Monopolio, igual a contrabando de tabaco
La supresi¨®n del monopolio de Tabacalera es el ¨²nico instrumento eficaz e indispensdable, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, para luchar contra el contrabando de tabaco en Espa?a. En su opini¨®n, la instituci¨®n del mercado libre reducir¨ªa los beneficios monopolistas de Tabacalera, sobre todo en la comercializaci¨®n del tabaco rubio, y si el impuesto indirecto no es desproporcionado, en conjunto, se obtendr¨ªa una reducci¨®n del margen de beneficio que impedir¨ªa la rentabilidad del contrabando.
Un reciente editorial de EL PA?S (s¨¢bado 11 de agosto) viene a constatar que la lucha contra el contrabando de tabaco no es tan sencilla como las acciones espectaculares de diciembre de 1.983 dieron a entender. Ha sido f¨¢cil descubrir a los peque?os contrabandistas y algunos guardias civiles compinchados con ellos, pero casi nada ha podido hacerse contra el poder econ¨®mico de los ejecutivos del negocio. Se compraron lanchas rapid¨ªsimas -y costos¨ªsimas- para la vigilancia y captura, pero ¨¦stas no sirven para descubrir la trama financiera que sustenta el negocio. Se investigaron 400 cuentas bancarias, pero s¨®lo se proces¨® a un modesto director de una peque?a sucursal de banco. Los contrabandistas tienen su red financiera en el exterior y frente a esto poco se puede hacer.Ante esta situaci¨®n es sorprendente que ni los editoriales de peri¨®dicos ni los partidos pol¨ªticos de cualquier tendencia se atrevan a propugnar la soluci¨®n m¨¢s sencilla (y eficaz en un ciento por ciento) y tan acorde con tantos discursos oficiales e institucionales en que se ensalzan las virtudes del mercado libre. Me estoy refiriendo a la supresi¨®n del Monopolio de Tabacalera, SA.
El consumidor de tabaco debe pagar el margen de beneficio previsto por Tabacalera y el impuesto indirecto fijado por Hacienda. Sumados los dos, el margen de beneficio global debe ser muy holgado. No hace falta hacer n¨²meros para demostrarlo; a la vista est¨¢ que el contrabando es un buen negocio, a pesar de los grandes riesgos que comporta. La instituci¨®n del mercado libre reducir¨ªa los beneficios monopolistas de Tabacalera, sobre todo en la comercializaci¨®n del tabaco rubio y si el impuesto indirecto no es desproporcionado se obtendr¨ªa una reducci¨®n del margen de beneficio que impedir¨ªa la rentabilidad del contrabando.
La importaci¨®n de tabaco debe ser totalmente libre, como ocurre en la mayor¨ªa de los pa¨ªses que no han seguido el modelo franc¨¦s, monopolista y totalmente anacr¨®nico. En pa¨ªses tercermundistas con un sistema impositivo mediocre parece conveniente reforzar los ingresos p¨²blicos con monopolios de este tipo. Ya no estamos en esa situaci¨®n y es dif¨ªcil entender que ni los m¨¢s ardientes defensores de la libertad econ¨®mica de este pa¨ªs hayan se?alado esta sencilla soluci¨®n para el problema del contrabando tabaquero.
Importaci¨®n libre
La libertad de importaci¨®n de tabaco, por supuesto, da?ar¨ªa, en primer lugar, a los beneficios monopolistas de Tabacalera y, en segundo lugar, a los agricultores que malgastan el suelo nacional cultivando tabaco rubio. El cultivo de tabaco rubio en la pen¨ªnsula es una herencia que nos queda de la ¨¦poca aut¨¢rquica y, por supuesto, no seria rentable si la importaci¨®n de tabaco fuera libre, esto es, sometida ¨²nicamente al arancel general de todas las importaciones de su clase. Por supuesto, los defensores del monopolio se escudan en la defensa de los agricultores. ?stos, sin embargo, podr¨ªan dedicarse a cultivar otras cosas y 4 lo mejor encontrar¨ªan que el mercado libre les favorece -tambi¨¦n ellos est¨¢n sometidos al monopolio de un solo comprador.
Pasemos a considerar el beneficio de Tabacalera. Como es bien sabido, el Ministerio de Hacienda es el accionista mayoritario, por lo que una gran parte de los beneficios pasan a las arcas p¨²blicas. En el mencionado art¨ªculo de EL PAIS se se?ala que, gracias a la acci¨®n contra el- contrabando de diciembre de 1983, en los primeros, meses de 1984 se increment¨® la venta de tabaco rubio, lo que supuso un beneficio adicional de 11.000 millones de pesetas para el monopolio y unos 7.000 millones de pesetas para Hacienda. ?Qu¨¦ ingenuidad!
Para calcular los beneficios reales o netos es necesario descontar todos los costes incurridos para obtenerlos. En primer lugar, habr¨ªa que descontar la cuota de amortizaci¨®n anual de las veloc¨ªsimas lanchas guardacostas que se importaron para capturar a los peque?os contrabandistas. Tambi¨¦n habr¨ªa que incluir el ingente gasto de combustible que la vigilancia continua de las costas supone para Hacienda. Habr¨ªa que: descontar tambi¨¦n el coste de los recursos humanos y materiales ole la Guardia Civil inmovilizados para esta operaci¨®n.
Pero si despu¨¦s de hacer estas deducciones quedase un beneficio, habr¨ªa que preguntarse si la con centraci¨®n de energ¨ªas vitales que se han desplegado para perseguir a los contrabandistas de tabaco no hubiera estado mejor empleada en la lucha contra el contrabando de estupefacientes, cuyo escenario seguramente no son las costas gallegas, y que son mucho m¨¢s peligrosos para la salud p¨²blica que el tabaco.
Habr¨ªa que preguntarse tambi¨¦n si los recursos de la Guardia Civil y los gastados en lanchas motoras no estar¨ªan mejor empleados en la lucha contra ETA. ?Acaso al Gobierno le sobran tantos recursos como para poder atacar en todos los frentes sin mengua de la atenci¨®n en ninguno de, ellos? Habr¨ªa que descontar del beneficio de Hacienda el mal social que se produce con el contrabando; el hecho de que poblaciones enteras vivan, primordialmente del contrabando y el caciquismo que surge en consecuencia, tan funesto para la autenticidad de las instituciones democr¨¢ticas.
Gastos in¨²tiles
Tambi¨¦n habr¨ªa que preguntarse si es moral colocar a los modestos servidores de la seguridad del Estado ante la tentaci¨®n de fuertes sumas de dinero y pretender que no haya ninguno que no caiga en la tentaci¨®n. La corrupci¨®n de estos hombres es un coste que hay que descontar en los beneficios de Hacienda.
Hay una raz¨®n adicional , que ya nada tiene que ver con el contrabando, pero que deber¨ªa obligar al Estado a desligarse de la actividad tabaquera. Me refiero a la inmoralidad social impl¨ªcita en el hecho de que el Estado espa?ol sea accionista de una empresa que se beneficia ayudando a los ciudadanos a destruir sus pulmones.
Mientras los Gobiernos de otros pa¨ªses proh¨ªben la publicidad del tabaco y gastan recursos p¨²blicos haciendo campa?as que despiertan la conciencia del p¨²blico respecto a la toxicidad del mismo, nuestro Gobierno considera perfectamente normal beneficiarse de la venta de un producto t¨®xico a medio plazo. Se puede arg¨¹ir contra esto que en los pa¨ªses en que no hay monopolio, el Estado cobra impuestos indirectos por la venta del tabaco.
En definitiva, si por entrar en el Mercado Com¨²n vamos a renunciar al monopolio del petr¨®leo y si, tambi¨¦n,. se ha decidido acabar con un monopolio tan rentable como la, televisi¨®n, hay que preguntarse por qu¨¦ no acabar con el monopolio del tabaco, principal causante del contrabando, donde, adem¨¢s, la participaci¨®n del Estado es moralmente reprobable.
Alonso de Ojeda es economista.
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