Capote
Truman Capote ha tenido la tr¨¢gica habilidad de morirse en pleno agosto. ?l, que siempre gust¨® de llamar la atenci¨®n, ha sabido desaparecer en el mes m¨¢s pobre de noticias, y los peri¨®dicos estiran sus p¨¢ginas con verdadero alivio y las llenan de art¨ªculos mortuorios. No cabe duda de que el autor del estremecedor A sangre fr¨ªa reun¨ªa m¨¦ritos suficientes como para que su fallecimiento ocupase un lugar de honor informativo, fuera cual fuese la fecha de su defunci¨®n. Pero el aburrimiento del verano le ha proporcionado mayor holgura, de modo que hemos podido enterarnos de una infinidad de detalles de su vida. De hechos fundamentales, pero tambi¨¦n de aparentes menudencias.De la existencia de sus objetos, por ejemplo. Diario 16 publica un art¨ªculo de Warhol. Cuenta que la casa de Truman est¨¢ llena de porcelanas y cacharros. Que adem¨¢s el escritor coleccionaba pisapapeles y marfiles. Siempre me han llamado la atenci¨®n los coleccionistas, que son algo as¨ª como fetichistas elevados a su m¨¢ximo grado de perversi¨®n. Los fetichistas se aferran a objetos que han jugado alg¨²n papel en sus biograf¨ªas, que simbolizan algo o a alguien, en un desesperado af¨¢n por anclar la siempre fugaz memoria, por convertir la vida que se nos fue en algo tangible y perdurable. Los coleccionistas van mucho m¨¢s ¨¢ll¨¢ en este esfuerzo in¨²til y acaparan objetos sin sentido. No es que pretendan revivir su pasado a trav¨¦s de las cosas: es que confunden la posesi¨®n de las cosas con el vivir.
Ahora los peri¨®dicos nos explican las chucher¨ªas que atesoraba Truman Capote. Los lectores espa?oles, perfectos extra?os para el difunto escritor, nos enteramos as¨ª de que pose¨ªa p¨¢jaros y pl¨¢tanos de marfil, y una palmera del mismo material con un mono trepando por el tronco. Hay algo profundamente imp¨²dico en esta detallada descripci¨®n de los objetos de Capote, tan ¨ªntimos pese a su car¨¢cter decorativo, tan llenos de ansiedad de vida. Pat¨¦ticos.
Capote ha muerto. Ya no existe, no es nada. No es ¨¦l quien me preocupa, porque ya no hay ¨¦l. Lo que me desasosiega son sus posesiones, sus objetos. Qu¨¦ ser¨¢ de sus pisapapeles, su palmera y su colecci¨®n de marfil hu¨¦rfano.
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