La elipse
21 martes
The Review Contemporary Fiction, de Elmwood Park, Illinois, me env¨ªa un tal¨®n en d¨®lares por un trabajo que me pidieron sobre la Mazurca de Cela. Le estoy sacando al libro casi tanto dinero como t¨², Camilo. Senillosa me' escribe desde La Uni¨®n, donde ha pregonado el Festival de Cante de las Minas. Si no de minero, yo me lo hago de tomatero y pregono las fiestas de Bu?ol, el pueblo valenciano que se abre, como una multitud roja, en tomates, "hasta el mar", que dijo Neruda. Se constituye la Mesa sobre la NATO, que va de Rafael Alberti y Aurora Bautista a Xavier Vinader. Y siguen las firmas.
23 jueves
Congreso sobre el Barroco en Almer¨ªa. Convoca la Men¨¦ndez Pelayo. Personales razones me llevan a Almer¨ªa, y razones culturales me traen hasta el Barroco. Lo barroco, el barroquismo, es un prerromanticismo que seguramente nace en centroeuropa y encuentra su expresi¨®n anti¨¢lgida en ese colectivo llamado Shakespeare. El ingl¨¦s es un idioma germ¨¢nico que s¨®lo se ilustra de lat¨ªn hacia el siglo XIV. En todo caso, la tradici¨®n de la literatura inglesa no es barroca. El colectivo Shakespeare ento?a /entona ese g¨¦nero, que luego pasa a Italia como esplendor y a Espa?a como decadencia. Italia es el barroquismo tect¨®nico, y Espa?a, el barroquismo literario, que aqu¨ª se llam¨® conceptismo / culteranismo. Eugenio d'Ors lee el Barroco como una enfermedad europea del clasicismo, y Borges, como una enfermedad espa?ola de la decadencia. Patol¨®gico siempre y en todo, el barroquismo ha durado, como esos enfermos cr¨®nicos, m¨¢s que cualquier otro estilo. Por cuanto ata?e a la lengua inglesa, lo barroco rebrota, tras el victorianismo, en ambas orillas del idioma: Miller, Mailer, Pollock, el barroquismo inverso de Beckett (una nada barrocamente abultada).
25 s¨¢bado
Para quienes vivimos lampasados por el tiempo, las Memorias de Marlene Dietrich, que ha comenzado a publicar una revista espa?ola, son como nuestra propia autobiograf¨ªa, una autobiograf¨ªa en la que salimos mejorados y hasta con buenas piernas. Lili Marl¨¦n, la lectura legendaria (legendaria es lo que se lee) de una guerra sobre la que siempre llovi¨®, era, una musa de trinchera, que en realidad eran dos: el compositor ten¨ªa dos novias: Lili y Marl¨¦n, y las fundi¨® en el t¨ªtulo de su himno de guerra / paz sentimental. Ya dice un m¨ªstico ingl¨¦s del XVIII, precursor de Blake, que cuando un hombre y una mujer se han amado constituyen un solo ¨¢ngel. En este caso, el ¨¢ngel era azul y hab¨ªa nacido, all¨¢ por Weimar, casi con el siglo. Consuela mucho saber que Marlene se llama de verdad Mar¨ªa Magdalena. Esto la humaniza, la desgermaniza, la "desdramatiza", porque a uno ya le dan como un poco de asco las mujeres dram¨¢ticas. Llam¨¢ndose Magd¨¢, pod¨ªa haber sido nuestra primera novia. Encima, en la pel¨ªcula famosa se llamaba Lola, lo que era, casi, como pon¨¦rnoslo demasiado f¨¢cil. El siglo vive de devorarse a s¨ª mismo, porque no cree en la Historia y la ha sustituido por la nostalgia. Porque teme el futuro y ha optado por el populoso presente, que no es sino una sigilosa celebraci¨®n del pasado bajo coartada cultural. El liguero de Marlene (y tengo en proyecto un libro sobre el fetichismo) corresponde a una ¨¦poca en que todas llevaban liguero, y por eso es una transgresi¨®n. Hoy, que no lo lleva ninguna, el liguero no es sino un atalaje de la pornocultura sin entusiasmo. A MD la hace Von Stemberg. Hubo un tiempo en que a las mujeres a¨²n las hac¨ªan los hombres. Qu¨¦ lata. Uno prefiere encontr¨¢rselas hechas. Ahora se hacen a s¨ª mismas, se realizan. Pero mi admirada Rosa Montero, despu¨¦s de tanta filosof¨ªa y suspicacia contra el predador sexual, acaba de escribir un art¨ªculo, en este papel, pidiendo a los hombres que sean un poco m¨¢s lanzados. ?Cu¨¢ndo encontraremos el punto, ricas? MD permiti¨® que "la hicieran", o sea, halag¨® la vanidad del hombre, y por eso ha durado tanto. El hombre lleva siglos trabajando con el pedernal y el hierro. La mujer es un mineral muy raro.
26 domingo
Sergio y Est¨ªbaliz atacan de nuevo. Hay gente distra¨ªda. que les llama G¨¢rgoris y Habidis. Es lo que tienen las superventas de supermercado: que el personal se confunde de biodegradante. Ahora, la pareja edificante: se ha edificado una casa, El Cortijo. Era un sitio con medio siglo de historia o cincuenta a?os de soledad. La pareja lo ha puesto al d¨ªa. Toda una met¨¢fora de su trayectoria art¨ªstica, que no es sino una restauraci¨®n, tipo modernosidad, de Jos¨¦ Luis y su guitarra partidos por dos. Asimismo, trabajar¨¢n en una versi¨®n de Jesucristo Superstar. Otra. El Evangelio est¨¢ resultando el musical m¨¢s taquillero del show / bussiness. Cristo hac¨ªa las cosas bien, pero yo no estoy muy seguro de que muriera para eso. La casa que dec¨ªamos est¨¢ cerca de Madrid y los Estibaliz se han gastado en restaurarla casi 20 millones de pesetas. Dijo Gide, como es sabido, que con los buenos sentimientos s¨®lo se hacen malas novelas. Y malas canciones, a?adir¨ªamos hoy. Pero los buenos sentimientos venden discos, y esto es desolador. Si el Bien va a empezar a resultar tan rentable como el Mal, quienes all¨¢ en la adolescencia cruel elegimos "el partido del Diablo" tendremos que cambiar de lecturas y de bufanda. El triunfo de la Moral es una cosa que desmoraliza mucho. La pareja (no repito los nombrase para no confundirme de t¨ªtulo) se cas¨® hace nueve a?os y siempre han sido sensatamente felices. Todo esto es muy respetable, pero el que adem¨¢s ganen dinero me parece un esc¨¢ndalo. Quiere decirse que el Bien ha penetrado en nuestra conciencia y nuestra discoteca m¨¢s de lo que sospech¨¢bamos. Esto es diab¨®lico. En el espect¨¢culo, ¨¦l har¨¢ de San Pedro y ella de la Magdalena. San Pedro, tras la muerte de Cristo, tuvo fincas en Galilea. En cuanto a la Magdalena, sus muchos pecados le ganaron el perd¨®n, como era de esperar. Ella no se merec¨ªa reencarnar en esta chica escandalosamente decente. "El infierno son los otros", dijo Sartre, reconcili¨¢ndonos as¨ª con los otros. No contaba con Sergio y Est¨ªbaliz.
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