La decadencia de Europa
La crisis econ¨®mica y el malestar pol¨ªtico oscurecen el futuro de un continente que fue altanero y poderoso
Europa occidental, el altivo viejo e continente que dominara la historia del mundo durante dos milenios, est¨¢ bloqueado econ¨®mica mente y falla pol¨ªticamente. Despu¨¦s de 30 a?os de crecimiento casi ininterrumpido, el milagro econ¨®mico de la posguerra europea se ha debilitado y ha muerto. La supremac¨ªa mundial en ciencia, tecnolog¨ªa y saber comercial ha pasado a Estados Unidos y a Jap¨®n, quiz¨¢ para siempre. Los europeos, que antes se sent¨ªan c¨®modamente defendidos por el paraguas nuclear estadounidense, ponen ahora en tela de juicio la dedicaci¨®n y la determinaci¨®n norte americanas, pero desesperan de llegar a construir una defensa aut¨¦nticamente europea ante la cada vez m¨¢s evidente amenaza sovi¨¦tica.Un n¨²mero ' cada vez mayor de los europeos, m¨¢s j¨®venes rechazan simplemente los valores positivistas que alimentaron el progreso pasado. Otros manifiestan abiertamente su preocupaci¨®n por la supervivencia de la cultura europea. "A menos que podamos resucitar la idea de unos Estados Unidos de Europa", afirma el eminente historiador franc¨¦s Fernand Braudel,"no consentiremos rescatar la cultura europea, por no hablar de la econom¨ªa europea".
El sue?o, anta?o tan v¨ªvido, de una Comunidad Europea unida e influyente se ha convertido en una parodia de s¨ª mismo: un mercado no-muy-com¨²n, constantemente enredado en paralizantes querellas por el precio de la soja o de la carne de cerdo. La Comunidad Econ¨®mica Europea est¨¢ arruinada. Este a?o, su presupuesto tiene ya un d¨¦ficit de 800 millones de d¨®lares. Una reuni¨®n en la cumbre, de urgencia, no consigui¨®, recientemente, en Bruselas, resolver ninguno de los problemas internos cr¨®nicos de la comunidad, ni mucho menos marcar la pauta para los a?os noventa.
Irritaci¨®n mutua
La acumulaci¨®n de ansiedades europeas ha cambiado inevitablemente los t¨¦rminos del di¨¢logo trasatl¨¢ntico. "A los norteamericanos les gusta tratar ¨²nicamente con triunfadores, no con perdedores", afirma el economista franc¨¦s Michel Albert, "y no cabe duda de que ahora mismo somos nosotros los perdedores". Henry Kissinger ha criticado a los dirigentes europeos por su "apenas disfrazado neutralismo". El subsecreta?o norteamericano de Estado para Asuntos Pol¨ªticos, Lawrence Eagleburger, ha advertido seriamente que "el centro de gravedad de la pol¨ªtica exterior estadounidense est¨¢ desvi¨¢ndose de la relaci¨®n trasatl¨¢ntica a la cuenca del Pac¨ªfico".
Como respuesta, el ex canciller de Alemania Occidental, Helmut Schmidt, ha criticado a Estados Unidos por no haber conseguido tener "un proyecto amplio de pol¨ªtica exterior" y por "mantener los tipos de inter¨¦s m¨¢s elevados desde Jesucristo". Estas exhibiciones de mal humor han tenido lugar, ir¨®nicamente, pocos meses despu¨¦s de que la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA), Italia y el Reino Unido dieran comienzo al despliegue de misiles nucleares norteamericanos de alcance medio. Pero la disputa est¨¢ aumentando en volumen y estridencia, y, al mismo tiempo, crea malestar en Europa.
La caracter¨ªstica m¨¢s preocupante y enga?osa de la decadencia de Europa es que la mayor parte de quienes est¨¢n vivi¨¦ndola apenas se dan cuenta. Los salarios nominales de la CEE se han multiplicado por 10 desde 1960, y el nivel de vida se ha cuadruplicado. A finales de los a?os cincuenta hab¨ªa ni?os muri¨¦ndose literalmente de hambre en zonas del Reino Unido y de Espa?a. En la actualidad, la verdadera pobreza se ha difuminado en el olvidado pasado europeo. Incluso los millones de parados europeos se las han arreglado razonablemente bien, con el Estado pag¨¢ndoles entre un 65% y un 95% de sus antiguos salarios.
Cat¨¢strofe demogr¨¢fica
La propia identidad de Europa pudiera verse arrollada por una cat¨¢strofe demogr¨¢fica inminente En 1960, aproximadamente el 15% de la poblaci¨®n mundial era europea. A mediados del siglo pr¨®ximo, previene la dem¨®grafa parisina Evelyne Sullerot, Europa habr¨¢ sufrido una implosi¨®n de la poblaci¨®n. S¨®lo uno de cada 20 habitantes del planeta ser¨¢ europeo. Ciudades como Marsella o D¨¹sseldorf podr¨ªan incluso llegar a tener mayor¨ªas argelina o turca.
Hay abundanes ¨ªndices de decadencia al alcance de la mano. El desempleo en los 10 pa¨ªses de la CEE se sit¨²a en 12,5 millones, y en 19 millones en toda la Europa occidental. Un mill¨®n m¨¢s de parados se a?adir¨¢ este a?o a la lista, y no es probable que estas cifras disminuyan de forma significativa antes de finales de la d¨¦cada. Todas las econom¨ªas europeas est¨¢n empantanadas, con industrias decadentes que tienen que ser financiadas con importantes subsidios, reestructuradas a gran costo o dolorosamente claurusadas.
El coste del trabajo en Europa se ha disparado al cielo, en comparaci¨®n con el de Jap¨®n y los de los pa¨ªses recientemente industrializados del sureste asi¨¢tico. La fuerza laboral europea es la m¨¢s inm¨®vil -el despido es pr¨¢cticamente imposible- del mundo. Las naciones europeas han montado sustuosos programas de seguridad social que no podr¨¢n ser mantenidos en su actual nivel por poblaciones que disminuyen y envejecen cada vez m¨¢s.
En lugar de unirse para enfrentarse a aut¨¦nticas amenazas exteriores, los Gobiernos europeos parecen a veces conspirar para ofrecer al mundo un espect¨¢culo de desuni¨®n, desprovisto de sentido. El mes pasado, barcos franceses de guerra abrieron fuego contra pesqueros espa?oles en el golfo de Vizcaya, en el contexto de una disputa por derechos de pesca. En la misma semana subi¨® la tensi¨®n entre dos aliados en la OTAN, Grecia y Turqu¨ªa, cuando barcos de guerra turcos en maniobras dispararon en la direcci¨®n de un barco de la Armada griega en el Egeo.
Fran?ois de Closets, un comentarista franc¨¦s cuyos fr¨ªos diagn¨®sticos econ¨®micos han llegado a ser sorprendentes best sellers, identifica como tema central el fen¨®meno de siempre m¨¢s. De Closets pone de relieve que, durante d¨¦cadas, todo grupo social se ha ido acostumbrando a recibir m¨¢s cada a?o: m¨¢s paga, m¨¢s beneficios adicionales, m¨¢s seguridad laboral, m¨¢s privilegios. La espiral de sus reclamaciones ha paralizado la innovaci¨®n, perpetuado la existencia de industrias condenadas, reducido la movilidad y sofocado la iniciativa empresarial. Tambi¨¦n se ha convertido en algo totalmente in¨²til. En el previsible futuro, ning¨²n pa¨ªs europeo tendr¨¢ mucho m¨¢s para distribuir. Todos tendr¨¢n que irse acostumbrando a vivir siempre con un poco menos.
En ¨²ltimo t¨¦rmino, Europa no tiene m¨¢s remedio, por supuesto, que competir en la econom¨ªa mundial. Las econom¨ªas europeas, pobres en energ¨ªa y materias primas, tienen que comerciar para sobrevivir.
Esta posibilidad quita el sue?o a muchos europeos. "Hemos estado resistiendo al futuro", afirma Alfredo Salustri, director general de Confindustria, la organizaci¨®n nacional de la industria italiana. "Hemos perdido el tiempo tratando de salvar industrias condenadas, como la sider¨²rgica, los astilleros y la agricultura. Hay cantidad de ¨¢reas en las que nos hemos quedado tan atr¨¢s que nunca podremos ponernos al d¨ªa".
Dado el lamentable espect¨¢culo que ofrece Europa en los sectores de escasa o ninguna tecnolog¨ªa, la mejor posibilidad de recuperaci¨®n podr¨ªa residir en las incipientes altas tecnolog¨ªas. Pero, pese a su larga historia de adelanto cient¨ªfico, a su fuerza laboral eficaz y bien entrenada y a su amplio mercado interno, Europa se ha quedado atr¨¢s en casi todos los terrenos de alta tecnolog¨ªa. Este vac¨ªo pudiera seguir autoperpetu¨¢ndose.
A continuaci¨®n del fracaso de la cumbre de Atenas, el presidente Mitterrand, que ostenta en la actualidad la presidencia de la CEE, insinu¨® abiertamente que si los brit¨¢nicos se negaban a llegar r¨¢pidamente a un compromiso, revitalizar¨ªa la comunidad sin ellos. Los otros nueve miembros volver¨ªan al sistema de votaci¨®n por mayor¨ªa, excluyendo virtualmente al Reino Unido. Ello asestar¨ªa un terrible golpe a la credibilidad de la CEE y a su influencia potencial en el mundo.
En cierto sentido, el da?o ya est¨¢ hecho. Se han perdido a?os que hubieran debido dedicarse al desarrollo de una pol¨ªtica eficaz en lo industrial y lo tecnol¨®gico. Espa?a y Portugal se han visto obligados a esperar durante casi una d¨¦cada su entrada en la comunidad, y su entusiasmo por ingresar en una CEE desordenada y sin un c¨¦ntimo est¨¢ disminuyendo r¨¢pidamente. -
Los dirigentes comunitarios hablan constantemente de la necesidad -de desarrollar la voluntad pol¨ªtica de forjar una uni¨®n europea aut¨¦ntica. Pero esta voluntad se ve venir pocas veces, en parte debido a que sus conceptos sobre lo que es la comunidad var¨ªan radicalmente.
Desde la segunda subida de precios de petr¨®leo, en 1979, las tensiones latentes entre los intereses econ¨®micos europeos y norteamericanos han salido a la superficie. A medida que el crecimiento anual en el comercio mundial ha bajado de un 8% a cero, norteamericanos y europeos se han encontrado compitiendo, cada vez m¨¢s ¨ªntensamente, en mercados que no dejan de disminuir. Ambas partes se acusan mutuamente, cada vez con m¨¢s acritud, de utilizar medios desleales, como subsidios y proteccionismo.
Bajo la extendida insatisfacci¨®n europea yace la s¨®lida sospecha de que Estados Unidos ya no se preocupar¨¢ por Europa como antes en lo fundamental. Por todas partes se empieza a pensar que Estados Unidos ha vuelto la espalda a sus m¨¢s antiguos aliados, en favor de Jap¨®n y, en general, de los pa¨ªses de la cuenca del Pac¨ªfico'
Por parte norteamericana, la irritaci¨®n creada por las quejas europeas y por lo que es frecuentemente interpretado como tendencia europea hacia el apaciguamiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica se ha convertido en exasperaci¨®n.
El principal triunfo de Europa pudiera ser el hecho de que sus dirigentes se encuentran unidos en la ansiedad por su futuro. El fallo espectacular de las cumbres de Atenas y Bruselas ha tenido un efecto tranquilizador. Todos los jefes de Estado europeos han reconocido que la comunidad est¨¢ en crisis y tiene que ser salvada. Las presiones de la inflaci¨®n y el desempleo han obligado a los Gobiernos europeos a adoptar t¨¢cticas econ¨®micas que coinciden m¨¢s que nunca desde los a?os cincuenta.
Hay cosas irrecuperables en la decandencia europea. Nunca m¨¢s volver¨¢ el viejo continente a dominar el globo, como lo hiciera en sus d¨ªas coloniales. Los europeos tendr¨¢n que enfrentarse cada vez m¨¢s a la competici¨®n econ¨®mica de Jap¨®n y de los pa¨ªses recientemente industrializados. Su parte de la riqueza mundial continuar¨¢ disminuyendo. Europa se ver¨¢ oscurecida militarmente por Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero una decadencia relativa no quiere decir necesariamente que haya de ser definitiva.
Los europeos y sus amigos norteamericanos pueden y deben asegurarse de que el resbal¨®n no se convierte en una derrota. Porque una situaci¨®n en la que Europa occidental se deslizara hacia el campo sovi¨¦tico, o simplemente se hundiera en el neutralismo y la desesperaci¨®n, ser¨ªa una cat¨¢strofe. Y un mundo privado de la riqueza inagotable de la civilizaci¨®n europea su tolerancia y creatividad, as¨ª como su sentido ¨²nico del estilo- ser¨ªa un lugar gris y sombr¨ªo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.