Un nuevo esp¨ªritu y un gran optimismo se han apoderado de EE UU durante el mandato del presidente republicano
Estados Unidos vive hoy inmerso en un optimismo desbordante. Los sentimientos del norteamericano medio se encuentran en las ant¨ªpodas de donde estaban ahora hace cuatro a?os, cuando se dispon¨ªa a acudir a las urnas para elegir entre la continuidad de una Administraci¨®n dem¨®crata impotente y humillada en Ir¨¢n y el cambio propuesto por un candidato republicano que ofrec¨ªa la vuelta a los tiempos en que el pa¨ªs era respetado y temido en el mundo. El veredicto del electorado fue aplastante. Ronald Reagan barri¨® del mapa norteamericano a James Carter. Hoy, el presidente, que si no ha cumplido todas sus promesas de entonces s¨ª lo ha hecho con las que m¨¢s llegan al elector, vuelve a comparecer ante las urnas. Nuestro corresponsal en Washington analiza lo que han sido estos cuatro a?os con Reagan en la Casa Blanca.
Un sentimiento de malestar e impotencia agarrotaba a Estados Unidos hace cuatro a?os. El pa¨ªs viv¨ªa las ¨²ltimas semanas de la presidencia de Jimmy Carter y cada tarde contemplaba estupefacto, en los telediarios, el drama de los 52 rehenes norteamericanos secuestrados en la embajada de Teher¨¢n por Jomeini. Walter Cronkite, el presentador m¨¢s famoso de la televisi¨®n de aquella ¨¦poca, hoy retirado, recitaba l¨²gubremente, en el servicio de noticias de la CBS, el n¨²mero de d¨ªas que los norteamericanos, llevaban secuestrados.Hoy, una nueva ola de optimismo, patriotismo y prosperidad econ¨®mica recorre el pa¨ªs de costa a costa. El precio de la gasolina y el de los alimentos han bajado, y Ronald Reagan, con 73 a?os, el presidente m¨¢s viejo de la historia de la naci¨®n, se enfrenta a la reelecci¨®n, el 6 de noviembre, con todos los triunfos que le da una econom¨ªa en alza. Al mismo tiempo ning¨²n soldado norteamericano est¨¢ luchando en parte alguna del mundo.
Walter Mondale y el Partido Dem¨®crata, en una de las batallas electorales m¨¢s cuesta arriba de los ¨²ltimos 25 a?os, tratan de contrarrestar esta avalancha de confianza y advierten que la recuperaci¨®n econ¨®mica es falsa e hipotecar¨¢ el destino de la pr¨®xima generaci¨®n. Pero, seg¨²n todos los sondeos, la extensa clase media norteamericana se encuentra satisfecha con Ronald Reagan y muy posiblemente le renovar¨¢ su mandato para otros cuatro a?os en la Casa Blanca, que pueden significar el remate de una revoluci¨®n conservadora, que pasar¨ªa a la historia de Estados Unidos como uno de los cambios m¨¢s profundos desde el New Deal de Franklin D. Roosevelt.
Am¨¦rica is back (Am¨¦rica vuelve a existir). El sue?o americano no tiene fronteras. Este y otros esl¨®ganes, usados frecuentemente por el presidente, reflejan, a pesar de su carga de triunfalismo, a menudo insolente, el momento psicol¨®gico que vive el pa¨ªs. Reagan ha afirmado que "me gustar¨ªa pasar a la historia como el presidente que hizo que los norteamericanos vuelvan a creer en ellos mismos", y, parece estar a punto de conseguirlo. La elecci¨®n del 6 de noviembre pr¨®ximo tiende a convertirse en un refer¨¦ndum sobre el mood (el humor, el esp¨ªritu) del pa¨ªs, m¨¢s que en un examen riguroso de los programas en liza.
Los n¨²meros no cuadran
No importa que a Reagan no le cuadren los n¨²meros. Un presidente que prometi¨® un presupuesto equilibrado cuando lleg¨® a la Casa Blanca, en enero de 1981, acaba ahora su mandato con un d¨¦ficit de m¨¢s de 170.000 millones de d¨®lares (casi 30 billones de pesetas); pero todos los intentos de Walter Mondale por hacer ver a los votantes que Estados Unidos est¨¢ a punto de sufrir un "Dunquerque econ¨®mico de incalculables consecuencias" no son escuchados por la poblaci¨®n, para quien las grandes magnitudes, por su car¨¢cter astron¨®mico, son incomprensibles.
Los datos que afectan directamente al bolsillo de cada americano son positivos: el poder adquisitivo ha aumentado un 10% durante el mandato de Reagan; la inflaci¨®n ha descendido a un 4% desde ¨ªndices de dos cifras en los tiempos de Carter; los tipos de- inter¨¦s aunque todav¨ªa altos, son la mitad de lo que eran en 1980; los impuestos han sido recortados 3, el paro ha disminuido hasta el punto de que Reagan puede afirmar que s¨®lo en unos meses "hemos creado m¨¢s empleo que Europa en los ¨²ltimos diez a?os".
Estas verdades estad¨ªsticas esconden realidades que los republicanos tratan de ocultar. La prosperidad originada por la reagannomics, intraducible nombre dado a la doctrina econ¨®mica de Reagan, basada en la reducci¨®n de impuestos y gastos sociales como motorde crecimiento, no alcanza a toda la poblaci¨®n. El 20%, de los americanos situados en los niveles m¨¢s bajos de renta est¨¢n peor que en 1980, pero los estrategas de la Casa Blanca saben que s¨®lo un 12% de ellos ejercer¨¢n el primer martes de noviembre su derecho al voto. Los ricos son m¨¢s ricos y hay en Estados Unidos m¨¢s gente que nunca bajo el nivel oficial de la pobreza.
Para los republicanos, se trata simplemente de reducir el papel del Estado, lo que ha demostrado ser bastante popular. La gente de Reagan puede decir que esto ha servido para aumentar el empleo, al obligar a muchas personas, que ya no cobran subsidios y no pueden vivir de la caridad p¨²blica, a buscar un trabajo al precio que sea. Ay¨²date a ti mismo, que luego el crecimiento econ¨®mico general te sacar¨¢ del pozo. Esta es la filosof¨ªa de Reagan, que representa un profundo cambio ideol¨®gico en este pa¨ªs, donde, desde Roosevelt, ha crecido y se ha practicado con generosidad la filosof¨ªa del wellfare state (el Estado del bienestar).
Reagan lleg¨® al poder tras un per¨ªodo hist¨®rico de 15 a?os plagado de humillaciones y frustraciones para Am¨¦rica: Vietnam, el Watergate, el embargo ¨¢rabe del petr¨®leo, los rehenes en Ir¨¢n. La naci¨®n necesita borrar de su memoria estos fracasos y volver a creer en s¨ª misma.
El actual presidente ha logrado, por encima de todo, renovar la confianza de los norteamericanos y hacerles ver que, a partir de ahora, vuelven a ser los primeros (los Juegos de la Olimpiada de Los Angeles supusieron la gran confirmaci¨®n de este nuevo papel de ganadores). Cuando se llega a Europa, este optimismo contrasta con el pesimismo en que vive inmerso el Viejo Continente, definido aqu¨ª como euroesclerosis, esa mezcla, al parecer indisoluble, de estancamiento, inflaci¨®n, atraso tecnol¨®gico y desempleo.
La autosatisfacci¨®n se ha instalado en la sociedad estadounidense. El individualismo vuelve a ser santificado como ¨²nico motor de progreso; no hay sitio, si es que alguna vez lo hubo, para los perdedores en esta sociedad. El Estado ya no les cubre con su manto protector.
Estados Unidos vuelve a ser poderoso, aunque para ello haya tenido que gastar 237.500 millones de d¨®lares de d¨®lares en armamento en 1984 (que representan un 28% del presupuesto federal y unos 41 billones de pesetas), la cifra m¨¢s alta en tiempos de paz. La Casa Blanca se ufana de que, durante la presidencia de Reagan, los comunistas no han ganado un solo cent¨ªmetro de territorio en el mundo.
No s¨®lo eso, sino que se han llevado algunas lecciones, como fue la reconquista de la min¨²scula isla caribe?a de Granada, cuyo primer aniversario ha servido para exaltar de nuevo el patriotismo, y la advertencia al l¨ªder libio Muamar el Gadafi con el derribo por cazabombarderos norteamericanos de dos de sus aviones en el golfo de Sidra.
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