Cable Hogue y el capit¨¢n Contreras, dos h¨¦roes anacr¨®nicos
Al principio de su carrera, lleno de energ¨ªa y de nostalgias, Sam Peckinpah film¨® una serie de t¨ªtulos que desvelaban el otro lado del mundo del Oeste, sin la m¨ªtica de aquellas pel¨ªculas propagand¨ªsticas, pero sin rencores ni cuentas aplazadas. Sam Peckinpah descubr¨ªa, con naturalidad, que en aquellas aventuras de los colonos palpit¨® la vida en su vertiente m¨¢s simple: hab¨ªa que sobrevivir de cualquier manera mientras se so?aba y se quer¨ªa.Pel¨ªcula triste
La balada de Cable Hogue es, en este sentido, una pel¨ªcula triste. Sobre la vida de ese perdido caminante que, en lugar de oro, encuentra agua y decide instalar un negocio alrededor de la fuente, pesa el cambio de los tiempos. Lentamente, deber¨¢ asumir los inventos de la ¨¦poca y con ellos, la filosof¨ªa de un capitalismo que se manifestaba en violencias a¨²n m¨¢s terribles que la de aquellos hombres que amaban el desierto y desconfiaban de sus semejantes. Para Cable Hogue, ya maduro, aunque vital, su tiempo le fue desplazando, y el primer autom¨®vil de su vida ser¨ªa tambi¨¦n el medio de separarse definitivamente de ella.
La balada de Cable Hogue se emite hoy a las 22
30 horas, y La otra vida del capit¨¢n Contreras, a las 16.05 horas, ambas por la primera cadena.
Con humor y una ternura que a veces se manifiesta con timidez, Sam Peckinpah hizo en La balada de Cable Hogue una de sus m¨¢s hermosas pel¨ªculas. Con ella se present¨® en el festival internacional de San Sebasti¨¢n del a?o 1971, mientras declamaba viejas canciones mexicanas de aquel tiempo que ¨¦l conoci¨® en vivo.
Era incansable. Alrededor de una botella de whisky emulaba a sus propios personajes. Como ellos, al cabo de poco tiempo, tuvo que aceptar las condiciones de una industria que raras veces se emociona con la poes¨ªa de los perdedores, y se limit¨® a filmar, con su habitual seguridad profesional, pero sin impronta creativa, las historias que los financieros consideraban aptas para el p¨²blico.
Comedia con Fern¨¢n-G¨®mez
Tambi¨¦n Rafael Gil, en 1954, hab¨ªa contado la historia de un hombre que no correspondi¨® a su tiempo. Cualquier otra comparaci¨®n con la obra de Sam Peckinpah ser¨ªa malsana e inoportuna: ambas pel¨ªculas coinciden en la peque?a pantalla, pero cada una responde a pa¨ªses, ¨¦pocas, talentos y circunstancias distintos. Es graciosa, sin embargo, esta casualidad.
La otra vida del capit¨¢n Contreras, que antes que pel¨ªcula fue una novela de Torcuato Luca de Tena, plantea la historia al rev¨¦s: vuelto a la vida despu¨¦s de tres siglos de estar enterrado, el capit¨¢n Contreras, soldado espa?ol de los tercios de Flandes, se enfrenta a una sociedad que desconoce, pero que quiere explotarle, hacerle suyo, conduci¨¦ndole a la meca de los triunfos: Estados Unidos. ?l, a pesar de aguerrido, hombre t¨ªmido y de escasa ambici¨®n, preferir¨¢ el sano amor de Silvia, que le puede hacer feliz, pero la implacable sociedad de nuestro siglo tratar¨¢ de imped¨ªrselo.
La experiencia fue recibida con aplausos por los cr¨ªticos espa?oles: "De prop¨®sitos muy di¨¢fanos -distraernos mediante ingeniosos ardides humor¨ªsticos-, esta pel¨ªcula justo es decir que logra su finalidad", escribi¨® Luis G¨®mez Mesa en el diario Arriba, mientras Alfonso S¨¢nchez, en el peri¨®dico Hoja del Lunes, aseguraba que el trabajo de direcci¨®n de Rafael Gil (de quien la semana pasada se exhibi¨® en televisi¨®n Reina santa, dentro del ciclo La historia del cine espa?ol) "hace gala de un instinto para el encuadre, de su seguridad en el ritmo de la pel¨ªcula, y es sensible al expresar con perfecto equilibrio la gracia y la poes¨ªa bien imaginada".
Sin duda, a tal ¨¦xito, colabor¨® la presencia, siempre eficaz, del actor Fernando Fern¨¢n-G¨®mez en el extravagante personaje central.
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