El destino de dos embriones humanos congelados cuyos 'padres' fallecieron apasiona a la opini¨®n p¨²blica australiana
Lo que hasta ayer eran simples preguntas hipot¨¦ticas sobre la fertilizaci¨®n con embriones humanos congelados, preguntas que se hac¨ªan los moralistas, los pol¨ªticos y los juristas, est¨¢n hoy en la boca del australiano de la calle. Por ejemplo, ?qu¨¦ debe hacerse con los posibles embriones congelados en caso de fallecimiento de los padres? Ha bastado un accidente de aviaci¨®n a miles de kil¨®metros para que una pol¨¦mica que se llevaba a cabo con la t¨ªpica parsimonia anglosajona se convirtiera en una verdadera urgencia nacional.
Los interrogantes no acaban en el que plantea este caso particular. ?Cu¨¢nto tiempo pueden mantenerse congelados estos embriones? ?Deben destruirse en alg¨²n momento? ?Tienen los padres derecho a decidir sobre ellos? Incluso, ?quienes son los padres? ?Y qu¨¦ pasa si estos se separan o no se ponen de acuerdo sobre la utilizaci¨®n posterior de los embriones? ?Puede uno de ellos decidir sin el consentimiento del otro?, en suma, ?debe seguir adelante el programa de fertilizaci¨®n utilizando la congelaci¨®n de embriones humanos?Lo sucedido tiene todos los ingredientes necesarios para apasionar al hombre de la calle. Ante todo est¨¢ el fondo de la cuesti¨®n, que implica unos cambios quiz¨¢ sin precedentes en el futuro mismo de la humanidad en pleno a?o 1984. Pero a ello se a?ade ahora la desaparici¨®n de una pareja de millonarios sudamericanos -chileno ¨¦l, argentina ella, fallecidos en un accidente de aviaci¨®n en Chile-, que en 1981 intentaron sin ¨¦xito el embarazo por medio del programa de embriones congelados que se desarrolla en la universidad australiana de Melbourne. En la universidad Monash quedan dos embriones congelados a 156 grados cent¨ªgrados bajo cero en una soluci¨®n de nitr¨®geno.
Por si esto fuera poco, esta pareja suramericana sin hijos ha dejado una herencia de ocho millones de d¨®lares (unos 1.200 millones de pesetas). ?Son acaso estos embriones herederos potenciales? ?Hasta cu¨¢ndo deber¨ªa guardarse la herencia? ?Podr¨ªan reclamarla, si nacieran, como te¨®ricamente parece posible, dentro de 100 a?os? ?Qui¨¦n va a decidir ahora si se intenta el desarrollo de estos embriones? ?Y cu¨¢ndo van a desarrollarse o destruirse estos embriones?
Hace unas semanas, el Gobierno del Estado australiano de Victoria nombr¨® un comit¨¦ para investigar el tema y proponer las respuestas m¨¢s adecuadas a estas preguntas.
Opiniones
Mientras tanto, las distintas iglesias han hecho p¨²blica ya su postura. La cat¨®lica, partidaria del programa de fertilizaci¨®n in vitro, pero contraria a la congelaci¨®n de embriones, se opone rotundamente a la destrucci¨®n de los embriones hu¨¦rfanos. Postura semejante mantiene el movimiento Pro Derecho a la Vida de Melbourne, para cuyos miembros la destrucci¨®n de estos embriones equivaldr¨ªa a un aborto o a un asesinato.Muy distinta es la postura de la Iglesia anglicana, para algunos de cuyos portavoces los embriones hu¨¦rfanos deber¨ªan ser destruidos, por considerar que la ¨²nica justificaci¨®n de su congelaci¨®n era el intento de fertilizaci¨®n de una pareja est¨¦ril; desaparecida la pareja, no hay raz¨®n alguna para mantener con vida -siquiera sea a 156 grados bajo cero- a estos dos embriones.
Distinto tambi¨¦n es el punto de vista de algunos miembros del comit¨¦ ¨¦tico del programa de fertilizaci¨®n de la universidad Monash, de Melbourne, del que dependen los cient¨ªficos que dirigen las investigaciones. Para ellos, no debe destruirse la potencialidad de unos embriones mientras haya alguien que pueda querer utilizarlos. Mientras dura la pol¨¦mica, los dos embriones permanecen, en compa?¨ªa de otros 194, congelados en un barril met¨¢lico. Por ahora nadie va a decidir sobre su futuro, al menos mientras el profesor Waller y su equipo no entreguen el informe solicitado por el Gobierno.
Y sea cual sea la decisi¨®n final, en caso de que alguno de estos embriones llegara a nacer, no por ello ser¨ªa millonario: ninguno de ellos podr¨ªa reclamar derecho alguno sobre los 1.200 millones de pesetas de la herencia de sus padres. De acuerdo con una ley aprobada hace apenas un mes por el Parlamento de Victoria, en este Estado la mujer que dona un ¨®vulo no tiene derecho alguno sobre la criatura que pueda nacer de ¨¦l: la madre es ¨²nica y exclusivamente la mujer que lo haya parido. De la misma forma, el padre no es el hombre a quien pertenezca el esperma que haya fecundado el ¨®vulo, sino el marido de la que alumbr¨®, al que obligatoriamente hay que solicitar el consentimiento.
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