El Papa se despidi¨® de Montreal con una celebraci¨®n de masas dedicada a los j¨®venes
Las tres jornadas papales en la provincia de Quebec, la parte francesa de Canad¨¢, concluyeron ayer en Montreal con dos grandes manifestaciones de masas, cuya coreograf¨ªa hab¨ªa sido estudiada y ensayada durante meses enteros. La primera tuvo lugar en el inmenso parque de Jarry, donde, a pesar de la inclemencia del tiempo, acudieron m¨¢s de 300.000 personas. La segunda, en el estadio ol¨ªmpico, donde Juan Pablo II se encontr¨® por la tarde con 70.000 j¨®venes llegados de las 21 di¨®cesis de Quebec. La escenograf¨ªa de este happening juvenil fue preparada por Hugo de Pot, quien ya organiz¨® la coreograf¨ªa de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1976, aqu¨ª en Montreal.
Unos 2.000 bailarines formaron la imagen sugestiva de una gigantesca paloma blanca como s¨ªmbolo de la paz. El papa Wojtyla, en un estadio encendido como un ascua por imponentes reflectores fue recibido con una nube de pa?uelos blancos agitados r¨ªtmicamente bajo el estruendo de un griter¨ªo escalofriante.
Esperar un milagro
Alrededor de 2.000 de estos j¨®venes hab¨ªan escrito cartas al Papa, a Roma, exponi¨¦ndole sus dudas, sus cr¨ªticas y sus angustias. Una joven de 18 a?os, Louise Lebel, estudiante en el Cegep, hab¨ªa dicho: "Yo no creo casi en nada, pero cuando todo va mal, cuando las cosas, no pueden ir peor, s¨®lo nos queda esperar en un milagro".Juan Pablo II, como un gran demiurgo, pronunci¨® un discurso de gran efecto cargado de s¨ªmbolos de luz y de tinieblas, de lucha contra las "sombras de la muerte" a trav¨¦s de "las armas de la paz". Fue una especie de liturgia teatral, durante la cual grupos de j¨®venes representaban y traduc¨ªan en expresi¨®n tangible las met¨¢foras del Papa y sus afirmaciones sobre temas como la violencia, el ego¨ªsmo o el consumismo.
Durante toda la celebraci¨®n, 12 j¨®venes, muchachos y muchachas, presentaron al Papa un recipiente de incienso para que lo quemara como s¨ªmbolo religioso de adoraci¨®n, ya que alguien cercano a Juan Pablo II hab¨ªa revelado que el papa Wojtyla tiene una especial predilecci¨®n por este antiqu¨ªsimo rito eclesi¨¢stico.
Todas estas escenas y representaciones iban acompa?adas por las preguntas de unos animadores que gritaban a los miles de j¨®venes: "?Cre¨¦is vosotros en el amor?, ?cre¨¦is vosotros en la esperanza?".
Mientras tanto, las frases del Papa, continuamente interrumpidas por una especie de clamor continuo, resonaban como saetas: "Ten¨¦is el coraje de resistir a los mercaderes de ilusi¨®n que explotan vuestra sed de felicidad...".. "Las tinieblas no podr¨¢n cegar a quien combate con las armas de la paz...". "No confund¨¢is una experiencia prematura del placer con la donaci¨®n del amor para toda la vida".
D¨ªas antes de que llegara el Papa, toda la liturgia de ayer hab¨ªa sido ensayada hasta en sus pormenores. Faltaba s¨®lo el Pont¨ªfice, y Pierre Herard, un obrero metal¨²rgico de 27 a?os, le sustituy¨® en los ensayos. Al acabar la ceremonia dijo: "Es muy f¨¢cil hacer de Papa, porque no tienes m¨¢s que seguir lo que te dicen: si¨¦ntese, p¨®ngase de pie, lea este discurso". La liturgia dur¨® casi cuatro horas. En ella, Juan Pablo II beatific¨® a la monja canadiense Marie Leonie, que fund¨® durante el siglo pasado la congregaci¨®n de Las Peque?as Hermanas de la Santa Familia, con la ¨²nica finalidad de asistir materialmente a los sacerdotes y seminaristas.
En este contexto de la Iglesia de Canad¨¢, donde son las mujeres quienes expresan p¨²blicamente el disenso eclesial m¨¢s vivo y a veces m¨¢s agrio con sus reivindicaciones de independencia y de derecho al ingreso en el sacerdocio, el gesto de Juan Pablo II de beatificar precisamente a una mujer que dedic¨® su vida a asistir materialmente a los curas fue considerado por las feministas como un "desafio", mientras que para los creyentes fue "una santa provocaci¨®n prof¨¦tica".
Se permiti¨® a los fieles comulgar en la mano, aunque se alert¨® para que nadie se llevase la sagrada part¨ªcula como recuerdo dentro del misal, cosa que se ha hecho en otras ocasiones.
En la introducci¨®n de la misa, cuando salud¨® en diversos idiomas, Juan Pablo Il dijo en castellano: "Os traigo el eco de la fe resistente de vuestros hermanos y hermanas de Am¨¦rica Latina, expuestos a la violencia del subdesarrollo y de las armas".
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