Debate en el socialismo catal¨¢n
Los socialistas catalanes han abierto un debate interno sobre las causas de la amplitud de la victoria de Converg¨¨ncia en las elecciones auton¨®micas y sobre las rectificaciones que deben efectuar, de cara al futuro, en su propia trayectoria. La discusi¨®n se centra esencialmente en los niveles de dependencia que mantiene el Partit dels Socialistes de Catalunya respecto al aparato central del PSOE, aunque pesan tambi¨¦n otros elementos, como el enfoque antipujolista de la reciente campa?a electoral, en contraste con la escasa consistencia de la tarea de oposici¨®n socialista en el Parlamento catal¨¢n.Superpuesto a este debate puntual, los socialistas mantienen, paralelamente al que efect¨²an otros partidos, uno m¨¢s amplio centrado en la sensaci¨®n de crisis general ideol¨®gica de la izquierda, impregnado por la decepci¨®n que provocan la pol¨ªtica econ¨®mica y los titubeos respecto a la OTAN del Gobierno que preside Felipe Gonz¨¢lez. Aunque la mayor¨ªa de los altos cargos socialistas catalanes -tanto los residentes en Madrid como los de Barcelona- consideren inadecuadas y precipitadas estas iniciativas, diversas asociaciones locales est¨¢n vertebrando una corriente de opini¨®n partidaria del desmarque del PSOE, pidiendo algunas de ellas hasta la desaparici¨®n de sus siglas en el nombre oficial del partido en Catalu?a. Un modo de empezar a concretar sus aspiraciones fue la decisi¨®n de sumarse a las manifestaciones pacifistas y anti-OTAN del pasado domingo.
A la vista de las torpezas que suele protagonizar el PSOE en su pol¨ªtica auton¨®mica, los socialistas catalanes han quedado marcados por algo que en Catalu?a equivale a un estigma: representan a quienes dentro de Espa?a tienen, junto con AP, una visi¨®n menos descentralizada de lo que ha de ser el Estado. O, en todo caso, es la apariencia que ofrecen.
La izquierda catalana en general y el PSC en particular, que est¨¢n inquietos por la sensaci¨®n de haber protagonizado un gran fracaso hist¨®rico en las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas, se ve arrinconada antre la bandera nacionalista que enarbola Converg¨¨ncia con apoyos de sectores de la derecha franquista, precipitadamente conversa, y desertores de la propia izquierda. En definitiva, ha sido un nacionalista con imagen interclasista, Jordi Pujol, quien ha recogido los frutos de su siembra. Pero mientras los comunistas del PSUC consegu¨ªan mantener por lo menos el prestigio catalanista como un resto del naufragio de su p¨¦rdida de votantes, el PSC no lo ha logrado, multiplic¨¢ndose su imagen de partido que ha renunciado a desarrollar una pol¨ªtica propia por el complejo que siente frente al PSOE triunfante de las legislativas de 1982.
La victoria de Felipe Gonz¨¢lez supuso para el PSC, parad¨®jicamente, un enorme c¨²mulo de problemas. Aunque le permiti¨® colocar en la Administraci¨®n central a un importante pu?ado de cuadros, de 1982 a esta parte, los socialistas catalanes han tenido que sacrificar sistem¨¢ticamente criterios e ideas frente a lo que han considerado que eran imperativos de la pol¨ªtica de Estado. El grupo parlamentario del PSC en el Congreso fue disuelto en aras de una variante del caf¨¦ para todos o para ninguno: como era inviable que todas las organizaciones territoriales del PSOE tuvieran expresi¨®n propia en la C¨¢mara, se entendi¨® que no pod¨ªa tenerla ninguna. Luego, el propio PSC se ir¨ªa homologando inclinando tanto en cuestiones de profunda significaci¨®n -la LOAPA-, como en temas de menor trascendencia, entre los que se puede citar el obstruccionismo al canal auton¨®mico de televisi¨®n, TV-3.
Esta es la trayectoria que ahora cuestionan las bases socialistas, aunque los recelos que despierta en algunos sectores del partido la pol¨ªtica del Gobierno, tienen tambi¨¦n mucho que ver con el debate interno. Y aunque nadie espere en estos momentos ninguna ruptura espectacular, es seguro que el PSC abordar¨¢ hondos replanteamientos. En Catalu?a ya nada ser¨¢ igual despu¨¦s de la magnitud de la victoria de Pujol en las elecciones de abril.
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