Una interpretaci¨®n de la guerra fr¨ªa
Cuando los comentaristas de la ya clasificada como segunda guerra fr¨ªa intentan analizar este nuevo aspecto del escenario internacional, no pueden dejar de, referirse a la primera, conocida entonces simplemente como la guerra fr¨ªa. El hecho de que los espa?oles estemos inmersos en ella, casi sin enterarnos y sin desearlo demasiado, hace doblemente necesarias estas consideraciones. As¨ª, pues, si pretendemos estudiar los entresijos de este nuevo per¨ªodo glacial que ha seguido a la era templada de la distensi¨®n europea, compatible con verdaderas guerras en otros ¨¢mbitos, no es superfluo recordar el pasado inmediato.Describ¨ªa recientemente el director de Le Monde Diplomatique c¨®mo la primera guerra fr¨ªa permiti¨® alcanzar un doble objetivo sim¨¦trico: la cohesi¨®n por coacci¨®n de los pueblos europeos del Este y del Oeste en el nuevo sistema de dependencias que Yalta estableci¨®. Es f¨¢cil ahora percibir que la amenaza de las divisiones sovi¨¦ticas invadiendo Europa occidental era imposible de materializar, pues bastantes eran los problemas que entonces afrontaban los dirigentes del Kremlin, empe?ados, entre otras cosas, en la reconstrucci¨®n de las enormes destrucciones de la guerra y en la imposici¨®n de su hegemon¨ªa sobre los pa¨ªses que en breve compondr¨ªan su marca defensiva suroccidental. Pero la amenaza sovi¨¦tica sirvi¨® al Oeste para fusionar en una misma alianza a los pa¨ªses que en menos de medio siglo hab¨ªan combatido entre s¨ª dos veces sobre el suelo europeo. La primera guerra fr¨ªa hizo posible que la opini¨®n europea aceptase algo entonces hondamente aborrecido: el rearme alem¨¢n, corolario de la Alianza Atl¨¢ntica.
La primera guerra fr¨ªa, fomentada desde ambos lados del naciente tel¨®n de acero, cumpli¨® el papel de soldar a los forzosos aliados, obligarles a aceptar medidas impopulares y establecer en los terrenos pol¨ªtico y econ¨®mico la hegemon¨ªa que las armas victoriosas hab¨ªan obtenido en el campo de batalla.
La situaci¨®n actual
Trasladar este razonamiento a la actual guerra fr¨ªa no parece dif¨ªcil. En la alianza occidental, el dispar equilibrio pol¨ªtico, econ¨®mico y militar que opone a los aliados de uno y otro lado del Atl¨¢ntico es causa de conflictos, como acaba de revelar Kissinger con una claridad que a veces resulta violenta ingenuidad.
C¨®mo unos pa¨ªses, los europeos, puedan ser a la vez aliados militarmente dependientes y rivales econ¨®micos de EE UU, tratados con la rudeza propia del caso, es algo todav¨ªa no resuelto y ni siquiera aclarado por Kissinger en su ambicioso e interesado proyecto de reestructuraci¨®n de la OTAN. Pero a atenuar las discrepancias que esto suscita contribuye la exacerbaci¨®n de la amenaza militar, blandida en Occidente como arma cohesionadora de intereses dispares. Se puede tambi¨¦n conjeturar que en el E¨ªte la guerra fr¨ªa produce algunos beneficios pol¨ªticos y apacigua voluntades que muestran a veces veleidades poco ortodoxas.
Cumple, pues, la actual guerra fr¨ªa en el Oeste una finalidad principal que no.es ajena a la reafirmaci¨®n del liderazgo norteamericano, que de forma tan ostensible como reiterada han venido siempre preconizando sus dirigentes pol¨ªticos: second to none, esto es: siempre los primeros. Y ha venido siendo la Alianza Atl¨¢ntica la herramienta ideal para conseguirlo, como paladinamente reconoce Kissinger en el art¨ªculo ya citado. Aunque basta con dominar dos aspectos de una cadena esencial: informaci¨®n / decisi¨®n. En efecto, sabido es que la informaci¨®n est¨¢ en la OTAN predominantemente en manos norteamericanas. Y la decisi¨®n, que ha de basarse en la informaci¨®n. No sucede as¨ª en otros aspectos de las relaciones atl¨¢nticas, donde la econom¨ªa europea es un serio rival para el aliado norteamericano y donde la autonom¨ªa pol¨ªtica de algunos Gobiernos aliados no siempre coincide con los criterios de Washington.
As¨ª pues, la segunda guerra fr¨ªa tiene objetivos importantes que no pasan por Mosc¨². Y como Mosc¨² puede tambi¨¦n obtener de ella algunas ventajas pol¨ªticas de otro orden, es evidente que el impulso actual no va a detenerse y que ambos bandos parecen encontrarse a gusto en la nueva situaci¨®n.
Cabe prever que por un tiempo todav¨ªa no definido se seguir¨¢ utilizando por ambas partes el conocido m¨¦todo de la exageraci¨®n de la amenaza militar para sostener el clima de guerra fr¨ªa, con la seouela de la aceleraci¨®n de la carrera armament¨ªstica. Y los espa?oles, aliados s¨®lidos, fieles y seguros de la OTAN, deberemos tambi¨¦n cobrar conciencia de este aspecto, no por secundario menos interesante.
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