Ivo Pogorelich abre el curso de la Sociedad Filarm¨®nica de Valencia
Cuando el aforismo de Pascal L'homme d¨¦passe infiniment l'hornme se hace evidencia, uno se siente reconfortado frente a las incontables humanidades que tropezamos a cada paso: el piano de Ivo Pogorelich corresponde literalmente al mito que lo envuelve y el veredicto de Marta Argherich en Varsovia, hace s¨®lo cuatro a?os, se impone comojusto. Un genio: un genio que elige para la m¨²sica entre el aplomo seguro de la arquitectura y la locura incierta de la poes¨ªa, lo segundo, que no se sustenta sobre el papel pautado, sino en el aire, que es el reino de la poes¨ªa, el aire que los griegos nos ense?aron a confundir con el esp¨ªritu, pues a ambos designaban con una misma palabra: pneuma.Con un programa que es una historia de la m¨²sica, a trav¨¦s del teclado condensada, Ivo Pogorelich mantuvo dos horas de maravillosas sorpresas -hacer audible lo inaudito-, contra el viento y la marea de un auditorio, en parte, de una incivilidad galopante, burlando a los fil¨®logos de lo barroco, lo cl¨¢sico, lo rom¨¢ntico y lo moderno, desde la ortodoxia de un Chopin admirablemente can¨®nico hasta la heterodoxia de un Haydn admirablemente so?ado por la orquesta.
Programa: J
S. Bach: Suite en la menor, BWV 807. J. Haydn: Sonata n¨²m. 31 en la bemol mayor. L. van Beethoven: Sonata n¨²m. 32 en do menor, Opus 111. F. Chopin: Sonata n¨²m. 3 en si menor, opus 58. S. Prokofiev: Sonata n¨²m. 3 en la menor, opus 28.Int¨¦rprete: Ivo Pogorelich, piano. Teatro Principal de Valencia, 14 de octubre de 1984.
Beethoven, centro del programa
Beethoven, en el centro del programa/historia y en el ¨¢pice desus sonatas, rememoraba, con su disoluci¨®n de la arquitectura de la sonata en la poes¨ªa de la m¨²sica, las palabras inflamadas de un personaje tartamudo del Doktor Faustus, de Thomas Mann, que trata de responder por menudo a la cuesti¨®n de "por qu¨¦ no puso Beethoven un tercer movimiento a su sonata opus III", y llega a la conclusi¨®n de que el infinito carece de consecuencias porque ¨¦l es pura consecuencia. Pero Beethoven hab¨ªa sido precedido por un Haydn so?ado: sobre el papel se hace dif¨ªcil mantener todo un primer movimiento de sonata de puntillas, con s¨®lo zarpazos dispersos en alguna tecla grave y, sin embargo, en el aire es f¨¢cil lo que sobre el papel parece imposible. Asimismo, los fil¨®logos se pueden rasgar las vestiduras cuando Bach deja de ser el primer m¨®vil y se vierte en un di¨¢logo de duendes; pero, ?qui¨¦n ha dicho que una danza de una suite de Bach sea un paso para bailar?Es curioso que el llamado en un principio piano-forte es conocido desde muy temprano, y hasta nuestros d¨ªas, sencillamente como piano. Pudo llamarseforte a secas, pero no es as¨ª. Por qu¨¦ no es as¨ª, con su fabulosa dilataci¨®n de la frontera de lo imperceptible, inucho m¨¢s all¨¢ de las timideces del clavec¨ªn antiguo, tan d¨¦bil por otra parte, Pogorelich nos lo declara absolutamente: la suavidad del m¨¢s fuerte es la m¨¢s suave de la suavidades.
Babelia
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