Silencio sobre la Rep¨²blica
El pasado d¨ªa 6 de julio le mand¨¦ a usted una carta, cuya fotocopia le env¨ªo con la presente, rog¨¢ndole su publicaci¨®n en el diario EL PA?S, en aras, dec¨ªa, de la seriedad del tema. No se ha publicado ni pretendo que est¨¦n ustedes obligados a dar a la luz todas cuantas cartas reciben. Nada m¨¢s lejos de mi pretensi¨®n., Pero el general don Evaristo de San Miguel, cuando estableci¨® la costumbre de publicar en su peri¨®dico cartas de los lectores, quiso que los mismos participaran en la tarea period¨ªstica en bien de los lectores. Ya sabe usted bien qui¨¦n fue el general De San Miguel. Hombre muy liberal y mas¨®n de pro, a quien la dictadura, como en otros casos, no se atrevi¨® a quitar su nombre a la calle que lo lleva.Y viene esto a cuento de que yo he observado que se publican en ese diario muchas cartas m¨ªas, pero se silencian aquellas que hablan de la Rep¨²blica o bien se critica al Gobierno y a su gente. Respecto a la Rep¨²blica, dir¨¦ que se hace mal en silenciarla. Es historia, y puede, sin duda, volver a serlo. Con referencia a las cr¨ªticas a los hombres del Gobierno, repetir¨¦ aquellas famosas palabras del reformista de hace muchos a?os don Melquiades ?lvarez: "No hagamos inviolable aquello que no lo es; por la Constituci¨®n, s¨®lo es inviolable la persona del Rey". Los pol¨ªticos son solamente unos administradores, gestores de la cosa p¨²blica, y deben rendir cuentas de su gesti¨®n como las rinde un presidente del consejo de administraci¨®n de una sociedad o los consejeros de la misma. Y lo que se ha hecho con los militares de la Rep¨²blica no tiene explicaci¨®n.
Carta remitida anteriormente:
En EL PA?S del d¨ªa 6 de julio, y en la secci¨®n de Cartas al director, se publica una carta que firma don Manuel Hidalgo, de Madrid, sobre el trato discriminatorio que sufren los militares de la Rep¨²blica. Suscribo dicha carta en todos sus extremos. Aquellos militares son hoy unos ancianos que precisan ayuda y protecci¨®n. Tiene raz¨®n el firmante de la carta: cuando tantos gastos superfluos se prodigan, como ¨¦l dice, ser¨ªa bueno recordar las promesas del se?or presidente del Gobierno y de todos quienes, con ¨¦l, hicieron propaganda electoral. Muchas fueron las personas que pusieron fe en los socialistas y que se ven, al presente, defraudados. Tengo en mi poder, y sobre el tema de los militares de la Rep¨²blica, una carta de un diputado socialista en la que textualmente se dice: "Por otra parte, le anuncio que si los socialistas recibimos alg¨²n d¨ªa la confianza del pueblo, subiremos unas pensiones que a nosotros nos parecen miserables". La propaganda electoral debe basarse en la prudencia y en la honestidad de prop¨®sitos. Personalmente conozco el caso de viudas republicanas que de no ser por la ayuda de sus familiares morir¨ªan de hambre. Don Felipe Gonz¨¢lez deber¨ªa haber sabido que promesas que no pod¨ªa cumplir iban a restarle simpat¨ªas y votos, como le restaron dos hechos de los que soy testigo de excepci¨®n: se neg¨® a visitar el Centro Republicano Espa?ol de M¨¦xico y, posteriormente, el de Chile- Abogado.
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