Fugas
DOS D?AS despu¨¦s de que el recluso Raymond-Vaccarizi fuera mortalmente abatido en la c¨¢rcel Modelo de Barcelona, a resultas de los disparos realizados desde fuera del recinto carcelario por un experto francotirador armado con un rifle de mira telesc¨®pica, se produc¨ªa la espectacular fuga, en pleno d¨ªa y a tiro limpio, de ocho internados en el mismo establecimiento penitenciario. En el desarrollo de la huida resultaron heridos dos guardias civiles de servicio en la prisi¨®n, sobre los que hicieron fuego los escapados, y tambi¨¦n dos desprevenidos transe¨²ntes, v¨ªctimas de las trayectorias de balas perdidas. Dos de los fuguistas fueron capturados, ya en la calle, casi inmediatamente, mientras que los seis evadidos restantes consegu¨ªan, al menos por el momento, su objetivo. La circunstancia de que uno de los escapados, el franc¨¦s Robert Beraza, compartiera la celda con Vaccarizi ofrece materia suficiente para conjeturar una conexi¨®n entre el asesinato y la fuga. En cualquier caso, los medios policiales dan por descontado que la evasi¨®n fue planeada y dirigida por bandas mafiosas internacionales.El suceso puede suscitar comentarios de car¨¢cter general relacionados con la seguridad interior y exterior de las prisiones espa?olas, las amplias cuotas de poder de que disfruta el crimen organizado dentro de las galer¨ªas, el desbordado crecimiento de las redes transnacionales de delicuencia en nuestro territorio y las interferencias entre la Administraci¨®n central y la Administraci¨®n de las comunidades aut¨®nomas en el manejo de los servicios transferidos. Antes, sin embargo, es preciso recordar que la c¨¢rcel Modelo de Barcelona ofrece la muy singular caracter¨ªstica de su localizaci¨®n en pleno casco urbano, rodeada de calles de abundante tr¨¢nsito, enfilada por ventanas y terrazas de casas de vecindad y pr¨®xima a estrat¨¦gicos centros de comunicaci¨®n.
Resulta simplemente descabellado que la c¨¢rcel Modelo de Barcelona siga funcionando en ese entorno urbano. Ese establecimiento penitenciario, por lo dem¨¢s, puede apuntarse el dudoso honor de ocupar un lugar preferente en la organizaci¨®n de motines y en la realizaci¨®n de fugas. A lo largo de los ¨²ltimos seis a?os, el total de huidos de ese recinto asciende a 78 reclusos, que utilizaron los m¨¢s variados procedimientos para conseguir sus prop¨®sitos. La fuga m¨¢s sonada se produjo en junio de 1978, cuando 45 presos lograron evadirse a trav¨¦s de las alcantarillas, a las que llegaron tras haber construido un t¨²nel desde la enfermer¨ªa. En la presente ocasi¨®n, la fuga fue posible gracias a que los reclusos dispon¨ªan al menos de cuatro pistolas, con las que redujeron a varios funcionarios, y a que el cabecilla de la operaci¨®n, Jorge Eduardo Vilari?o, ocupaba un destino de confianza que le permit¨ªa el acceso a la puerta de carga. ?C¨®mo explicar, sobre todo despu¨¦s de un acontecimiento tan dram¨¢tico como el asesinato de Vaccarizi, que las autoridades de la Modelo no fueran capaces de impedir la entrada en la c¨¢rcel o la ocultaci¨®n en los cacheos de ese armamento? ?Y c¨®mo un preso con los antecedentes de Vilari?o pod¨ªa disfrutar de la libertad de movimientos que le proporcionaba su destino?
El director general de los Servicios Penitenciarios y de Rehabilitaci¨®n de la Generalitat, a la que han sido transferidas ya las competencias dentro de la comunidad aut¨®noma, ha descargado buena parte de sus responsabilidades en la insuficiente y lamentable infraestructura penitenciaria recibida. Ser¨ªa dif¨ªcil poner en duda que los angustiosos problemas de nuestras c¨¢rceles, tanto en lo que se refiere a, su falta de seguridad como en lo que respecta a su escandalosa inadecuaci¨®n para cumplir las tareas de "reeducaci¨®n y reinserci¨®n social" de los presos que el art¨ªculo 25 de la Constituci¨®n ordena, es fruto de las imprevisiones y de las omisiones del pasado. Ahora bien, nada resultar¨ªa m¨¢s ofensivo para los ciudadanos y m¨¢s perjudicial para el buen funcionamiento del Estado de las autonom¨ªas que los esfuerzos para enfrentarse con el contenido de los asuntos, algunos tan dram¨¢ticos como el deterioro penitenciario, fueran relegados a un segundo plano en beneficio de una discusi¨®n formal sobre competencias administrativas.
A lo largo de los ¨²ltimos a?os, el hacinamiento de las prisiones, las redes de complicidades o de permisividad trenzadas por el comercio de las drogas y el dinero de las mafias, la escasez de asignaciones presupuestarias para construir nuevos edificios, modernizar viejas instalaciones y ampliar plantillas, las resistencias administrativas para aunar el ejercicio de la disciplina con el obligado respeto constitucional a los derechos humanos de los internados y la generalizada insensibilidad de la sociedad hacia los problemas de la delincuencia marginal han convertido a las c¨¢rceles espa?olas en aut¨¦nticos polvorines. Los asesinatos entre presos, las autolesiones, los motines y las fugas muestran las fisuras de los sistemas de seguridad interior y exterior de las prisiones y obligan a remontarse desde los efectos a las causas y desde los s¨ªntomas a los motivos ¨²ltimos de esas patol¨®gicas manifestaciones de desorden. Las autoridades del Estado -tambi¨¦n lo son los responsables de las comunidades aut¨®nomas- y los ciudadanos est¨¢n obligados a plantearse los complejos problemas que ese desaf¨ªo lanza a una sociedad preocupada no s¨®lo por la seguridad, sino tambi¨¦n por la solidaridad y la justicia.
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