El "desembarco" de Wilson Ferreira en Montevideo
El l¨ªder del Partido Blanco apuesta a "todo o nada" al regresar a su pa¨ªs
Wilson Ferreira tiene 65 a?os y tres hijos de su matrimonio. Le falta una asignatura para terminar Derecho, y dedic¨® toda su vida adulta a la pol¨ªtica uruguaya dentro del Partido Nacional -o Blanco-, que s¨®lo durante ocho a?os alcanz¨® a gobernar el pa¨ªs, dada la hegemon¨ªa electoral (siempre por unos escasos miles de votos) del Partido Colorado. Blancos y colorados, en una traslaci¨®n siempre peligrosa, podr¨ªan equipararse, a los conservadores y laboristas brit¨¢nicos, o a los republicanos y dem¨®cratas estadounidenses.Los blancos, representantes del campo y los ganaderos, siempre en buenos contactos con Argentina; los colorados, representantes de la peque?a burgues¨ªa urbana de Montevideo, siempre en buenos t¨¦rminos con el gigante brasile?o.
Ferreira escap¨® de Buenos Aires tras el asesinato, en el que colaboraron los servicios de inteligencia militar argentina y de Uruguay, de Zelmar Michelini, senador, y de H¨¦ctor Guti¨¦rrez, ex presidente de la C¨¢mara de Diputados. Fueron secuestrados y ase sinados en la capital argentina en un operativo que inclu¨ªa la muerte de Ferreira, a quien no pudieron encontrar.
Tras denunciar ante el Senado estadounidense las atrocidades de la dictadura castrense uruguaya, Wilson Ferreira se convirti¨® en la bestia negra de los militares. M¨¢s de 500 personas le acompa?an en el Ciudad del Mar del Plata, de bandera argentina, en su regreso al pa¨ªs tras 11 a?os de exilio.
El Gobierno de Montevideo, que preside nominalmente el general Gregorio (Goyo) ?lvarez, ha prohibido a la Prensa cualquier menci¨®n directa o indirecta del regreso del l¨ªder blanco. No parece que vuelva al pa¨ªs un l¨ªder pol¨ªtico acompa?ado de 190 periodisas y correligionarios; parece que regresara una divisi¨®n armada con capacidad operativa de desembarco. Desde la ca¨ªda del sol el viernes se cerr¨® la ciudad vieja de Montevideo, y el puerto est¨¢ patrullado por tanquetas militares. Helic¨®pteros artillados sobrevuelan la ciudad, y las emisoras de radio emiten comunicados peri¨®dicos, enmarcados entre marchas militares, informando del presunto acceso al pa¨ªs de comandos terroristas, e intentando disuadir a la poblaci¨®n de acudir a los aleda?os del puerto para recibir al exiliado que vuelve.
No se alberga la menor de las dudas sobre que Ferreira y su hijo ser¨¢n detenidos en cuanto atraque el vapor, y, a tenor de informes llegados desde Montevideo, ser¨¢n trasladados directamente al siniestro penal de la ciudad de Libertad.
Sin ning¨²n miramiento, a Ferreira se le reputa en Montevideo de f¨ªsicamente cobarde; es posible que lo sea, como en el mismo sentido lo fue Manuel Aza?a. El jueves se encontraba traspuesto en la cama, en un hotel de Buenos Aires, quiz¨¢ somatizando su futuro personal. Pero el caso es que vuelve, y que lo hace en una apuesta de a todo o nada, para colocar a la nerviosa dictadura uruguaya ante sus propias contradicciones.
Pregunta. ?No tiene miedo de ser asesinado a su regreso?
Respuesta. No. No se dan las condiciones objetivas para un regreso a la filipina. Podr¨ªa tener temor en Buenos Aires, y ya se han encargado all¨ª de protegerme en lo posible. Una vez en manos de los militares uruguayos s¨¦ que nada podr¨¢ pasarme. No tengo ninguna veleidad por ser un m¨¢rtir y ya he repetido que har¨¢n conmigo lo que los uruguayos quieran que hagan. No pienso someterme a la jurisdicci¨®n uruguaya actual por cuanto rechazo su legitimidad, pero debo regresar a mi pa¨ªs.
P.Usted ha sido muy duro con las Fuerzas Armadas, pueden temer de usted una actitud revanchista.
R. No soy candidato a juez ni a fiscal. Soy candidato a presidente de la Rep¨²blica. Los problemas acumulados se resolver¨¢n y a la satisfacci¨®n de todos, cuanto menos se crispe la gente. El Ej¨¦rcito uruaguyo est¨¢ muy equivocado respecto a m¨ª y a mi partido. Lo quiere todo firmado, como en las ordenanzas espa?olas, y en pol¨ªtica las cosas no siempre son as¨ª. Acaso sea una herencia de esas ordenanzas en las que un centinela -la centinela, en el mejor castellano- lo tiene todo organizado y programado, hasta tal punto que puede morir antes de conocer qui¨¦n le asalta.
Yo no voy a destruir al Ej¨¦rcito uruguayo, sino que lo voy a dignificar, pero no terminan de comprenderlo.
P. ?No es un precio excesivamente alto su candidatura a ultranza para la celebraci¨®n de elecciones en Uruguay?
R. Mi partido no acepta que se lleven a cabo elecciones con proscripci¨®n de candidaturas a personas. Yo no s¨¦ qu¨¦ pensar¨¢n en la Europa democr¨¢tica de nuestra postura, que a m¨ª me parece elemental. Ustedes deben entender que son los propios militares uruguayos los que repiten constantemente que sin acuerdo previo no puede haber elecciones. Saben perfectamente que no se puede llamar a votar sin la anuencia del Partido Blanco. Y yo me ofrezco como ofrenda de paz, como afirm¨¦ recientemente en Argentina: si el Gobierno uruguayo convoca elecciones con el pleno restablecimiento de libertades que fija la Constituci¨®n, retiro m¨ª candidatura, y aun as¨ª me resultar¨¢ escaso el presunto sacrificio.
P. ?Su regreso podr¨¢ entorpe. cer el calendario electoral?
R. Yo no tengo alma de m¨¢rtir pero vuelvo con el signo de la alegr¨ªa y de la reunificaci¨®n, del reencuentro y de la venida tranquila. No vuelvo para la guerra ni para el enfrentamiento. Mis simpatizantes tienen consignas de recibirme en la m¨¢s absoluta paz, con esperanza y bajo el signo de la reconciliaci¨®n nacional para todos. Quiero unas elecciones realmente libres y tranquilas para mi pa¨ªs, sin el menor ¨¢nimo de revanchas hist¨®ricas. Los problemas continuar¨ªan en el futuro si se mantienen las exclusiones y las proscripciones.
P. ?Algo m¨¢s?
R. Que regreso en son de alegr¨ªa y paz. Que creo tener todo mi derecho a volver, que de nada se me puede acusar y que s¨®lo aspiro a las elecciones libres y democr¨¢ticas de noviembre sin el menor rencor ni remisionismo. Que conf¨ªo en que las democracias europeas -y particularmente la espa?ola- entiendan la postura de mi partido y la arbitrariedad de m¨ª inmediato encarcelamiento.
El viernes, Montevideo era un hervidero de rumores. Las emisoras de radio transmit¨ªan constantemente comunicados mientras los helic¨®pteros sobrevolaban la ciudad. Lo dicho, no parec¨ªa que regresara un hombre con 11 a?os de exilio a sus espaldas, sino todo un ej¨¦rcito de desembarco. La realidad es que el personaje est¨¢ cansado, fatigado en extremo por una gripe y sin la menor de las ganas de ser apresado por sus rencorosos, enemigos pol¨ªticos. Pero se apresta a volver en esta noche del viernes para que nunca m¨¢s, al menos, le reprochen sus detractores que siempre aduzca su condici¨®n de cat¨®lico para no batirse en duelo, una pr¨¢ctica legal en Uruguay.
Sea como fuere, es un hombre que regresa para entregarse a quienes no le pueden soportar. La vuelta al todo o al nada del vapor de l¨ªnea entre Buenos Aires-Montevideo que habr¨¢ hecho el Ciudad del Mar del Plata.
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