"Lendakari" en peligro
LA DISCUSI?N sobre la ley de Territorios Hist¨®ricos, librada entre el Gobierno de Vitoria y las diputaciones de las tres provincias vascas, ha agravado los conflictos internos del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Mientras Garaikoetxea defiende una interpretaci¨®n de la norma que no merme de manera sustancial las competencias del Gobierno de Vitoria, la plana mayor del PNV y los presidentes -tambi¨¦n nacionalistas- de las diputaciones de Guip¨²zcoa, Vizcaya y ?lava reclaman la transferencia a las tres provincias de un n¨²mero tan amplio de recursos que vaciar¨ªa de gran parte de contenido a las instituciones centrales de autogobierno del Pa¨ªs Vasco.El patrocinio por la direcci¨®n del PNV de esas reivindicaciones provincialistas, de indudable arraigo en la sociedad vasca y enlazadas con el confederalismo de Sabino Arana y de los primeros bizkaitarras, tiene puntos de convergencia no s¨®lo con las tradiciones carlistas y foralistas del pasado, sino tambi¨¦n con la defensa que la derecha conservadora espa?ola realiza de las diputaciones provinciales frente a las nuevas comunidades aut¨®nomas. Pero eso no quiere decir que respondan a un mismo sentido. A efectos del nacionalismo, la debilitaci¨®n del papel coordinador y centralizador del Gobierno de Vitoria, implicada en la victoria de las tesis provincialistas, quedar¨ªa compensada por el surgimiento de una nueva instancia coordinadora y centralizadora, que no ser¨ªa otra que el Consejo Nacional del PNV (el Euskadi Buru Batzar). Los estudiosos de la historia pol¨ªtica comparada encontrar¨¢n en las pr¨¢cticas leni.nistas un curioso precedente acerca de los procedimientos para sustituir al Estado por un partido pol¨ªtico como centro de poder unificador.
A comienzos de la pr¨®xima semana, el Parlamento vasco tendr¨¢ que enfrentarse con el conflicto. La eventual divisi¨®n de los parlamentarios del PNV en el seno de.la C¨¢mara vasca podr¨ªa situar al lendakari ante el dilema de tener que optar entre el incumplimiento de sus compromisos program¨¢ticos y la dimisi¨®n de su cargo. Se plantea as¨ª, de nuevo, la cuesti¨®n de la incidencia sobre: la estabilidad de las instituciones democr¨¢ticas de las querellas intrapartidistas. Si bien la Constituci¨®n de 1978 reconoce el insustituible papel de los partidos en la vida pol¨ªtica, ser¨ªa absurdo ignorar que la confianza oteirgada por los ciudadanos a las siglas que concurren a las elecciones tampoco es ajena a la adhesi¨®n o al rechazo que producen los nombres de los candidatos que encabezan sus listas.
Si se tiene en cuenta la batalla que precedi¨® en el seno del PNV a la nominaci¨®n de Garaikoetxea como candidato a lendakari, las estrategias orientadas a forzar ahora su dimisi¨®n encierran el peligro de convertirse en un fraude electoral retrospectivo. Por eso, las declaracionw, del socialista Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas, que se alboroza ante la eventual sustituci¨®n del actual presidente vasco, son m¨¢s que otra cosa algo desestabilizador y recuerdan ominosamente a la etapa anterior al golpe de Estado del 23-F, en que la estrategia del PSOE se centr¨® obsesivamente en el acoso y derribo de Adolfo Su¨¢rez. Los esfaerzos de los socialistas vascos para derribar a todo tra nce a Garaikoetxea y favorecer el ascenso al poder de los sectores m¨¢s conservadores y sentimentalmente independentistas del nacionalismo vasco pueden acabar en una tragedia. Cualquier intervenci¨®n del PSOE en la crisis interna del PNV que no tienda a reforzar las instituciones surgidas de las elecciones auton¨®micas y a hacer prevalecer la voz del Parlamento sobre las reivindicaciones provincialistas y las estratagemas del aparato partidista quedar¨¢ como ejemplo de oportunismo e irre-sponsabilidad pol¨ªtica.
Desde su fundaci¨®n, el liderazgo del PNV ha revestido aspectos en buena medida carism¨¢ticos. Sabino Arana. Luis Arana, Jos¨¦ Antonio de Aguirre y Juan Ajuriaguerra fueron, sucesivamente, los depositarios de esa impronta singular. A partir de 1978, Arzallus y Garaikoetxea compartieron los restos de aquel carisma. La retirada voluntaria de Arzallus, una cabeza pol¨ªtica de mayor peso e importancia que el que sus agresivas decla.raciones puedan haber hecho a veces suponer, acab¨® con el equilibrio de aquella direcci¨®n bic¨¦fala y amenaza con desatar ahora una crisis de acefalia. Ninguno de los aciluales miembros del Consejo Nacional del PNV, que pre-side Rom¨¢n Sodupe, parece destinado a disfrutar de un reconocimiento comparable al que han tenido y todav¨ªa conservan Arzallus y Garaikoetxea. Esa devaluac1n del liderazgo ha propiciado una carrera de legitimaci¨®n abertzale que ha tendido a reafirniarse en los extremos.
La sim¨¦trica debilidad del lendakari, resultado de la ruptura del anterior equilibrio, ha arrastrado a Garaikotxea, a su vez, a participar en esa carrera en la que nadie est¨¢ decidido a ser menos nacionalista que el otro, cuando resulta que los libros ense?an el nacionalismo coi-no un invento del siglo pasado. Las declaraciones de tono casi ag¨®nico del lendakari a la Prensa francesa sobre- "el peligro de desaparici¨®n del pueblo vasco" o la toina de posici¨®n de su Gobierno respecto a las extradiciones se explican en ese contexto. Por lo dem¨¢s, el debilitamiento de la influencia de ETA tambi¨¦n podr¨ªa inci dir sobre la crisis interna del PNV si las soluciones dadas por el Gobierno socialista al problema de la violencia excluyen la participaci¨®n del nacionalismo moderado.
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