El lujo hist¨®rico de ser island¨¦s
En 1955, la Academia Sueca conced¨ªa por primera vez en su historia el Premio Nobel de Literatura a un island¨¦s, Halldor Laxness. Con ese motivo, sus editores ofrecieron en Estocolmo una recepci¨®n en su honor. Durante el acto, un periodista sueco pregunt¨® a Laxness, por entonces famoso por sus ideas radicales aunque en su vida privada no practicara precisamente el ascetismo, por qu¨¦ un hombre de izquierdas como ¨¦l se permit¨ªa conducir un lujoso coche americano ¨²ltimo modelo por las polvorientas carreteras de Islandia. Laxness reflexion¨® unos momentos y contest¨®: "Ver¨¢ usted. El hecho de ser island¨¦s constituye por s¨ª solo un lujo. Y mi coche es parte de ese lujo".La contestaci¨®n de Laxness ilustra a la perfecci¨®n las caracter¨ªsticas de Islandia, isla de fuertes contrastes, con una extensi¨®n de 103.000 kil¨®metros cuadrados y una poblaci¨®n -asentada exclusivamente en la franja costera- de s¨®lo 237.894 habitantes, de los que m¨¢s de la mitad, 128.221, vive en la zona de la capital, Reikiavik. El resto del territorio, equivalente a una quinta parte de Espa?a y compuesto por glaciares, volcanes todav¨ªa activos, desiertos de arena y lava y formaciones bas¨¢lticas, es totalmente inhabitable. Como dec¨ªa Laxness, ser island¨¦s y mantener el orgullo de serlo -como ha hecho este peque?o pueblo, que hace s¨®lo 10 a?os celebraba su 1.100 aniversario nacional- es no s¨®lo un lujo, sino una peripecia.
Tierra del Hielo
El a?o 874 marca el comienzo de la historia de Islandia, con la llegada a la isla -bautizada como Tierra del Hielo- del primer colono noruego, Ingolfur Arnasson, y su familia, que se establecieron en la zona de la actual Reikiavik -o Bah¨ªa Humeante, por el vapor que se escapaba de los manantiales calientes del valle- Arnasson, un jefe local del oeste de Noruega, ven¨ªa huyendo del dominio del rey Harald el Rubio, que hab¨ªa unificado bajo su mando todo el pa¨ªs y hab¨ªa decretado unos impuestos draconianos.
A Arnasson le siguieron otras 400 familias noruegas y de otros pa¨ªses escandinavos, cuyas actividades est¨¢n meticulosamente descritas en el Landn¨¢mab¨®k o Libro de los asentamientos, que se encuentra perfectamente conservado en la Biblioteca Nacional de Reikiavik. Islandia es uno de los pocos pa¨ªses del mundo con una narraci¨®n escrita y conservada de su nacimiento, que ha servido; entre otras cosas, para mantener vivo el island¨¦s, una de las lenguas m¨¢s antiguas del mundo y la ¨²nica que mantiene su pureza original dentro de la familia de lenguas indo-germ¨¢nicas.
"El idioma ha jugado un papel important¨ªsimo en la formaci¨®n del car¨¢cter nacional island¨¦s", dice el profesor Gylfi Gislasson, catedr¨¢tico de econom¨ªa de la Universidad de Reijiavik, antiguo presidente del Partido Socialdem¨®crata y ex ministro de Cultura y Comercio. "Las ra¨ªces latinas y griegas", a?ade, "son pr¨¢cticamente inexistentes en nuestro idioma, sencillamente porque no cuadran en ¨¦l".
Igual ocurre con las palabras modernas, como tel¨¦fono, radio, televisi¨®n, computadora, que, o bien tienen que ser inventadas, o bien repescadas de palabras antiguas contenidas en el Libro de las sagas y que han ca¨ªdo en desuso. Algo muy parecido a lo que hacen los israel¨ªes, que para no utilizar neologismos echan mano de la Biblia. Por ejemplo, tel¨¦fono se dice simi en island¨¦s, una de las muchas acepciones de hilo usadas en las sagas y palabra cuyo uso se hab¨ªa perdido.
Federaci¨®n de Islandia
Los primeros colonos se repartieron el territorio habitable como peque?os se?ores feudales. Pero, a medida que las comuni¨¦aciones entre las peque?as comunidades se incrementaron, se hizo patente la necesidad de dotar a la isla de una m¨ªnima organizaci¨®n de Administraci¨®n de justicia. En el a?o 930, y por acuerdo entre los jefes locales, se acord¨® la constituci¨®n de la Federaci¨®n de Islandia y el establecimiento de un c¨®digo de derecho com¨²n. Ese a?o, en una solemne ceremonia celebrada en Thingvellir, a orillas del lago Thingvallavatri, se cre¨® el Parlamento, o Althing, m¨¢xima autoridad de la isla, cuyo prestigio ha permanecido inc¨®lume a trav¨¦s de los siglos. El Althing, que se reun¨ªa en concejo abierto durante dos semanas cada a?o, reun¨ªa todo el poder ejecutivo y el legislativo, lo que le conced¨ªa un car¨¢cter ¨²nico en la Europa de la alta Edad Media. Corno describi¨® las instituciones de la isla un obispo alem¨¢n en 1075: "Apud illos non est rex, nisi tantum lex". ("Entre ellos no hay rey, s¨®lo ley").
La Federaci¨®n de Islandia, y con ella la independencia del pa¨ªs, termin¨® en 1262, cuando el Althing suscribi¨® el Garrili Sattin¨¢li o Viejo Pacto con el rey de Noruega, por el que los islandeses aceptaron la soberan¨ªa noruega y accedieron a pagar impuestos a Oslo. En 1380 Islandia se convierte en dependencia danesa, al fundirse las coronas de Noruega y Dinamarca.
Libertad en 1944
Los 300 a?os de federaci¨®n constituyen uno de los per¨ªodos m¨¢s florecientes de la historia de Islandia. En ellos, m¨¢s de 30.000 personas se trasladan a la isla, en uno de lo cap¨ªtulos m¨¢s heroicos de la historia de la navegaci¨®n mundial. Los nuevos colonos tienen que recorrer los, cerca de 1.000 kil¨®metros que separan las costas escandinavas de Islandia por las traicioneras aguas del mar del Norte, en embarcaciones abiertas de 15 toneladas, algunas de las cuales se pueden contemplar hoy en el Museo Vikingo de Oslo.
La poblaci¨®n de Islandia en el a?o 930, fecha de la fundaci¨®n del Althing, estaba entre 70.000 y 80.000 habitantes, lo que supon¨ªa un tercio de la poblaci¨®n de Noruega, o, como explica el profesor Gislasson, la misma proporci¨®n que existe en la actualidad entre el Reino Unido y Estados Unidos. Durante esa ¨¦poca se escriben las sagas que narran las haza?as de la colonizaci¨®n o las gestas de los guerreros vikingos. El Libro de las sagas, que durante generaciones se lee en las casas,, contribuye de forma sustancial a la erradicaci¨®n del analfabetismo y es uno de los elementos que permite a Islandia a principios de este siglo dar el salto de una poblaci¨®n casi medieval al mundo industrial. El comercio y la cultura se desarrollan y los navegantes islandeses descubren Groenlandia y pretenden haber llegado hasta Am¨¦rica del Norte.
Los vientos de libertad de la Revoluci¨®n Francesa llegan tambi¨¦n a Islandia, que inicia en el siglo XIX su lucha para sacudirse el yugo dan¨¦s y alcanzar su independencia, un largo proceso que culminar¨ªa con la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica Islandesa en 1944, en plena segunda guerra mundial. En 1834, se restaura.el Althing, pero s¨®lo como organismo consultivo. En 1874, con motivo, de la celebraci¨®n del primer milenio de Islandia, el rey Christian IX de Dinamarca visita la isla y se promulga la primera Constituci¨®n, que no satisface en absoluto a los islandeses, al recaer la autoridad ejecutiva en un gobernador general, responsable ante el Ministerio de Asuntos Isl¨¢ndicos en Copenhague. Por fin, en 1903 se nombra un ministro para Islandia, residente en Reijiavik y responsable ante el Parlamento local.
La lucha termina a finales de la primera guerra mundial, cuando Dinamarca reconoce, en 1918, la independencia de Islandia por medio de un Act of, Union o Pacto de la Corona, en virtud del cual el rey dan¨¦s se convierte en rey de Dinamarca e Islandia, la ¨²nica vinculaci¨®n con la metr¨®poli. Dinamarca se compromete a cuidar de los intereses exteriores de Islandia y a garantizar sus aguas territoriales. El pacto inclu¨ªa una cl¨¢usula de revisi¨®n autom¨¢tica a los 25 a?os, que fue lo que hizo Islandia unilateralmente en 1944.
En 1918, el primer Gobierno propiamente island¨¦s cuenta con tres carteras. A ra¨ªz de entonces, y como comentan jocosamente todos los pol¨ªticos de la isla, la inflaci¨®n ha afectado tambi¨¦n a los Gobiernos. El n¨²mero de ministros asciende a cinco en 1939, a siete en 1959 y en 1974 a 10, que es el n¨²mero con que cuenta en la actualidad.
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