La blindada de picar
Llevamos 36 toros en la feria; ninguno ha derribado. La fiesta est¨¢ hecha a la medida de la blindada de picar. No es que el espect¨¢culo haya de sustanciarse en los individuos del castore?o peg¨¢ndose costaladas (o quiz¨¢ s¨ª lo pretende alguien, para vengar la prepotencia de estos caballeros). Se trata de que el toro tenga la fortaleza debida y de que en lo fundamental prueba de varas pueda crecerse al castigo.Los mencionados individuos del castore?o parecen jinetes de unos percherones excesivos, que si no los proh¨ªbe el reglamento, deber¨ªa prohibirlos el sentido com¨²n. El de arriba, protegido de pata hierro, con estribos tipo caldera, del mismo material; el de abajo, forrado de guata espesa y pesad¨ªsima, sus manguitos, sus artilugios. A estas unidades blindadas los toros no ni pueden moverlas, y derribarlas, ni en el m¨¢s calenturiento sue?o que hayan podido traer de la dehesa.
Plaza de Pamplona
12 de julio. Sexta corrida de feriaToros del Marqu¨¦s de Domecq, con gran presencia, flojos, varios de ellos mansurrones. Ni?o de la Capea. Estocada ca¨ªda (palmas). Pinchazo y med¨ªa atravesada (pitos). Jos¨¦ Antonio Campuzano. Pinchazo hondo y estocada (silencio). Estocada baja (ovaci¨®n y salida al tercio). Curro Dur¨¢n. Pinchazo, estocada desprendida y descabello (vuelta). Estocada atravesada que asoma por un costado, estocada corta atravesada y dos descabellos (algunos pitos). Tito de San Bernardo result¨® cogido en banderillas y pas¨® a la enfermer¨ªa donde se le atendi¨® de contusiones y erosiones.
Turulato el toro tras estrellarse en la blindada, ser¨ªa l¨®gico que los picadores le clavaran la puya en el lugar exacto que manda la tauromaquia, precisamente en el morrillo. Pues tampoco: les da la gana clavarla en la almohadilla torso- lumbar, o m¨¢s atr¨¢s a¨²n, con mayor frecuencia, donde desvastan moscas, par¨¢sitos, piel, m¨²sculos, costillas, ¨®rganos vitales, lo que caiga bajo el barreno alevoso.
Los toreros de a pie parecen complacerse con esta carnicer¨ªa, pues lo que m¨¢s les gusta a los toreros de a pie de la ¨¦poca taurina actual es que les quiten fuerza a los toros. Lo cual no quiere decir que esos toros queden id¨®neos para el resto de la lidia, pues lo m¨¢s normal es que salgan de la refriega con corta arrancada, echen la cara arriba y les afloren unos resabios de manso que no corresponden a su crianza. Porque el toro, a¨²n bravo, de la prueba de varas, donde no ha podido crecerse al castigo ni hacer valer la hegemon¨ªa de su casta, sale derrotado y humillado.
Da lo mismo que salten a la arena torazos, como los del marqu¨¦s de Domecq ayer en Pamplona, porque la lidia se destruye ah¨ª, en la artera prepotencia de la blindada de picar. Los torazos del marqu¨¦s ten¨ªan casta, y bravura, menos. Fuerza verdadera no ten¨ªa ninguno, y si alg¨²n ejemplar la llevaba dentro, se la desbarataron los del castore?o con sus crueles barrenazos.
Tres presentaron dificultades, y el que abri¨® plaza volte¨® en banderillas a Tito de San Bernardo. Dos de ellos le correspondieron al ni?o de la Capea, que fue un torpe muletero sin ideas ni recursos. Otro le sali¨® a Jos¨¦ Antonio Campuzano. Era un toro de casta, que se fue arriba, se colaba por el pit¨®n derecho y ten¨ªa una violenta codicia que el pundonoroso diestro de Gines no pudo dominar. Otros tres ya dieron m¨¢s facilidades. El quinto tomaba aborregado las docenas de derechazos que le dio Campuzano, la mayor parte de ellos de buen corte, pero mon¨®tonos y sin vibraci¨®n.
Los toros de Curro Dur¨¢n eran manejables, y el que le sali¨® en primer lugar tambi¨¦n noble, pero este espada, que ya se anuncia mediocre con el capote, con la muleta es de una aplastante vulgaridad. Incapaz de hacer el toreo bueno, recurri¨® a rodillazos y manoletinal, para encandilar a las pe?as; en realidad sin fundamento, pues las pe?as ya estaban encandiladas de suyo con el trago largo, la merienda abundante y redonda, cubos de sangr¨ªa que se tiraban unos mozos a otros; all¨¢ va uno, de mano en mano, rodando tendido abajo; otro, tendido arriba; dos que se dan de tortas, mientras la vecindad les canta "que se besen". Y para que no faltara de nada, reyes Magos recorr¨ªan la s gradas, convidando y aceptando tientos de la bota.
Felices mozos, con su fiesta, que aislan de los aconteceres del ruedo, pues no se la van a amargar unos toros amazacotados, unos toreros pelmas, una blindada de picar perversa.
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