Subdesarrollantes y subdesarrollados
"No se puede enga?ar a todo el mundo todo el tiempo". Quiz¨¢ por haber estampado semejante verdad, Abraham Lincoln inaugur¨® la n¨®mina (cuatro hasta ahora) de presidentes norteamericanos asesinados por sus dr¨¢sticos e intolerantes compatriotas. A la misma conclusi¨®n que Lincoln parecen haber llegado, 120 a?os despu¨¦s, los pa¨ªses latinoamericanos. Y tambi¨¦n Henry Kissinger, que ya es mucho decir. Evidentemente, Estados Unidos y su banca adicta ya no pueden seguir enga?ando al pr¨®ximo pr¨®jimo. Concretamente, en el tema de la deuda externa latinoamericana, su f¨®rmula se parece alarmantemente a la del usurero cl¨¢sico. ?As¨ª que el deudor no puede pagar? Pues a aumentarle los intereses, ya de por s¨ª leoninos. ?Ni siquiera puede pagar los intereses? Pues a hipotecarle la casa. ?As¨ª que no puede levantar la hipoteca? Pues, a apoderarse de la casa y subastarla. El ¨²nico t¨¦rmico que falla en la analog¨ªa es que un pa¨ªs no puede ser subastado. Puede ser bloqueado, invadido, masacrado, pero en cambio no puede ser subastado. Hasta Kissinger ha advertido ese detalle y ha reconocido que la amenaza de suspensiones de pago ( ... ) constituye la principal arma negociadora de los deudores".No es improbable que el ex secretario de Estado haya preguntado a su ordenador qu¨¦ podr¨ªa pasar si los deudores latinoamericanos se negaran por unanimidad a abonar los 360.000 millones de d¨®lares que constituyen su deuda externa, y tampoco es improbable que la maquinita, con su electr¨®nica y envidiable capacidad de s¨ªntesis, se haya limitado a responder: Colapso. Tambi¨¦n es posible que, a duras penas repuesto de esa impresi¨®n, Kissinger haya decidido perge?ar este p¨¢rrafo (v¨¦ase EL PA?S de 24 de junio de 1984) que seguramente lo dej¨® muy conforme: "En un mundo interdependiente, acreedores y deudores se arruinar¨ªan mutuamente si se entregaran a pruebas de fuerza". Aqu¨ª s¨®lo cabe formular una breve observaci¨®n: los deudores, Mr. Kissinger, ya est¨¢n arruinados. En cambio, los acreedores todav¨ªa no lo est¨¢n, pero pueden estarlo.
"Las cosas que importan en nuestras vidas suceden en nuestra ausencia", ha dicho sabiamente Salman Rushdie, el autor de Hijos de medianoche. Tambi¨¦n las cosas que importan en la vida econ¨®mica de Am¨¦rica Latina, suceden, no s¨®lo en ausencia de sus pueblos (y hasta de sus Gobiernos) sino frecuentemente a sus espaldas. Verbigracia: la incesante alza del prime rate. En las altas esferas de la banca internacional, a nadie le importa que medio punto en la subida de intereses signifique una brutal carga para los pa¨ªses pobres de solemnidad. Hay que apretarse el cintur¨®n, ruge el Fondo Monetario Internacional. Pero ya ni siquiera existe cintur¨®n para apretar. Del bienestar a la austeridad, el camino puede ser largo; pero de la austeridad a la miseria no hay m¨¢s que un paso. El presidente colombiano, Belisario Betancur, inaugur¨® la reciente Conferencia de Cartagena (a la que asistieron 11 pa¨ªses latinoamericanos deudores) con las siguientes palabras, de planificada moderaci¨®n: "No hemos venido a eludir nuestras obligaciones, sino a buscar c¨®mo cumplirlas mejor; no hemos venido a hacernos fuertes para el enfrentamiento, sino para la colaboraci¨®n". Pocos d¨ªas despu¨¦s de conclu¨ªda la Conferencia, la respuesta de la macrobanca no se hizo esperar: con la mayor frialdad, decret¨® un nuevo aumento de medio punto en el prime rate. El Gobierno ecuatoriano defini¨® el gesto: "Es una provocaci¨®n". Y lo es, claro. Ahora bien: ?qu¨¦ pasar¨ªa si, dentro de unos meses, en otra reuni¨®n de los 11 desesperados, el mandatario inaugurante dijera, parafraseando a Betancur: "Hemos venido a decir que no podemos cumplir con nuestras obligaciones. Hemos venido a hacernos fuertes en el enfrentamiento"?
En Williamsburg se hab¨ªa pedido una conferencia mundial que pusiera "punto final al desconcierto", y se convino en que era imprescindible "restaurar en los pa¨ªses subdesarrollados un crecimiento econ¨®mico sano". Nada de eso se ha cumplido. Por una parte, la Administraci¨®n Reagan no ve otra soluci¨®n para su descomunal d¨¦ficit presupuestario (originado sobre todo en su espiral armamentista) que la constante subida de intereses, y parece importarle un r¨¢bano que ese incremento acelere la asfixia del Tercer Mundo. Por otra, el Fondo Monetario Internacional quiere que los banqueros cobren. Y punto. Lo dem¨¢s ser¨ªa comprensi¨®n humanitaria, y el Fondo (pese a haber sido creado en 1944 para salvar financieramente al mundo tras la segunda guerra mundial) no est¨¢ hoy para esas menudencias. Su f¨®rmula tiene muchos vericuetos, pero en esencia es una sola: que la penitencia la sufran los despose¨ªdos, que los hambrientos redoblen su austeridad, y, sobre todo, que los deudores paguen, paguen, paguen. La macrobanca ser¨ªa capaz de declararse atea, con tal de que nadie le recordara aquello de
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"perd¨®nanos nuestras deudas". El Fondo, ay, carece de imaginaci¨®n, y siempre ha confundido a la extrema izquierda con la extrema necesidad. Es incapaz de concebir que si bien el aumento de intereses puede no tener l¨ªmite, en cambio el hambre s¨ª tiene frontera, y ¨¦sta es la muerte. No obstante, un paso antes de la muerte, siempre le quedan al hambriento algunas opciones que suelen no tener aval bancario y en consecuencia no agradan a los guardianes de la usura internacional.
La ley de Murphy
No hace muchos d¨ªas, el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, hizo gala de su peculiar sentido del humor, cuando, emulando a Mark Twain y a James Thurber y a otros c¨¦lebres bromistas de su patria, asever¨® que los problemas financieros de Am¨¦rica Latina "son fruto de un per¨ªodo de vida muy f¨¢cil, cuyas duras consecuencias deben afrontar ahora". Las agencias anotaron que -vaya a saber por qu¨¦ ese comentario no hab¨ªa ca¨ªdo bien en la Conferencia de Cartagena. En cambio, ha de haber ca¨ªdo estupendamente en el noreste brasile?o, en las poblaciones callampas de Chile, en los socavones mineros de Bolivia, y en otras tantas regiones de vida f¨¢cil. De seguro que en esas zonas las carcajadas habr¨¢n llegado al cielo, y hasta es de presumir que Zeus y Al¨¢ y el Dios cristiano (a escondidas de Juan Pablo II), pero sobre todo Quetzalcoatl y Viracocha, se habr¨¢n contagiado de esa risa; no ser¨ªa de extra?ar que uno de estos d¨ªas la tierra se retorciera en alegres se¨ªsmos.
?Ay, el se?or Shultz y su vida f¨¢cil! Es probable que ese humor no sea tercermundista sino primermundista. Para captar su gracia hay que estar enterado, por ejemplo, de que el pa¨ªs del se?or Shultz, desarrollado como probablemente ning¨²n otro en la tierra, ha basado esa innegable conquista en el celo que siempre ha puesto en subdesarrollarnos. Ciertamente, Estados Unidos no ser¨ªa tan desarrollado si no fuera a la vez tan subdesarrollante. El Welfare State, o Estado del Bienestar, se construy¨® y consolid¨® en Estados Unidos a costa de muchos y peque?os Estados del Malestar. Nadie hasta ahora ha nombrado a ¨¦stos en ingl¨¦s (?qu¨¦ m¨¦rito han hecho para ser recompensados con semejante elegancia?). Pero quiz¨¢ podr¨ªamos llamarlos Uneasiness States. Dentro del mismo Estados Unidos hay varios uneasiness states (digamos los negros, los chicanos, los ricans, los pieles rojas) pero los Estados del malestar/desasosiego que generan m¨¢s dividendos no son exactamente los del interior, sino m¨¢s bien los del llamado traspatio.
Quiz¨¢ el lector haya o¨ªdo hablar alguna vez de la Ley de Murphy ("si algo puede funcionar mal, lo har¨¢"); pues bien, el FMI es una prueba internacional de la Ley de Murphy; funcion¨® todo lo mal que pudo, quiz¨¢ porque olvid¨® que lo! pa¨ªses no son s¨®lo m¨¢quinas, latifundios, misiles, bosques, talleres, autom¨®viles, bulldozers, ca?ones. Los pa¨ªses son fundamentalmente gente. Es claro que el FMI no est¨¢ hecho a la medida de la gente. Para el Fondo la humanidad es un gran banco, con innumerables ventanillas, todas con rejas, todas para el cobro. Lo esencial no es que la gente coma o tenga techo o cuide su salud o haga el amor; lo esencial es que la gente pague. De todas maneras, reconozcamos que su tarea no es sencilla: consiste nada m¨¢s y nada menos que en hacerle comprender al Tercer Mundo que su obligaci¨®n moral es vivir lo m¨¢s miserablemente que pueda, y aun un poco m¨¢s," para as¨ª hacer posible que el Primer Mundo gane su guerra de galaxias.
Quiz¨¢ el FMI aspire a que en la pr¨®xima reuni¨®n del Club de Deudores latinoamericanos-, los 11 ministros se pongan respetuosamente de pie y entonen a coro: "Ave Fondo, mori turi te salutant". Tengo la impresi¨®n, sin embargo, de que al menos Bolivia y Argentina propondr¨¢n un saludo menos cl¨¢sico.
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