?Qui¨¦n teme a Alemania?
LAS DECLARACIONES del ministro italiano de Asuntos Exteriores, el democristiano Giulio Andreotti, en contra del pangermanismo y la reunificaci¨®n alemana han sido calificadas de "tormenta en un vaso de agua", cuando la comparaci¨®n m¨¢s acertada habr¨ªa sido "hurgar con un palo en un avispero". Andreotti ha sacado a relucir uno de esos temas que las buenas familias mantienen escondidos y de los que s¨®lo se habla en privado, cuando no hay visitas, pero que todos.conocen aunque finjan ignorarlo. No deja de tener una buena dosis de picante que haya sido precisamente un pol¨ªtico de la derecha y correligionario del partido que gobierna en Bonn (la Democracia Cristiana) quien haya osado romper uno de los tab¨²es vigentes en la pol¨ªtica occidental: la reunificaci¨®n alemana. Sobre Andreotti llovieron toda clase de improperios, lanzados por sus amigos pol¨ªticos de la Rep¨²blica Federal, que acusaron al democristiano italiano hasta de hacerse portavoz de la tesis de los halcones del Kremlin.
Las palabras de Andreotti no son.nuevas y se recuerda en Bonn que hace ahora 25 a?os el secretario de Estado norteamericano John Foster Dullesdijo al entonces alcalde de Berl¨ªn Oeste, Willy Brandt, que "los rusos y nosotros podemos estar en desacuerdo en m¨¢s de mil cosas, pero sobre una no hay la menor diferencia: no vamos a permitir que una Alemania unificada y rearmada se mueva errante en tierra de nadie entre el Este y el Oeste".
Cualquier proyecto de reunificaci¨®n de la actual Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) y la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) produce temor en el Este y en el Oeste. Se atribuye al escritor franc¨¦s Fran?ois Mauriac la expresi¨®n "Yo amo tanto a Alemania que me siento feliz al ver dos". Sin necesidad de remontarse a un pasado lejano -tan s¨®lo una semana antes que Andreotti-, el hasta la primavera pasada subsecretario oe Estado norteamericano, Lawrence Eagleburger, declar¨® a The Washington Post. "Supongo que la mayor¨ªa de los europeos occidentales, todos los europeos del Este y con seguridad la Uni¨®n Sovi¨¦tica son mucho m¨¢s felices con una Alemania dividida", y a?ad¨ªa que el tema no tiene mucha importancia para los norteamericanos. Estas alirmaciones, inspiradas a veces por cinismo y otras por le, tremenda fuerza de lo f¨¢ctico, de la llamada realpolitik, no pueden hacer olvidar el hecho de que Alemania est¨¢ dividida, y de que a sus ciudadanos se: les veta de antemano, con estas posiciones pol¨ªticas, un derecho tan elemental como el de autodeterminaci¨®n. Por lo dem¨¢s 17 millones de alemanes del Este viven en la RDA con muy pacas posibilidades de poder visitar un pa¨ªs occidental antes de llegar a la edad de jubilaci¨®n.
La misma peripecia biogr¨¢fica del m¨¢ximo dirigente d e la RDA, Erich Honecker, sirve para ilustrar el drama de la divisi¨®n de Alemania. El ya septuagenario pol¨ªtico naci¨® en el Sarre (hoy en la RFA), y all¨ª se afili¨® a las Javentudes Comunistas y comenz¨® sus primeras luchas pol¨ªticas. Su hermana -todav¨ªa hoy activa militante comunista- vive en un barrio minero del Sarre donde est¨¢n enterrados los padres de Honecker, que nunca lleg¨® a visitar su tumba y posiblemente- ya no pueda hacerlo. Ejemplos como ¨¦ste podr¨ªan darse muchos en la Alemania dividida por el muro berlin¨¦s y los campos de minas si.-mbrados a lo largo de la frontera dem¨¢s de 1.300 kil¨¢nietros en el coraz¨®n de Europa. La idea de hacer m¨¢s permeable esa frontera, del "cambio por medio de la aproximaci¨®n", fue la base que inspir¨® la ostpolitik de Willy Brandt. Eran los tiempos de la distensi¨®n, a pesar de la guerra de Vietnam.
Hoy d¨ªa un muro de misiles (Pershing 2, SS-21 y SS22) ha venido a agigantar la muralla que separa a las dos Memanias. Cada vez que se habla de un eventual escerario para la Tercera Guerra Mundial, Alemania es la ririmera agredida. Esto,ha generado la noci¨®n de la necesidad de una "coafici¨®n de la raz¨®n" o una "pol¨ªtica de limitaci¨®n de da?os", derivada de la existencia de unos intereses espec¨ªficamente alemanes, y tambi¨¦n eur opeos, que no coinciden con los de las dos superpotencias (Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica), interesadas en utilizar a las dos Alemanias como punta de lanza, testaferro y quiz¨¢ parachoques para un eventual enfrentamiento armado.
En realidad todo el debate sobre la paz, la identidad europea y el futuro del mundo se centra en la frontera interalemana. Frente a los que sospechan que una Alemania reunificada alimentar¨ªa el peligro del pangermarismo hay que insistir en que un hecho as¨ª supondr¨ªa sobre todo la ruptura de la pol¨ªtica de bloques en Europa y un replanteamiento del equilibrio mundial que solo no conviene a las dos superpotencias. Esto no quiere decir que no haya otros pa¨ªses preocupados por la eventualidad de la reunificaci¨®n, especialmente Polonia -admir¨¢stradora soberana hoy de territorios que tambi¨¦n reclaman los alemanes- y donde las heridas del pasado tardar¨¢n todav¨ªa mucho en cicatrizar. Pero m¨ªrese por donde se mire la negativa te¨®rica a la reunificaci¨®n, por dificultades que esta comporte, es una ofensa a los idealos democr¨¢ticos.
En un plano m¨¢s realista -pero parad¨®jicamente no menos ut¨®pico- la ¨²nica posibilidad. de conseguir una unidad alemana sin desencadenar el apocalipsis at¨®mico pasa por la b¨²squeda de una Aleinania desarmada, neutralizada a la austriaca o quiz¨¢ incluso finlandizada, de forma que deje de ser una amenaza para sus vecinos. Estados Unidos, Francia y el Reino Unido han pintado en ocasiones recientes el fantasma de la finlandizaci¨®n de Alemania, que no est¨¢n dispuestos a aceptar. Kohl se define como "el nieto de Adenauer" y, como ya hizo su abuelo en los a?os cincuenta, prefiere: la vinculaci¨®n total a Occidente y a Estados Unidos, que ha pasado a convertirse casi en un dogima de la pol¨ªtica actual de la RFA. Y es que para un proyecto hist¨®rico de este calibre se necesitar¨ªan pol¨ªticos de la talla de Bismarck, y no se ve ninguno en la desolada perspectiva que ofrece hoy el Gobiemo de Bonn.
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