"No soy rojo ni blanco,soy Mazursky",dice el director de 'Un Ruso en Nueva York'
La confusi¨®n en torno al porvenir del Festival de V¨ªdeo que se desarrolla en el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebasti¨¢n no logr¨® ayer empa?ar un cierto optimismo creciente con respecto a la edici¨®n de este a?o del siempre amenazado certamen donosti¨¢rra que ha alcanzado a trancas y barrancas su a?o 32. Fue el d¨ªa de los espa?oles, una jornada que se prolongar¨¢ hoy con la presencia en el festival cinematogr¨¢fica del estreno del ¨²ltimo filme de Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n, La noche m¨¢s hermosa. Por otra parte, la presentaci¨®n de Tasio, primer filme de Montxo Armend¨¢riz, alcanz¨® levantar el tono hasta ahora moh¨ªno.
ENVIADO ESPECIAL,Paul Mazursky, que ha acudido a San Sebasti¨¢n en un vuelo privado para presentar su ¨²ltima pel¨ªcula, Un ruso en Nueva York, responde con energ¨ªa a las preguntas, mientras que intenta practicar su exiguo castellano, que ilustra con italianismos o con precipitadas traducciones del ingl¨¦s. Produce simpat¨ªa su esfuerzo, aunque las largas respuestas impidan que el di¨¢logo surja realmente. Da la impresi¨®n de que se adelanta a cuanto imagina se le va a preguntar, quiz¨¢ cansado de estas charlas programadas y contra reloj sobre las que siempre pesa la presencia de quien heredar¨¢ su puesto pocos minutos despu¨¦s. En esta entrevista se define: "No soy rojo ni blanco, soy Mazursky"."Creo que Reagan es un tonto, es decir, que ?o es un intelectual, que no representa realmente el sentir americano. Pero tambi¨¦n creo que los dirigentes rusos, tan ancianos, tienen puestas orejeras como los burros. Los l¨ªderes de ambos pa¨ªses no se conocen entre s¨ª, y, desgraciadamente, viven en el temor de esa bomba invisible que pesa sobre todos. Pero la gente real no es as¨ª", declaraci¨®n que empalma con naturalidad sobre el tema de su pel¨ªcula.
"He ponocido exiliados rusos que abandonaron sus buenos puestos de trabajo para refigiarse en Estados Unidos. ?Por qu¨¦ lo hicieron? Por defender una idea de libertad. No se sent¨ªan libres en su pa¨ªs. Yo no soy antisovi¨¦tico ni tampoco estoy a favor de mi pa¨ªs en la versi¨®n que ofrece Ronald Reagan. S¨®lo estoy a favor de la libertad y de la vida. Un sovi¨¦tico me indic¨® que al levantarse sent¨ªa cada ma?ana que era movido por los hilos del Gobierno, sinti¨¦ndose una marioneta. Algo de verdad hay en esto. Cuando un ruso comienza a pensar en la libertad, ¨¦ste no se siente feliz. Muchos cr¨ªticos me han definido como hombre de izquierdas, pero yo s¨®lo defiendo la libertad, y en esta pel¨ªcula lo expreso en forma de comedia".
Habla de sus pel¨ªculas anteriores (Bob, Carol, Ted y Alice; Pr¨®xima parada, Greenwich Village; Alex en el pa¨ªs de las maravillas, Harry y tonto y Una mujer deseasada) como testimonio de su independencia de criterio ("No soy rojo ni blanco: soy Mazursky"), y dice comprender que su pel¨ªcula se puede interpretar mal a causa del derechismo del Gobierno de Reagan, por un lado, y por la vejez de los dirigentes sovi¨¦iticos, por otro, que ignoran el mundo occidental.
Asegura que un mejor conocimiento entre ambos pueblos pod¨ªa ser importante, "m¨¢s profundo que el que muestro ir¨®nicamente en la pel¨ªcula mezclando las banderitas en una convenci¨®n multitudinaria", pero no logra impedir que sus recuerdos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que visit¨® durante tres semanas para inspirarse antes del rodaje, contengan im¨¢genes de largas colas ante cualquier establecimiento y de amigos que no pod¨ªan acompafiarle al hotel. En tres semanas no vio m¨¢s.
La vida de los sovi¨¦ticos
"Tambi¨¦n explico en Un ruso en Nueva York que en Arn¨¦rica hay violencia, y aunque sea breve la secuencia en que atracan al protagonista, basta para comprender que no oculto nuestra realidad". Ama a los rusos porque su abuelo lo fue y le,contaba de ni?o historias de sus escritores y del mundo de los zares que el viejo no pudo olvidar aunque hubiera huido de ¨¦l. "Cuando atracan al personaje, ¨¦l dice: soy ruso, soy ruso, porque ¨¦se es un' sentimiento que no pierden jam¨¢s. Mi pel¨ªcula es la primera americana que presenta como viven los sovi¨¦ticos, c¨®mo son susfamilias, tan iguales a la negra americana que muestro. La vida entera es una paradoja".No hay tiempo suficiente para formular nuevas preguntas. Mazursky se extiende en su primera respuesta en una bocanada de racionamiento que parece preparada. No le gusta Reagan, insiste, "pero tampoco entiendo a Mondale": s¨®lo cree en que ni ¨¦l ni sus amigos ni la mayor¨ªa restante piensan que vaya a estallar una guerra: "Continuar¨¢, s¨ª, la guerra fr¨ªa", y repite que su pel¨ªcula s¨®lo trata de la libertad: "En Rusia no me robar¨ªan, pero tampoco podr¨ªa tocar el saxof¨®n en plena calle".
Le recordamos Ninoteha, La bella de Mosc¨², Gorky Park, Amanecer rojo, una. serie de pel¨ªculas tambi¨¦n cr¨ªticas con la Uni¨®n Sovi¨¦tica que ¨¦l no relaciona con la suya: "All¨ª hab¨ªa caricaturas, y en Un ruso en Nueva York hablo de personajes reales". Que por qu¨¦ no hizo un filme realmente distinto a ¨¦stos que correspondiera a su declaraci¨®n de que ambos pa¨ªses debieran conocerse mejor lo justifica de nuevo con su experiencia tur¨ªstica de tres semanas.
Ha visitado muchos pa¨ªses y en ninguno vivi¨® situaciones similares. "Lo m¨¢s importante, sin embargo, es la paranoia que sufren los pol¨ªticos dirigentes. Si nosotros nos conoci¨¦ramos mejor, los psiquiatras se quedar¨ªan sin trabajo", tal es la influencia que los gobernantes tienen en nuestras propias locuras.
Babelia
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