Los montoneros, auge y ca¨ªda del peronismo armado
La organizaci¨®n est¨¢ pr¨¢cticamente desmantelada, sus dirigentes huidos o encarcelados
La organizaci¨®n guerrillera Montoneros, de origen peronista, que actu¨® pol¨ªtica y militarmente en Argentina durante la d¨¦cada de los a?os setenta, no es hoy m¨¢s que un dirigente preso, dos en el exilio, menos de un centenar de militantes, la memoria de unos 5.000 j¨®venes muertos... y una serie de cuentas bancarias millonarias en d¨®lares.Hace poco m¨¢s de un mes, en la marcha de las juventudes de todos los partidos pol¨ªticos contra el Fondo Monetario Internacional, unos 50 j¨®venes se acercaron a la cabeza de la columna y desplegaron una enorme pancarta en la que se le¨ªa: "El peronismo montonero tambi¨¦n hizo la democracia". Pasados los primeros momentos, de desconcierto y evidente tensi¨®n, los militantes encargados de la seguridad de la marcha, que se conectaban por medio de aparatos radiotransmisores, dieron la orden de avanzar "sin darles bola a los montos".
Esa imagen, la de casi 100.000 manifestantes pasando por debajo o por un costado de la pancarta montonera y cantando sus propias consignas sin atender al casi inaudible coro que insist¨ªa con el cl¨¢sico "montoneros, carajo", resulta ser una s¨ªntesis pol¨ªtica ajustada a la realidad. Los militantes montos ni siquiera lograron incorporarse a la multitudinaria y desordenada columna de la Juventud Peronista, donde se reun¨ªan grupos pertenecientes a las distintas corrientes internas. Al fin, marcharon solos, sin que nadie se ocupara de ellos.
Dos meses antes, el 2 de abril, segundo aniversario de la invasi¨®n argentina de las islas Malvinas, unos cuantos montoneros se mezclaron entre los ex combatientes y militantes de los partidos mayoritarios que marcharon contra la torre de los Ingleses, tradicional monumento ubicado en una plaza c¨¦ntrica de Buenos Aires. All¨ª fueron protagonistas de incidentes menores, que terminaron en cuanto lleg¨® la polic¨ªa. Como acto elegido para la reaparici¨®n p¨²blica no estuvo mal pensado por los responsables. En el repudio a los brit¨¢nicos y la reafirmaci¨®n de la soberan¨ªa argentina en las islas Malvinas caben todos los partidos pol¨ªticos, de derecha a izquierda. Menos los montoneros: al d¨ªa siguiente no s¨®lo se lamentaban por su presencia los observadores pol¨ªticos, sino que tambi¨¦n la opini¨®n p¨²blica se estremec¨ªa ante la posibilidad de que esa chispa incendiara nuevamente la historia. La revelaci¨®n del horror, el drama vivido y el dolor soportado por el hombre com¨²n son llagas que todav¨ªa arden demasiado apenas se les roza.
Acciones suicidas
Desde su espectacular irrupci¨®n en la escena pol¨ªtica argentina, a mediados de 1970 (secuestro y muerte del general Pedro Eugenio Aramburu, ex presidente del Gobierno militar que se instaur¨® tras el golpe de Estado de 1955, que derroc¨® a Per¨®n), la trayectoria de los montoneros se convirti¨® en una sucesi¨®n de acciones suicidas. Su crecimiento como supuesto brazo armado del peronismo fue r¨¢pido y desmesurado. El propio Per¨®n los toler¨® desde el exilio y alent¨® como parte de su estrategia para recuperar el poder.
El regreso de Per¨®n,al pa¨ªs y las elecciones de 1973, que el peronismo gan¨® cop el 60% de los votos, no s¨®lo no resolvieron el conficto ideol¨®gico, sino que, por el contrario, lo hicieron estallar. Poco tiempo antes de morir, el 1 de mayo de-1974 en la concentraci¨®n del D¨ªa del Trabajador en la plaza de Mayo, hablando desde los balcones de la Casa Rosada, sede del Gobierno, Per¨®n contest¨® a las consignas que cantaban los montoneros llam¨¢ndoles "j¨®venes imberbes". Cuando a¨²n no hab¨ªa. concluido su discurso, miles de militantes abandonaron el lugar.
Ese enfrentamiento p¨²blico, incorporado a la historia como "el d¨ªa que Per¨®n los ech¨® de la plaza", llev¨® a la organizaci¨®n a un callej¨®n sin salida., Aislados del movimiento peronista, repudiados por el l¨ªder en nombre del cual reivindicaban sus acciones, sin propuestas ni objetivos -pol¨ªticos claros, se replegaron sobre s¨ª mismos para continuar la lucha armada. El enemigo era ahora "el entorno de Per¨®n". Su secretario privado, Jos¨¦ L¨®pez Rega, arm¨® desde el poder a las bandas paramilitares autodenominadas Alianza Anticomunista Argentina (Tres A), que salieron a la caza de los subversivos montoneros.
En el mes de julio de 1975, la dirigencia montonera decide pasar a la - clandestinidad. Los militantes de base, que no hab¨ªan sido alertados previamente, quedaron desamparados, sin contactos ni protecci¨®n. En diciembre de ese mismo a?o, los Montoneros y el Ej¨¦rcito Revolucionario del Pueblo (ERP) deciden, en una acci¨®n conjunta, copar un batall¨®n del Ej¨¦rcito cercano a Buenos Aires. Cuando llegan, los estaban esperando. Poco tiempo despu¨¦s, el 24 de marzo de 1976, se produce el golpe de Estado. Una junta militar que encabeza el general Jorge Videla voltea al Gobierno constitucional de Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez, viuda de Per¨®n. Por entonces, los Montoneros hab¨ªan pagado sus errores con cientos de muertos, pero todav¨ªa cometer¨ªan m¨¢s y ya los muertos pasar¨ªan a ser miles. A Mario Eduardo Firmenich, uno de los tres integrantes del grupo inicial que queda vivo, no pareci¨® importarle demasiado. Tiempo despu¨¦s, en el exilio, declarar¨ªa que "estaba previsto que las bajas afectaran al 70% de nuestros militantes".
En enero de 1979 la conducci¨®n nacional de los Montoneros decide desde el exterior lanzar una contraofensiva contra la que ellos supon¨ªan "dictadura militar acorralada". En un documento publicado en la revista clandestina Evita montonera dec¨ªan: "Ahora que los hemos frenado y desgastado, los tenemos que atacar para empujarlos al abismo. Como en el boxeo, cuando se ha desarmado la guardia del rival, hay que correrlo por todos los rincones, descargando la m¨¢xima cantidad de golpes posibles antes de que suene la campana y se vaya a su esquina a reponerse de la paliza recibida". Cientos de j¨®venes mueren en el intento. El boxeador acorralado responde con golpes tremendos.
El 5 de junio de ese a?o los dirigentes Rodolfo Galimberti, Juan Gelman, Julieta Bullrich, Pablo y Miguel Fern¨¢ndez Long dan a conocer p¨²blicamente las razones de su alejamiento. A partir de ese momento, Galimberti dir¨ªa de la c¨²pula encabezada por Firmenich que "son un pu?ado ensangrentado de bur¨®cratas". En abril de 1980 otro grupo, entre los que se encuentra el periodista y escritor Miguel Bonasso, decide tambi¨¦n la ruptura con la conducci¨®n.
Plan para legalizarse
En mayo del a?o pasado, cuando la dictadura agonizaba, muri¨® en un enfrentamiento Ra¨²l Clemente Yaguer, el n¨²mero tres de 1 organizaci¨®n. Pocos d¨ªas despu¨¦ otro dirigente, Eduardo Pereira Rossi, es secuestrado y muerto po un grupo parapolicial. La conducci¨®n nacional de los Montonero queda reducida a tres comandan tes, Firmenich, Roberto Cirilo Perd¨ªa y Fernando Vaca Narvaja. Entre los tres disponen de los fondos depositados en bancos de Suiza y Estados Unidos. En uno solo de los secuestros de su mejor ¨¦poca, el de los hermanos Born, due?os de la multinacional m¨¢s poderosa del pa¨ªs, obtuvieron 60 millones de d¨®lares, de los que conser van m¨¢s de 30. Los intereses que da ese dinero les basta y sobra para mantenerse en movimiento.
El plan ahora es legalizarse .Descubren que la tarea es "participar en el Partido Justicialista como una parte de la lucha por la recomposici¨®n y unidad del movi miento peronista". El contacto se inici¨® en 1981 con el sector denominado Intransigencia y Movilizaci¨®n, corriente que dirige el sena dor Vicente Saadi, y que agrupa a la izquierda peronista. Del acuerdo inicial sali¨® un peri¨®dico de edici¨®n nacional, con talleres y m¨¢quinas propias, llamado La Voz El Gobierno militar denunci¨® en una conferencia de prensa que los Montoneros financiaban ese proyecto, pero las requisas y allanamientos ordenados no lograron probar la acusaci¨®n.
La derrota electoral del peronismo en octubre de 1983 no pareci¨® afectar al pacto. El paso siguiente consisti¨® en una declaraci¨®n de apoyo al Gobierno democr¨¢tico y en el anuncio de la llegada a Buenos Aires de dos ex gobernadores peronistas, Flicardo Obreg¨®n Cano y ?scar Bidegain, ligados a la rama pol¨ªtica de los montoneros. En el mismo aeropuerto, los dirigentes alcanzan a leer ante los, periodistas el anuncio de la disoluci¨®n del Movimiento Peronista Montonero, pero inmediatamente despu¨¦s Obreg¨®n Cano es detenido. Se le acusa de violar leyes dictadas por el Gobierno militar. Tambi¨¦n Bidegain es reclamado por la justicia, pero se le concede el tiempo y la oportunidad para que pueda salir del pa¨ªs. Es un hombre ya mayor que est¨¢ enfermo. Al Gobierno no le conviene este tipo de presos pol¨ªticos. Bidegain regresa a Espa?a, donde la organizaci¨®n mantiene alquilada una casa montonera en Puerta de Hierro.
El caso Firmenich
Ante la certeza del riesgo que corre si regresa, Firmenich modifica su plan y decide radicarse en Brasil. Ingresa como turista y permanece el tiempo suficiente Para que su esposa, embarazada, pueda tener el hijo en ese pa¨ªs. Con un ni?o brasile?o, Firmenich espera impedir su extradici¨®n, pero se equivoca nuevamente. La ley fue modificada en 1980 y ya no basta con eso. Deber¨ªa tener al menos cinco a?os de residencia y que su esposa fuera brasile?a. Al presentarse en el Consulado argentino de R¨ªo de Janeiro es detenido y el Gobierno pide su extradici¨®n, concedida finalmente por Brasil. Fernando Vaca Narvaja, el n¨²mero dos de la organizaci¨®n, que viv¨ªa a s¨®lo dos calles del apartamento que ocupaba Firmenich, abandona Brasil antes de que la polic¨ªa pueda detenerlo.
Los l¨ªderes de Intransigencia y Movilizaci¨®n Peronista no se hacen cargo de la situaci¨®n. Es m¨¢s, la aprovechan para desmarcarse de los Montoneros. El reclamo por la libertad de Firmenich es d¨¦bil. En realidad, ning¨²n dirigente quiere comprometerse con ¨¦l. El caso Firmenich despierta m¨¢s solidaridad en el exterior que en su pa¨ªs. Varios partidos latinoamericanos, que tomaron contacto con la organizaci¨®n en el exilio, le reclaman ahora al presidente Ra¨²l Alfons¨ªn ,su libertad. Se teme un atentado contra su vida cuando Firmenich sea trasladado a Buenos Aires. El Gobierno argentino, que ha dado garant¨ªas sobre su seguridad, no lo detuvo con gusto. Con estos dirigentes en prisi¨®n se hace a¨²n m¨¢s evidente la libertad de Videla y de otros altos jefes de las fuerzas armadas, a quienes juzgan sus padres y se los encierra en apartamentos en las dependencias militares.
El grueso de los militantes de base de los Montoneros se ha diluido en las distintas corrientes de la juventud peronista. S¨®lo un centenar de ellos se reconoce todav¨ªa como tal. La organizaci¨®n no ha hecho su autocr¨ªt¨ªca y se encuentra desmantelada. Durante un largo tiempo podr¨ªa d¨¢rsela por muerta, pero hay dos razones que lo impiden. Por un lado quedan dirigentes libres y, m¨¢s que eso, dinero suficiente como para financiar una campa?a de captaci¨®n y regreso. Por otro, se debe considerar que en Argentina la medida del tiempo pol¨ªtico no es igual que en el resto del mundo. Tanto el siglo pasado como el que viene pueden ser simplemente ayer o ma?ana.
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