De momento , calabazas
Plaza de Las Ventas. 21 de mayo. Sexta corrida de feria.Cinco novillos de Carmen Espinal, terciados y c¨®modos de cabeza, pero con casta,fuertes y nobles ; cuarto sobrero de Moreno Pidal , bien presentado y encastado.
Emilio Oliva. Tres pinchazos -sufre una voltereta-, otropinchazo, media estocada ca¨ªda y rueda de peones (silencio). Dos pinchazos y otro hondo (palmas y pitos cuando saluda). Pinchazo hondo y 15 descabellos (pitos). Paco Machado. Pinchazo y estocada contraria (silencio). Tres pinchazos y bajonazo (silencio). Michel Lagravere. Pinchazo, otro hondo trasero tendido y estocada corta perdiendo la muleta (silencio). Lagrevere fue asistido en la enfermer¨ªa de contusiones que le imped¨ªan continuar la lidia; Oliva, de puntazo corrido en hemit¨®rax.
JOAQU?N VIDAL
Vinieron a examinarse a la c¨¢tedra y hubo que darles calabazas. De momento, se quedan para septiembre. No tra¨ªan la lecci¨® aprendida.
La verdad es que la materia a desarrollar era dif¨ªcil. El toro de casta siempre es dif¨ªcil, aunque tenga nobleza. Lo de Carmen Espinal y el a?adido de Moreno Pidal pose¨ªan ambos atributos en abundancia, y por esta raz¨®n fracasaron los examinandos.
Al toro de casta hay que torearle a conciencia. La lidia, en estos casos, debe plantearse con precisi¨®n casi matem¨¢tica, y milim¨¦trica la ejecuci¨®n de las suertes, porque lleva fiereza en cada embestida, aunque sea boyante. Demasiada tarea para los tres j¨®venes espadas.
Cada torero se llev¨® susto y paliza, por perderles la cara o equivocarles los terrenos a estos novillos encastados. El que sali¨® peor parado fue Michel Lagravere, que adem¨¢s parec¨ªa el m¨¢s inmaduro de la terna. En un galleo por chicuelinas, el novillo le alcanz¨®, le hizo perder el equilibrio, y al verle en el suelo, le peg¨® el paliz¨®n. Lagravere fue trasladado a la enfermer¨ªa visiblemente dolorido, y como dentro estaba tambi¨¦n Emilio Oliva, al que hab¨ªa volteado el primero, de la tarde, Paco Machado qued¨® solo frente al peligro.
Por unos minutos Machado era el ¨²nico espada, y bregaba en el primer tercio cuando apareci¨® corriendo por el callej¨®n Emilio Oliva, dispuesto a torear al novillo. Ya hab¨ªa materia para un mano a mano, respiraba tranquilo el p¨²blico -m¨¢s aun Machado, es de suponer- y en esto que, poco despu¨¦s, apareci¨® tambi¨¦n el franc¨¦s, en chaleco y hecho unos zorros, reclamando el protagonismo de las faenas, pues el novillo le correspond¨ªa. Laissez-moi seul, exig¨ªa, con acento de Triana. ?O lo exig¨ªa en trianero, con acento franc¨¦s?.
Sea como fuere, mejor se hubiera quedado dentro, y acompa?ado. Michel Lagravere aun no est¨¢ para estos trotes de pelear con g¨¦nero encastado, y menos en Madrid. A regates libr¨® las codiciosas embestidas, ruedo a trav¨¦s, y cuando, tras muchos sobresaltos y carreras, el novillo se apacigu¨® un poco, logr¨® darle unos derechazos. Pudo advertirse, entonces, que tiene alguna idea; pero poca, y ha de repetir curso. Acab¨® con el duro pupilo de Espinal como mayor brevedad de lo que se esperaba y volvi¨® a la enfermer¨ªa, de donde ya no le dejar¨ªan salir.
Emilio Oliva hubo de lidiar su lote y la mitad del que correspond¨ªa al compa?ero puesto fuera de combate. Se le amonton¨® el trabajo. Las nobles embestidas de las tres reses le permitieron cuajar algunos pases sueltos de discreto corte, mejor los naturales que los redondos, aunque forzaba la figura y no hab¨ªa en su toreo vocaci¨®n de dominio; con la falta que le ha c¨ªa. Al salir de un volapi¨¦, su primer novillo le atrap¨® y volte¨® de mala manera.
Ni con volapi¨¦s (en realidad pinchazos; no conviene exagerar) ni con lo fuerte que le pegaron en varas, se entregaban los novillos El quinto, hasta derrib¨®. Y al sexto, que llevaba trazas de repetir la fechor¨ªa, el picador lo pas¨® por las armas, cur¨¢ndose en salud. El ale voso lanzazo trasero que le peg¨® el individuo del castore?o fue de tal naturaleza, que el torito sali¨® boeuf bourguignon, listo para la mesa.
El de Moreno Pidal, cuarto de la tarde, de salida hu¨ªa despavorido, volv¨ªa grupas y galopaba como un loco cada vez que le ense?aban un capote. Acaso era al¨¦rgico al rojo (ideolog¨ªa de derechas) porque manso no era, seg¨²n se pudo apreciar en la prueba del caballo. Se crec¨ªa al castigo, recargaba, peg¨® un volat¨ªn para hacer m¨¢s surtida su exhibici¨®n, y meti¨® el miedo en el cuerpo a los banderilleros.
En el desbarajuste de los tercios intentaba poner orden Copand, pe¨®n de confianza de Oliva, y correg¨ªa las chapuzas de las dos per7 las que el matador llevaba en la cuadrilla a guisa de personal cilicio -gente de bien, por otra parte; nadie dice que no-, de nombres P¨¦rez y Leoncito, respectivamente.
Copar¨ªo tambi¨¦n le apuntaba al diestro d¨®nde deb¨ªa torear y el diestro no le hac¨ªa el menor caso, lo cual es una prueba de car¨¢cter, que de ganar el aprobado le habr¨ªa puntuado para nota. El novillo, en cambio, coincid¨ªa en gustos y aficiones con Copano y se fue a embestir al terreno que ¨¦ste hab¨ªa indicado.
El segundo de la tarde se col¨® en un natural mal citado, y encampan¨® a Paco Machado, responsable del defectuoso pase, que tra¨ªa la lecci¨®n prendida con alfileres. Es, sin embargo, un torero con prestancia y aplomo, que plantea las suertes muy relajado. Otra cosa es que llegue a ejecutarlas. Como da la sensaci¨®n de que "piensa" ante la cara del toro, no se descarta que en septiembre apruebe. Pero tiene que apretar. ?l y sus compa?eros tienen que apretar, o la c¨¢tedra no les dar¨¢ el aprobado nunca.
Sin embargo, la c¨¢tedra debe ser justa. El toro de casta ha de salir para todos, los que empiezan, los modestos y las figuras. Con el pastue?ito, todos sacan matr¨ªcula. El toro de casta posiblemente ofrecer¨ªa la sorpresa de que, a encopetadas figuras, tambi¨¦n habr¨ªa que darles calabazas.
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