El endeudamiento internacional
El reciente informe sobre la situaci¨®n econ¨®mica mundial del Banco de Pagos de Basilea contiene una serie de datos sobre la que merece la pena reflexionar. El documento, de car¨¢cter esencialmente financiero, contiene tambi¨¦n informaci¨®n que puede servir para analizar la situaci¨®n de los pa¨ªses m¨¢s endeudados en el mundo.En 1983 la situaci¨®n financiera internacional estuvo dominada por los problemas de la deuda de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Algunas negociaciones de car¨¢cter espectacular marcaron la pauta para el dif¨ªcil peregrinaje de los dirigentes de los pa¨ªses endeudados a los centros financieros mundiales. Por regla general, la situaci¨®n se tensaba -y se tensa- al acercarse los fines de cada trimestre, por razones de orden t¨¦cnico: los bancos norteamericanos deben clasificar como morosos aquellos cr¨¦ditos cuyos intereses no son pagados a su vencimiento, con lo cual la falta de pago de un plazo cualquiera repercute inmediatamente sobre la cuenta de resultados, que tambi¨¦n se da a conocer trimestralmente. De ah¨ª las fren¨¦ticas negociaciones al final de cada trimestre entre deudores y grandes bancos norteamericanos.
De prestamista a deudor
Pero estos episodios, y los avatares de las negociaciones pa¨ªs por pa¨ªs, no fueron los ¨²nicos acontecimientos de 1983. En este a?o se produjo tambi¨¦n un cambio sustancial en la posici¨®n financiera de Estados Unidos en relaci¨®n con el resto del mundo: de prestamista por 46.000 millones de d¨®lares pas¨® a ser prestatario por 25.000 millones, lo cual no se produc¨ªa desde la crisis del petr¨®leo. Salvo que, a diferencia de lo sucedido entonces, los fondos necesitados por Estados Unidos hubo que buscarlos en otros lugares que en los pa¨ªses ¨¢rabes, es decir, esencialmente en Europa y Jap¨®n. Este cambio de la posici¨®n financiera norteamericana ha llevado a algunos a pensar que, de continuar las cosas al ritmo actual, Estados Unidos podr¨ªa encontrarse con un problema de deuda exterior de aqu¨ª a unos a?os. La afirmaci¨®n es probablemente exagerada, por cuanto que, externa o interna, la deuda norteamericana est¨¢ denominada en d¨®lares, lo cual confiere a sus dirigentes la posibilidad de determinar el valor del principal de la misma (al fijar la tasa de inflaci¨®n interna) y de sus intereses (determinados, en ¨²ltima instancia, por la Reserva Federal), am¨¦n de carecer de problemas de ajuste exterior por servir el d¨®lar de monera de reserva entre los restantes pa¨ªses. Demasiados privilegios a la vez si no se ejerce el liderazgo mundial que estos beneficios procuran con prudencia y generosidad. Porque, de no ser por el d¨®lar, el d¨¦ficit interno y externo de Estados Unidos estar¨ªa ya apelando la visita de un equipo del Fondo Monetario Internacional (FMI) para iniciar las consultas sobre la mejor manera de ajustar su econom¨ªa.
Volviendo a la situaci¨®n de los pa¨ªses endeudados, es preciso realizar algunas constataciones que ayuden a establecer un mejor diagn¨®stico del problema como primer paso para la b¨²squeda de soluciones realistas. S¨®lo as¨ª podr¨¢n evitarse tanto el repudio m¨¢s o menos formal de las deudas como la situaci¨®n de hambre y miseria que comportar¨ªa un ajuste brutal de sus econom¨ªas.
Los que no tienen petr¨®leo
La primera constataci¨®n se refiere a la relaci¨®n real de intercambio entre los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo no productores de petr¨®leo y el resto de mundo. Como es sabido, la relaci¨®n real de intercambio resulta de comparar el precio de las exportaciones con el de las importaciones, y su deterioro significa que se compra m¨¢s caro de lo que se vende. Pues bien, la relaci¨®n real de intercambio de los pa¨ªses antes mencionados se deterior¨® en los ¨²ltimos cinco a?os en un porcentaje del orden del 20%.
Esta evoluci¨®n resulta del juego de un doble mecanismo. Por una parte, el aumento de los precios del petr¨®leo implic¨®, en. una primera fase, un deterioro de la relaci¨®n real de intercambio de todos los pa¨ªses importadores de petr¨®leo. Pero luego, en una segunda etapa, los programas de ajuste de los pa¨ªses desarrollados provocaron una disminuci¨®n de la demanda de materias primas que a su vez redujo el valor de las mismas en un momento en que los precios de los productos manufacturados iniciaron su ascenso, lo cual produjo un nuevo deterioro de la relaci¨®n real de intercambio, a pesar de haberse estabilizado primero y descendido despu¨¦s, a partir de 1982, el precio del petr¨®leo.
Esta dificultad adicional motiv¨® la inoperancia en la pr¨¢ctica de los mecanismos habituales de ajuste. Para los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, la devaluaci¨®n de sus monedas nacionales apenas incide en las exportaciones porque la demanda de los productos que exportan no depende esencialmente de su precio; sucede m¨¢s bien lo contrario. De ah¨ª que la ¨²nica v¨ªa que en la pr¨¢ctica permanece abierta para este grupo de pa¨ªses sea la de reducir sus importaciones, que es lo que han hecho en los ¨²ltimos a?os. Los pa¨ªses latinoamericanos las redujeron, en t¨¦rminos reales, en un 20% en 1982 y en un 19% en 1983, mientras que sus exportaciones aumentaron, siempre en t¨¦rminos reales, en un 2% cada uno de estos a?os. No Puede decirse, pues, a menos de ofender gravemente la objetividad y el sentido com¨²n, que estos pa¨ªses no est¨¦n realizando un esfuerzo. Ning¨²n pa¨ªs occidental ha llevado a cabo una reducci¨®n semejante, de sus importaciones durante dos a?os consecutivos desde la segunda guerra mundial.
De esta manera, y como quiera que el pago de intereses por el endeudamiento exterior permaneci¨® pr¨¢cticamente estancado, los pa¨ªses latinoamericanos disminuyeron su d¨¦ficit por cuenta corriente de 34.000 millones de d¨®lares en 1982 a 17.000 millones de d¨®lares en 1983. Un paso importante en la buena direcci¨®n, pero insuficiente para poder devolver parte de la deuda, porque, a pesar del esfuerzo, el d¨¦ficit permaneci¨® y su financiaci¨®n requiere, precisamente, un aumento del endeudamiento.
Llegamos as¨ª al tercer gran problema que est¨¢ complicando los 9os anteriores, y que no es otro que el de los tipos de inter¨¦s. ?stos, como es sabido, han aumentado en los ¨²ltimos tiempos, encareciendo as¨ª la financiaci¨®n de una buena parte de la deuda latinoamericana, que est¨¢ contratada a tipos de inter¨¦s variables.
Este hecho dificulta enormemente el ajuste, pues los tipos de inter¨¦s que sirven de referencia para el pago de la deuda de estos pa¨ªses se forman en Estados Unidos y son consecuencia de la necesidad de financiar el enorme d¨¦ficit p¨²blico norteamericano en unas condiciones que vienen determinadas por la escasa capacidad de ahorro de las familias de aquel pa¨ªs. En t¨¦rminos de contabilidad nacional, el d¨¦ficit p¨²blico y el ahorro de las familias son equivalentes -aproximadamente un 4%. del producto interior bruto (PIB)-, lo cual provoca una permanente presi¨®n al alza sobre los tipos de inter¨¦s de los bonos del Tesoro norteamericano. Algo parecido a lo que sucede en Espa?a (el d¨¦ficit p¨²blico del 6%. del PIB equivale a la tasa de ahorro familiar), con las consecuencias de todos conocidas.
Explosi¨®n corporativista
De ah¨ª las quejas de los pa¨ªses latinoamericanos, que ven perderse en una ma?ana, cuando los bancos norteamericanos aumentan su tasa preferencial el esfuerzo de muchos meses. Un punto de aumento de los tipos de inter¨¦s en Wall Street representa para este grupo de pa¨ªses un encarecimiento de su deuda del orden de los 2.000 millones de d¨®lares o un 4% de sus importaciones.
Endeudamiento internacional
Cabe entonces Interrogarse sobre las razones que han llevado a una situaci¨®n de este g¨¦nero, puesto que los tipos de inter¨¦s reales son ahora m¨¢s elevados que hace 10 a?os, cuando tuvo lugar el primer reciclaje, que afect¨® esencialmente a los pa¨ªses industrializados. ?stos tuvieron, pues, que pagar menos por su deuda que los pa¨ªses pobres, situaci¨®n a todas luces parad¨®jica. No es dif¨ªcil, sin embargo, encontrar las razones: el aumento de los tipos de inter¨¦s reales ha coincidido con el aumento de los d¨¦ficit p¨²blicos en todos los pa¨ªses occidentales, que a su vez no reflejan otra cosa que el rechazo del ajuste por parte de las poblaciones afectadas. La prosperidad econ¨®mica universaliza y facilita la redistribuci¨®n; la crisis econ¨®mica segmenta las reivindicaciones, rompe la solidaridad y apela al corporativismo, ese viejo enemigo del esp¨ªritu universalista que hace posible el progreso. El resultado de la explosi¨®n de los corporativismos son los d¨¦ficit p¨²blicos que han proliferado por doquier. Y para financiarlos ha sido preciso ir a buscar un ahorro escaso por el que el precio a pagar ha sido y es excesivamente alto.Presupuestos y elecciones
Puede hablarse entonces de la mala suerte de los deudores de hoy y de la buena estrella de los de ayer. Tanto m¨¢s cuanto que en realidad lo que mide el riesgo no es el tipo de inter¨¦s, sino el llamado spread, que equivale a una especie de prima de riesgo. ?sta ha sido muy peque?a, pues en la mayor¨ªa de los casos apenas ha alcanzado el 1% sobre los fondos prestados. El problema de los tipos de inter¨¦s reales no es imputable a los intermediarios financieros, ni tan siquiera, salvo en determinados casos, a las autoridades monetarias. El fondo de la cuesti¨®n se encuentra en la dificultad de los Gobiernos de los pa¨ªses industrializados para llevar a cabo unos ajustes presupuestarios que, cuando se producen, suelen terminar en cat¨¢strofes electorales. Si hay una lecci¨®n que extraer de las elecciones en Occidente en los ¨²ltimos a?os, ¨¦sta consiste en que gana casi siempre el que no est¨¢ en el poder, cualquiera que sea su signo. A pesar de lo cual, y como ve¨ªamos antes, el rigor de los ajustes en los pa¨ªses desarrollados palidece cuando se le compara con la dureza de lo que est¨¢n intentando algunos Gobiernos latinoamericanos.
El problema es, pues, parcialmente pol¨ªtico en el sentido m¨¢s noble del t¨¦rmino, pues se trata de la capacidad de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos para administrar la crisis en un doble sentido. Primero, dentro de sus propias casas, haciendo frente a los repetidos asaltos del corporativismo y a la tendencia a la segmentaci¨®n de los problemas econ¨®micos. ?ste y no otro es el sentido de la lucha por reducir los d¨¦ficit en nombre de unos intereses generales que reclaman mayor dureza frente a las situaciones de privilegio de donde quiera que ¨¦stas provengan. Luego, dentro de su propia esfera de influencia econ¨®mica, pol¨ªtica y cultural. En el caso de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, y muy especialmente en el caso de los pa¨ªses latinoamericanos, estamos ante un conjunto de naciones que tiene con nosotros unos v¨ªnculos que las hacen acreedoras, al menos, a la comprensi¨®n de sus problemas. Tanto m¨¢s cuanto que muchas de ellas luchan por consolidar la democracia en medio de la crisis econ¨®mica, algo a lo que nosotros, espa?oles, deber¨ªamos ser particularmente sensibles.
Soluciones t¨¦cnicas
A partir del reconocimiento del hecho pol¨ªtico ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil encontrar soluciones t¨¦cnicas. No se trata, ni nadie lo pide, de borrar la deuda de la noche a la ma?ana, como no se trata, no puede tratarse, como algunos parecen desear, de que paguen lo que deben en unos pocos meses. Las soluciones t¨¦cnicas existen, y deben partir de un diagn¨®stico compartido sobre la naturaleza y or¨ªgenes del problema. De ah¨ª la importancia de deslindar esos tres ¨¢mbitos: relaci¨®n real de intercambio, dificultades, del ajuste de la balanza de pagos y tipos de inter¨¦s. El an¨¢lisis detallado de cada uno de esos tres aspectos puede ayudar a encontrar soluciones realistas, aunque su encaje depender¨¢ de la mayor o menor aceptaci¨®n por parte de los principales pa¨ªses acreedores (en este caso Estados Unidos) de su papel de liderazgo mundial, entendido ¨¦ste en un sentido m¨¢s amplio que el puramente econ¨®mico. Espa?a tambi¨¦n puede y debe desempe?ar un papel positivo en esta crisis. Muchos pa¨ªses latinoamericanos han puesto sus ojos en nuestra democracia, y dada la fuerza moral que nos proporciona el ejercicio cotidiano de la libertad debemos ayudarles a conquistar o conservar la suya.
fue ministro de Econom¨ªa (1979-1980).
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