El Murillo que no se vendi¨®
Los coleccionistas espa?oles compran fuera lo que desestiman en Espa?a
El Extasis de San Francisco de Asis, lienzo de Bartolom¨¦ Esteban Murillo no alcanz¨® los 26 millones que sus due?os exig¨ªan como m¨ªnimo en la subasta que Sotheby's organiz¨® en Madrid. La mayor oferta fue de 25 millones. La obra no fue adjudicada. Un contrasentido, cuando el "?xtasis", otra obra de Murillo de id¨¦nticas caracter¨ªsticas, fue adjudicada en Londres el a?o pasado en 600.000 d¨®lares, unos 90 millones de pesetas.No se trata de una rara excepci¨®n, puesto que tales desfases entre el mercado espa?ol y el de los pa¨ªses con una demanda s¨®lidamente establecida se repiten con frecuencia. En Madrid, concretamente, existen en oferta tres espl¨¦ndidos cuadros de Jos¨¦ Ribera que no encuentran comprador a precios infinitamente m¨¢s bajos del que se pag¨® por " El Espa?oleto" en Londres, en julio del a?o pasado; 158 millones de d¨®lares.
La oferta m¨¢s alta obtenida por Murillo en la subasta de Sotheby's fue de 25 millones, es decir, el precio de un buen Sorolla. Al parecer, Sorolla, colma todas las espectativas art¨ªsticas de los coleccionistas espa?oles y s¨®lamente Goya alcanza una cotizaci¨®n semejante a la del pintor valenciano. Y no es que no haya dinero en Espa?a para comprar arte. La prueba es que cuando en una subasta de Londres o Nueva York aparece un Sorolla, un Jim¨¦nez Aranda o un Madrazo, la puja m¨¢s alta suele hacerla un coleccionista espa?ol. En Espa?a se compra de acuerdo con la moda que define un status social, eso que se podr¨ªa llamar el "decorativisino". Como si la profusi¨®n colorista de un Sorolla se acomodase mejor a los suaves tonos de la moqueta que los sobrios claroscuros de un bodeg¨®n del siglo XVII.
El dinero inversor y la madurez del gusto suelen ir siempre unidos. El dinero pretende.dos objetivos fundamentales: evitar los, mordiscos de la inflaci¨®n y conseguir una f¨¢cil cionvertibilidad a cualquier moneda.
En t¨¦rminos de inversi¨®n, es arte hist¨®rico toda aquella pieza cuya calidad no admita discusi¨®n posible, puesto que ya ha superado los condicionantes de valor coyuntural. Pertenece a la Historia Universal del Arte y no es patrimonio cultural espec¨ªfico de determinada etnia o naci¨®n. Si hoy pueden aparecer estudios de la obra de Vel¨¢zquez o Rembrandt desde nuevos puntos de vista, es seguro que no afectar¨¢n en nada al criterio universal de su indiscutible calidad. Igualmente, tambi¨¦n cualquier an¨®nimo flamenco o espa?ol del siglo XV pertenece a lo perdurable por su rareza y escasez.
El tiempo es un factor important¨ªsimo como valor a?adido a una obra de arte. La revisi¨®n del pasado establece definitivamente unos criterios de calidad que se hacen pr¨¢cticamente inamovibles y, por otra parte, la total destrucci¨®n o el deterioro de muchas obras las va haciendo cada vez m¨¢s escasas.
Sin embargo, el mercado espa?ol no parece decantarse hacia lo valioso y escaso, sino hacia lo que m¨¢s abunda. Si Sorolla no hubiese sido un autor tan prol¨ªfico, sus precios ser¨ªan notablemente m¨¢s bajos. Y la raz¨®n es obvia; dif¨ªcilmente puede ponerse de moda algo que no pueda ser abundantemente compartido.
Verdad es que hay una cierta t¨ªmida tendencia ahora hacia la revalorizaci¨®n de nuestros bodegonistas del siglo XVII, pero todav¨ªa resulta muy dif¨ªcil que un buen bodeg¨®n de esa ¨¦poca supere, en Espa?a, los cinco millones, mientras en Nueva York y en Londres se han pagado verdaderas fortunas por un Juan van der Hamen o un Luis Mel¨¦ndez.
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