constituci¨®n y d¨¦ficit
La funci¨®n parlamentaria de contenci¨®n del gasto p¨²blico es m¨¢s o menos eficaz seg¨²n los pa¨ªses y los tiempos; pero su decadencia se generaliza a partir del ¨²ltimo tercio del siglo XIX y se acelera desde el final de la segunda guerra mundial. Por ejemplo, en Espa?a los gastos de las Administraciones p¨²blicas representaban en 1900 el 8% del producto interior bruto; en 1975, el 24%, y en 1982, el 36%. En otros pa¨ªses se han alcanzado porcentajes m¨¢s altos, si bien el incremento no ha sido tan brusco como en Espa?a durante el per¨ªodo del cambio pol¨ªtico. Los Parlamentos contempor¨¢neos, lejos de reducir el gasto p¨²blico, han sido los protagonistas de su progresi¨®n casi exponencial. ?Por qu¨¦? Hay un hecho muy revelador: a medida que las asambleas se democratizan disminuye su capacidad moderadora de la presi¨®n tributaria, y la introducci¨®n del sufragio universal imprime un ritmo todav¨ªa m¨¢s r¨¢pido al proceso.Los partidos y el gasto p¨²blico
Esta correlaci¨®n se produce porque la extensi¨®n del derecho de voto y el fortalecimiento de los partidos modifica esencialmente los t¨¦rminos de la representaci¨®n pol¨ªtica. Los diputados de la nobleza y del clero proteg¨ªan su propio peculio al negarse a las subidas fiscales, y los procuradores de las ciudades defend¨ªan su cargo y la fidelidad a su mandato al oponerse a nuevos impuestos sobre sus conciudadanos. Adem¨¢s, los destinatarios de los fondos p¨²blicos eran, b¨¢sicamente, la Corona, la peque?a minor¨ªa de los funcionarios y el Ej¨¦rcito; es decir, que los gastos del Estado no revert¨ªan sobre la gran masa de los contribuyentes.
Los protagonistas reales de los Parlamentos actuales son los partidos, y ¨¦stos no son entes perfectos que se ajustan a un ideal, sino sujetos sociales que tienden a maximizar la propia utilidad pol¨ªtica de sus decisiones, es decir, a robustecer su poder. Este intr¨ªnseco dinamismo les lleva a incrementar el gasto p¨²blico por los motivos siguientes: 1) Cuanto mayor sea la participaci¨®n del Estado en la econom¨ªa, m¨¢s extensa ser¨¢ el ¨¢rea de acci¨®n de la clase pol¨ªtica. 2) Cuanto m¨¢s elevadas sean las disponibilidades crediticias, m¨¢s numerosas ser¨¢n las posibilidades de ampliar la clientela pol¨ªtica, favoreci¨¦ndola con empleos y transferencias. 3) Cuanto m¨¢s cuantiosos sean los recursos p¨²blicos, habr¨¢ m¨¢s margen para hacer concesiones econ¨®micas a otros partidos con el fin de recabar su abstenci¨®n o su apoyo.
La tendencia a multiplicar su poder por la v¨ªa de ganar electores lleva a los partidos a aumentar el gasto p¨²blico, pero de manera que sus votantes sientan lo menos posible la presi¨®n fiscal. Y con este objeto se tiende a utilizar las recetas siguientes: 1) La imposici¨®n progresiva para que las masas crean que s¨®lo van a contribuir los ricos. 2) La emisi¨®n de deuda p¨²blica interior y exterior sustitutoria de nuevos impuestos. 3) La creaci¨®n de dinero a trav¨¦s del banco emisor, que es lo que el vulgo denomina "la f¨¢brica de billetes", aunque dichos medios de pago no sean tanto circulaci¨®n fiduciaria cuanto cr¨¦ditos al Tesoro. Y 4) La inflaci¨®n, que es una tasa, difusa, disfrazada y, adem¨¢s, desigual, porque grava especialmene a los que tienen ingresos fijos dinerarios, es decir, a los asalariados, los ahorradores y los pensionistas.
Estos dinamismos se reflejan con nitidez aritm¨¦tica en la tendencia de las democracias parlamentarias multipartidistas al d¨¦ficit presupuestario, a la inflaci¨®n y al endeudamiento. En Espa?a el d¨¦ficit fue de 34.000 millones en 1978; de 142.000, en 1979; de 327.000, en 1980; de 650.000, en 1981; de 900.000, en 1982; de un bill¨®n 300.000 millones, en 1983, y superar¨¢ el bill¨®n 700.000 millones en 1984. El d¨¦ficit es un mal general de las democracias partitocr¨¢ticas; pero en 1984 el promedio del d¨¦ficit de los siete grandes pa¨ªses industriales (Alemania, Canad¨¢, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Italia y Jap¨®n) ser¨¢ del 3,8% del producto interior bruto, mientras que el de Espa?a oscilar¨¢ en torno al 6,8%, casi el doble.
Inflaci¨®n y endeudamiento
En cuanto a la inflaci¨®n, que est¨¢ siendo el s¨ªntoma m¨¢s combatido por su espectacular incidencia negativa en el equilibrio econ¨®mico, la media de los pa¨ªses de la OCDE fue de 9,7 entre 1976 y 1981, de 7,8 en 1982 y de 5,5 en 1983; las respectivas cifras espa?olas para esas mismas fechas se aproximan al doble: 18, 14 y 12,2.
Respecto al endeudamiento (deuda interior y exterior, pagar¨¦s del Tesoro y recurso al Banco de Espa?a), los n¨²meros son tambi¨¦n crecientes: 34.000 millones en 1978, 142.000 en 1979, 327.000 en 1980, 650.000 en 1981, 900.000 en 1982 y un bill¨®n 300.000 millones en 1983. La deuda exterior de algunas democracias ha alcanzado cifras muy elevadas en t¨¦rminos absolutos y relativos; por ejemplo, M¨¦xico, 63.000 millones de d¨®lares, y Venezuela, 28.000. Espa?a debe 30.000 millones de d¨®lares, la mayor parte por pr¨¦stamos concertados despu¨¦s de 1977.
El d¨¦ficit presupuestario entra?a retraimiento de la inversi¨®n privada por alza de los tipos de inter¨¦s y absorci¨®n estatal de ahorro, descenso de la productividad por incremento del gasto consuntivo, aumento de la inflaci¨®n, desempleo, devaluaci¨®n de la moneda, endeudamiento y, en definitiva, empobrecimiento social e hipoteca del futuro. Como acaba de afirmar el profesor Rojo, director de estudios del Banco de Espa?a, "el d¨¦ficit p¨²blico amenaza con bloquear el desarrollo econ¨®mico del pa¨ªs". La democracia parlamentaria se encuentra ante el dilema de que fracase su modelo econ¨®mico o de frenar el d¨¦ficit. Esto ¨²ltimo ser¨ªa ut¨®pico esperarlo del triunfo universal de filantr¨®picos partidos liberales. La soluci¨®n tendr¨ªa que ser una norma jur¨ªdica del m¨¢s alto rango, que limitara el poder parlamentario y gubernativo para endeudarse y para crear dinero inflacionista. ?ste es el tema al que ha dedicado notables esfuerzos te¨®ricos la escuela del public choice, y especialmente uno de sus portavoces, el economista norteamericano J. M. Buchanan, autor de media docena de importantes libros entre los que destacan The calculus of consent (1962) y Democracy in deficit (1977).
Autofagia financiera
La democracia parlamentaria camina hacia su autodestrucci¨®n si no racionaliza su potestad financiera. El proceso de autofagia se cumple simult¨¢neamente en dos l¨ªneas paralelas: el empobrecimiento y la progresiva estatizaci¨®n de la econom¨ªa, que, como demostr¨® Hayek, conduce al totalitarismo. ?Cu¨¢l puede ser la terap¨¦utica de esta grave dolencia? La inclusi¨®n en la Constituci¨®n de cl¨¢usulas de este orden: a) Equilibrio obligatorio de gastos e ingresos ordinarios en el presupuesto. b) Alza autom¨¢tica de los tipos tributarios o disminuci¨®n del gasto p¨²blico en caso de d¨¦ficit. c) Necesaria limitaci¨®n de las emisiones de deuda a inversiones extraordinarias cuyos efectivos rendimientos aseguren el pago de los intereses y amortizaciones. d) Fijaci¨®n de una relaci¨®n m¨¢xima entre creaci¨®n de dinero por la autoridad monetaria y crecimiento de la renta nacional. e) Destino obligatorio del super¨¢vit presupuestario a la amortizaci¨®n de la deuda p¨²blica. Y f) Excepci¨®n en caso de guerra o de emergencia nacional aprobada por una mayor¨ªa cualificada y para un solo ejercicio.
En la Alemania de Weimar y en la Argentina reciente un mill¨®n de marcos o de pesos llegaron a ser el importe de una propina. Si se pudiera crear riqueza con una imprentilla, que es la meta de los falsificadores de billetes, el mundo ser¨ªa jauja. Pero todo enriquecimiento social es fruto del trabajo intelectual y f¨ªsico de los ciudadanos, y cuando se pretende sustituir ese esfuerzo por medios de pago ficticios, el sistema econ¨®mico falla y, a la postre, la naci¨®n se depaupera. Y cuanto m¨¢s se prolonguen las trampas financieras y contables, m¨¢s costosa ser¨¢ la recuperaci¨®n.
Hay multitud de sistemas democr¨¢ticos, que van desde el presidencialismo al parlamentarismo, desde el bipartidismo al pluripartidismo y desde el centralismo al federalismo. Algunos necesitan determinadas adecuaciones a las circunstancias nacionales, pero todos requieren una reforma constitucional b¨¢sica: la racionalizaci¨®n financiera. O el suicidio del modelo o la constitucionalizaci¨®n del equilibrio monetario y presupuestario. ?sa es la gran disyuntiva.
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