Iron¨ªa y sensualidad
El equilibrio de Mauro Bolognini para convertir a televisi¨®n la novela de Stendhal La cartuja de Parma consiste en un derroche de im¨¢genes y una precisi¨®n de palabras. Bolognini es artista: corre losriesgos de los colores entonados, los cielos anubarrados, los paisajes entre nieblas, los interiores suntuosos; del figurinismo y de la escenograria: y los supera. Mientras, el di¨¢logo -y la voz de fondo, respetuosa del texto original- no pierde una sola palabra en nada que no sea reflejo de situaciones, descripci¨®n de caracteres, puntualizaci¨®n de las ideas de la ¨¦poca, (las nuevas, el liberalismo, el desahogo, la respiraci¨®n reci¨¦n aprendida, frente a la opresi¨®n antigua y aburrida; los franceses contra los austr¨ªacos en la Italia dividida), y relato de las intrigas, las venganzas, las conspiraciones, el amor y la sordidez. Y todo ello, sin perder los valores de lo que podemos llamar literatura, o arte del lenguaje escrito. Hay que felicitarse de que el doblaje, en el texto y en las voces, sea justo, medido, valioso. Lo que obtiene, en lo que puede ser una obra maestra de la- televisi¨®n, a juzgar por el primer cap¨ªtulo, es apasionante: una mezcla de la iron¨ªa con la sensualidad.En el derroche de im¨¢genes de los primeros 50 minutos emitidos est¨¢ todo: ¨®pera, batallas, lagos, cabalgatas, ¨¢guilas emblem¨¢ticas, dulces jardines, casacas, prisiones, campamentos, rostros bell¨ªsimos -Marthe Keller, Andrea Ochipinti; Gian Mar¨ªa Volont¨¦ en el profundo, dram¨¢tico, misterioso y dividido en s¨ª mismo conde Mosca-, palacios, l¨¢grimas y besos, y la batalla de un pueblo llamado Waterloo...
El tiempo retratado en esos 50 minutos es el de muchos a?os en el tiempo narrado; a pesar del derroche art¨ªstico y del recreo a. veces excesivo en algunas im¨¢genes, el ap¨®cope est¨¢ bien logrado; toda la ¨¦poca y sus antecedentes en torno a las fechas y los escenarios -a partir de la ciudad de Mil¨¢n, 1796-, toda la infancia y desarrollo de Fabrizio del Dongo. Algo se pierde, sin embargo, respecto a la narraci¨®n escrita, y no todo in¨²til: el esfuerzo de contracci¨®n resulta demasiado grande y no ser¨ªa excesivo leer otra vez -quien la haya le¨ªdo antes- la gran novela de Stendhal para tener una mejor impresi¨®n de la serie televisada; pero no es imprescindible. Quiz¨¢ el trazo m¨¢s r¨¢pido sea el que dibuja a Gina y sus tr¨¢nsitos y sus emociones, y en la aceptaci¨®n de esta necesaria taquigraf¨ªa representa un gran valor la interpretaci¨®n. Quiz¨¢ se dedique m¨¢s tiempo a retratarla, a verla llegar enlutada y serena como una figura en la proa en la embarcaci¨®nIque atraviesa el lago de Como que a explicarla: es, sin duda, una cuesti¨®n de la sensualidad que rebosa todo el cap¨ªtulo.
Stendhal cre¨ªa -como tantos franceses, ingleses o alemanes- que la pasi¨®n y el amor no eran cosas de sus tierras: ten¨ªan que suceder en Espa?a o en Italia. Quiz¨¢ fuera as¨ª en aquel tiempo. En su narraci¨®n est¨¢ la m¨¢rada fr¨ªa del franc¨¦s ir¨®nico sobre los personaj.es y la "aspereza de sus caracteres"-seg¨²n ¨¦l- a la italiana. El acierto de esta versi¨®n est¨¢ en mantener la iron¨ªa y la distancia conjugadas con la sensualidady la suntuosidad. De ¨¦l se desprenden todos los dem¨¢s equilibrios que la hacen tan recomendable.
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