Primera parte de una autobiograf¨ªa de Luchino Visconn
La literatura generada por Il Gattopardo es abundant¨ªsima, habiendo pasado incluso algunas de las frases de la novela y el filme a convertirse en lugares comunes con los que explicar cualquier situaci¨®n de cambio social. Vista ahora, 20 a?os despu¨¦s, la pel¨ªcula es otra cosa, no s¨®lo porque hoy la contemplamos en versi¨®n original y con todo su metraje, sino y sobre todo porque la muerte ha puesto fin a la aventura viscontiniana y se han diluido en recuerdo borroso los t¨ªtulos de la decadencia, algunas de sus pel¨ªculas m¨¢s ensalzadas, pero de menos inter¨¦s real.Il Gattopardo es un Senso menor en fuerza y mayor en espect¨¢culo. En Senso, el melodrama, la pulsi¨®n amorosa y la aventura vital de la protagonista poseen una intensidad de la que carece la lucidez esc¨¦ptica del pr¨ªncipe Salina. Ambos personajes se enfrentan a un momento de transformaci¨®n hist¨®rica y ambos van contra corriente, uno por amor, el otro porque se siente desplazado en un mundo en que la groser¨ªa burguesa triunfa sobre las buenas maneras aristocr¨¢ticas.
Il Gattopardo
Director: Luchino Visconti. Int¨¦rpretes: Burt Lancaster, Alain Delon, Claudia Cardinale, Paolo Sioppa, Rina Morelli, Serge Reggiani, Romolo Valli, Pierre Clementi. Gui¨®n: Visconti, Festa Campanile, Cecehi dAmico, Medioli y Franciosa, basado en la novela hom¨®nima de T Lampedusa. Fotografia: Giuseppe Rofunno. M¨²sica: Nino Rota. Vestuario: Piero Tosi.Reposici¨®n en cine Urquijo. Madrid.
Tambi¨¦n respecto a Senso hay que decir que Il Gattopardo resulta desmesurada, excesiva, que ciertas secuencias son morosas, demasiado dependientes de la seguridad de Visconti sobre el impacto visual del mundo que recrea. Porque eso s¨ª pervive, y la belleza y clima de las im¨¢genes de esa Sicilia amarilla y polvorienta son inolvidables. En cambio, no mantiene su poder de fascinaci¨®n Claudia Cardinale, que en muy contados momentos -b¨¢sicamente cuando aparece en medio de la tempestad enterada de que Tancredi ha regresado- es una Ang¨¦lica convincente.
Sin duda juega en su contra el -que Visconti no se preocupara demasiado de valorar secuencias que para el personaje son importantes como es todo el recorrido por las habitaciones abandonadas, que en la novela posee una sensualidad de la que carece el filme.
20 a?os despu¨¦s
Burt Lancaster, 20 a?os despu¨¦s, no interpreta al pr¨ªncipe, sino que es el pr¨ªncipe. Su figura se ha hermanado de tal forma con la creaci¨®n de Lampedusa que hoy ya nadie especula sobre si Laurence Olivier o Marlon Brando -que eran los candidatos de Visconti- habr¨ªan resultado m¨¢s ajustados.Tambi¨¦n con la perspectiva que dan los a?os es importante subrayar que Il Gattopardo es la primera parte de la autobiograf¨ªa que, a partir de ese momento, el cineasta ir¨¢ escribiendo pel¨ªcula a pel¨ªcula. Hasta aqu¨ª hab¨ªa contado historias por las que se interesaba, pero con Il Gattopardo casi todas las historias se transforman en la del propio Visconti, que si en esta ocasi¨®n utiliza a Lancaster como portavoz, en otras hablar¨¢ por boca de Bogarde, Mastroianni o Berger. De ah¨ª surge el tan tra¨ªdo narcisismo y las acusaciones de decadentismo, pero la causa primera de la inflexi¨®n hay que buscarla en una visi¨®n del mundo m¨¢s esc¨¦ptica y libre de utop¨ªas, aspecto este ¨²ltimo que admiti¨® p¨²blicamente Palmiro Togliatti, evit¨¢ndole a Visconti cr¨ªticas inmisericordes hechas desde una izquierda puritana que le reprochaba los t¨ªtulos nobiliarios y la homosexualidad, o, mejor dicho, que exig¨ªa a todo el mundo una est¨¦tica de flores de pl¨¢stico.
Una ¨²ltima sorpresa. En una superproducci¨®n como Il Gattopardo no hay la menor atracci¨®n por la t¨¦cnica. Unos pocos movimientos de gr¨²a y alg¨²n que otro travelling son los ¨²nicos lujos de la planificaci¨®n, austeridad que contrasta con el derroche de figuraci¨®n o decorado. Es una actitud muy europea, poco cin¨¦fila y que imprime un sello peculiar.
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