Y 2
La semana pasada se me ocurri¨® escribir una columna sobre el despiste verbal que nos embarga cuando intentamos referirnos al otro u otra. Y dec¨ªa yo que no sabemos denominar a la pareja, que nos perdemos en torpes farfulleos del tipo de mi chico, mi novia, mi rollo o la t¨ªa con la que estoy viviendo. Pues bien, hete aqu¨ª que mis compa?eros de EL PA?S se sintieron tentados por el tema, sin duda por efectos del est¨ªo, que produce una sudorosa lasitud de ¨¢nimo en la que los problemas importantes pierden contenido y las menudencias se hacen ley. El caso es que fijaron un folio en el tabl¨®n de anuncios y apuntaron all¨ª sus sugerencias: a fin de cuentas son profesionales de la sustantivaci¨®n, de la palabra.Hubo, por ejemplo, propuestas con hondo sabor barrial y castizo, como el pariente/a, o la perpetua/o. Que no sirven para la cuesti¨®n que nos ocupa, porque ahora ya no hay nada perdurable y porque pariente, evoca demasiado la relaci¨®n tradicional de la familia. Otros abundaron, curiosamente, en la envoltura f¨ªsica, con sugerencias como mi gorda, mi gordito, la gordi, mi flaco o la flaquita, poniendo el ¨¦nfasis de la ternura en la abundancia carnal o el puro hueso, dependiendo. Hubo quien se tom¨® el asunto muy en serio, sugiriendo el uso de mi amigo/a y documentando la voz en las Cantigas de Alfonso X el Sabio; una bonita palabra, desde luego, pero que se presta a confusiones. Otros, m¨¢s innovadores, propusieron t¨¦rminos como el temporero, mi medio, mi ileg¨ªtima, mi bis, e, incluso, aqu¨ª, mi apa?o. Quedan registrados, para lo que puedan servir. La aportaci¨®n que m¨¢s me conmovi¨® fue la de un compa?ero andaluz, que rescat¨® una palabra muy usada en las canciones populares de su tierra, mi contraria/contrario: un sustantivo profundo que define el abismo y el misterio que media entre los sexos. Y hubo a¨²n otro, en fin, que present¨® una enmienda a la totalidad del art¨ªculo, aduciendo que lo mejor que nos puede suceder es esta ausencia de palabras, porque al nombrar limitamos la pasi¨®n, la institucionalizamos, la convertimos en un suced¨¢neo rutinario de lo conyugal. Que quede constancia de todo ello como contribuci¨®n a este debate abierto y estival de lo privado.
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