Brasil, a vista de p¨¢jaro
Una zambullida en el pais de la magia, donde las dimensiones no tienen limite
Su extensi¨®n, que llega a m¨¢s de ocho millones de kil¨®metros cuadtados, le confiere car¨¢cter de continente. La diversidad y los contrastes aplicados a Brasil dejan de ser t¨®picos para convertirse en verdades como pu?os, realidades desmesuradas. No hay frase excesiva ni palabra exagerada: el pa¨ªs monopoliza todos los adjetivos inventados, y una naturaleza omnipresente, indomable, compite ventajosamente con la m¨¢s elaborada ret¨®rica tur¨ªstica.La selva amaz¨®nica es la m¨¢s densa y amplia del planeta. El Amazonas, el r¨ªo por excelencia, llega con sus aguas a empujar oc¨¦ano adentro a las del mar en una inmensa ola -pororoca- cuyo estruendo y dimensiones sobrepasan con creces lo imaginado. Seco y reseco el Noreste, maldito por los dioses de la lluv¨ªa, tumba de hombres y animales, alimento tan s¨®lo de leyendas y de santones, el sert?o. Sabana inmedible el Mato Grosso, all¨ª donde Europa, de mano de los portugueses, no pudo nunca entrar. Trigo y bosques el Sur, la imagen m¨¢s domesticada del pa¨ªs entero. Tierras rojas, cascada incontinente el Paran¨¢, cataratas sobre un fondo de historia amorosa en Iguaz¨², sirviendo de frontera con Argentina. Y minas de oro a la vuelta de la esquina. Exhaustas ya, agotadas, en Minas Gerais, el Estado que destilaba oro puro de una ganga negra, escenario de la primera revuelta independentista. Minas en plena explotaci¨®n, como las reci¨¦n detectadas en Sierra Pelada, recorrida por esos miles de garimpeiros que en r¨ªos, montes y barrancos buscan desesperadamente la fortuna que les librar¨¢ para siempre de la cotidiana miseria.
Toda una vida exigir¨ªa Brasil, como la mujer amada del bolero, para ser m¨ªnimamente conocido. El viajero de a pie, el turista de un mes de vacaciones al a?o, se tiene forzosamente que contentar con mucho menos. La mayor parte de los viajes organizados por Brasil est¨¢n programados para veintitantos d¨ªas. Y el Air Pass que vende Varig, en combinaci¨®n con la compa?¨ªa Cruzeiro, es v¨¢lido para 21. Habr¨¢ que contentarse, pues, con asomarse al pa¨ªs y dejar para viajes sucesivos recorridos m¨¢s detallados. Y como ayuda elemental dirigida a los viajeros de un mes contado, aqu¨ª van algunas recomendaciones.
Las ciudades
R¨ªo es una de las ciudades m¨¢s sorprendentes del mundo. Penetrada de montes y vegetaci¨®n, abierta en avenidas, retorcida y repleta en el centro. Al menos una semana para recorrerla y disfrutarla, hacer todas las excursiones de rigor y pasear los kil¨®metros de Copacabana, Ipanema y Leblon. Un aviso para los aficionados a la samba: durante todo el verano suele haber exhibiciones de samba -evidentemente, para turistas, pero muy dignamente realizadas- en el restaurante que se halla en lo alto del Pan de Az¨²car. S?o Paulo merece, sin duda, la pena, aunque sea la m¨ªa una opini¨®n poco extendida. Ciudad-monstruo de apretados rascacielos y barrios residenciales, no ha podido desprenderse, a pesar de sus evidentes esfuerzos, de un fuerte car¨¢cter americano y brasile?o, desordenado, vitalista, charanguero, contrapunto de ese culto al negocio y al trabajo que, seg¨²n ellos mismos, los paulistas profesan. A no perderse: la vista de S?o Paulo desde lo alto -existe un caf¨¦-restaurante- del edificio Italia. Y los barrios construidos a fin de siglo, cuando el boom del caf¨¦.
Salvador de Bah¨ªa, la m¨¢s negra del Brasil negro, es la ciudad m¨¢gica por excelencia y, no se puede olvidar, la primera capital del Brasil portugu¨¦s. Iglesias barrocas, calles coloniales, fachadas con azulejos a imitaci¨®n de la metr¨®polis, y, sobre todo, una vida desbordante en el mercado, junto al puerto. Manaus, en plena selva, desconchada y viviendo a¨²n del recuerdo del caucho. Recife, ciudad colonial levantada en una isla. Y Brasilia, el sue?o de un cart¨®grafo del XVIII que realizaron Niemeyer y Costa en plena sabana.
Arquitectura colonial
Adem¨¢s de las iglesias de Bah¨ªa, las de Recife y los conventos de R¨ªo, algunas indicaciones. Olinda, peque?a ciudad a siete kil¨®metros de Recife, fundada en el siglo XVI, es uno de los conjuntos monumentales m¨¢s importantes y mejor conservados de Brasil. Situada sobre el mar, repleta de iglesias, conventos y mansiones, adornada con una vegetaci¨®n nunca excesiva, parece un regalo de los dioses. Muy diferente car¨¢cter tiene Ouro Pr¨ºto, la antigua capital de Minas Gerais, el centro del oro. En medio de un valle rodeado de monta?as peladas y ralas, trepada ella misma a cerros sucesivos, es una ciudad monumental de los pies a la cabeza que hoy, agotadas ya las minas, parece un fantasma p¨¦treo emigrado a una sierra desierta. Se levant¨® a lo largo del XVIII encima de los barracones de madera de los primeros garimpeiros con las mismas piedras de las monta?as circundantes y con todo el lujo que correspond¨ªa al barroco gusto de la ¨¦poca y al oro que lo posibilitaba. Fachadas labradas, retablos dorados, esculturas, iglesias incontables, plazas y calles en continua pendiente: Ouro Pr¨ºto es una de esas maravillas que se quedaron ancladas en otro tiempo, el de ese genio del cincel y del proyecto que era el gran Aleijadinho, uno de los m¨¢s importantes artistas de Brasil. Sin duda, el m¨¢s legendario.
Magia y ritos
En R¨ªo, si se hacen acompa?ar de una persona introducida, pueden asistir a una aut¨¦ntica macumba, celebrada habitualmente en los barrios extremos. Olor a incienso y a los enormes puros que fuman permanentemente los y las m¨¦dium, sonido r¨ªtmico de tambores; se trata de un rito de origen africano, ya brasile?o, con muchas variaciones, que sigue perfectamente vivo entre el pueblo. Bah¨ªa, el centro del Brasil negro, proporciona tambi¨¦n la posibilidad de acercarse a esa religi¨®n sincr¨¦tica -africana y cristiana- y a sus ceremonias. Se puede asistir a los candombl¨¦s, aunque es mejor hacerse acompa?ar por alguien conocido: su celebraci¨®n aparece rese?ada en el mismo peri¨®dico, as¨ª como el terreiro donde tiene lugar. Existen tambi¨¦n candombl¨¦s para turistas, pero ¨¦sa es ya otra historia y, desde luego, otro espect¨¢culo.
M¨¢s: en los mercados de todas las ciudades y pueblos hay puestos de todo tipo de objetos con propiedades m¨¢gicas: desde ung¨¹entos curativos hasta polvos para protegerse del mal de ojo, pasando por ¨²tiles de la llamada magia negra.
En mi opini¨®n, el m¨¢s interesante es el de Belem, el Ver-O-Peso, que se extiende junto al impresionante mercado cubierto que se construy¨®, en hierro, en Inglaterra y fue tra¨ªdo, pieza a pieza, hasta la desembocadura del Amazonas.
La selva
Brasil es un para¨ªso de punta a punta. Y con gigantescas extensiones por descubrir. Nada que decir a los que vayan, con tiempo por delante, en busca de la so?ada aventura en tierras v¨ªrgenes: la encontrar¨¢n. Para los viajeros de tiempo fijo, al menos dos sugerencias. Una, la visita a Iguaz¨² y a sus impresionantes cataratas: una naturaleza ruidosa e imparable sigue imponi¨¦ndose con ventaja sobre los comprensibles intentos de turistizar y rentabilizar la zona. La otra: el Amazonas. Lo m¨¢s sencillo es fijar en Manaus el centro de operaciones y desde all¨ª realizar todas las excursiones por agua y por tierra. Las hay para todos los gustos y aficiones.
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