A toque de corneta
El alcalde de 'Valencita', socialista y ex guardia civil, acusado de imponer el terror en su peque?o pueblo
En Valencia del Mombuey, Valencita, un pueblo de 1.000 habitantes hundido entre Badajoz, Huelva y Portugal, el alcalde impone terror entre los suyos. Diego Escobar, el Pinochet extreme?o, est¨¢ acusado incluso de torturas. "Aqu¨ª, amigo, hablar puede resultar peligroso. Dices algo que no le guste al Pinochet, ¨¦ste se entera, porque se entera de todo, y te quedas sin subsidio. Nadie se arriesga a perder las cuatro pesetas que entran en su casa", comenta Rafael, uno de los pocos vecinos que no habla bajo el anonimato.
El Pinochet extreme?o es, seg¨²n la oposici¨®n conservadora y una denominada Coordinadora por la Paz y las Libertades de Valencia de Mombuey, Diego Escobar, el alcalde de este pueblecito de apenas 1.000 habitantes, que ha visto su nombre reflejado en los medios informativos provinciales y nacionales por manifestaciones de protesta y a favor de su gesti¨®n, acusaciones de torturas, querellas criminales por injurias, etc¨¦tera.Hu¨¦rfano de carabinero, Diego Escobar abandon¨® el colegio de Valdemoro "con derecho a galones". Corr¨ªan los a?os cuarenta cuando iniciaba un largo peregrinaje por distintos puestos de la Guardia Civil de Badajoz, hasta recalar en la capital pacense, donde, en agosto de 1979, se retira con la graduaci¨®n de capit¨¢n para, un mes despu¨¦s, ingresar en el PSOE.
Hasta mayo de 1983, en Valencia del Mombuey, "de toda la vida hab¨ªa mandado la derecha". El capit¨¢n retirado se plantea "hacer algo por mi pueblo, que tantos a?os llevaba castigado", y organiza el PSOE local, elevando el n¨²mero de militantes de cuatro a 35. Gana las elecciones: "Conmigo lleg¨® la democracia", se?ala en tono satisfecho, "porque hasta en las comisiones participan los vecinos. No tengo sueldo, y las 9.000 pesetas de gastos de representaci¨®n las reparto mensualmente entre los necesitados".
Esta actitud no la comparte Francisco D¨ªaz Salgueiro, portavoz de Alianza Popular, para quien "con Escobar lleg¨® la dictadura. S¨®lo se discuten gilipolleces en el Ayuntamiento, se niega a darnos las actas de los plenos, crea impuestos que despu¨¦s interpreta a su manera, como ese del carruaje en puertas falsas pisando aceras, y despu¨¦s te lo cobra pises o no la acera. Lo de Pinochet que conste que no se lo puso Alianza Popular, ha sido el propio pueblo quien decidi¨® llamarlo as¨ª. Usted pregunte...".
Pero la gente no est¨¢ por la labor. "Es que no se anda con chiquitas", dice don Rafael. "Pues no tiene jodido al guarda rural poni¨¦ndole servicios que le obligan a ir como un zascandil durante 17 kil¨®metros o m¨¢s cada d¨ªa". El guarda rural es hijo del anterior alcalde y parece, en opini¨®n del grupo, que no tiene la misma suerte que el barrendero: "?ste cobra un sueldo del Ayuntamiento y despu¨¦s lo tiene apuntado al paro".
Diego Escobar, el alcalde, dice: "Aqu¨ª lo que pasa es que siempre han mangoneado unos cuantos. En la campa?a electoral se me pidi¨® que acabara con el desorden". Y advierte: "?Ve usted aquel del traje negro?, es Pepe, el secretario retirado, con 120.000 pesetas mensuales. Cuando llegu¨¦ aqu¨ª me entero que es corresponsal de un banco por el que circulan todas las cuentas del Ayuntamiento, lo que le proporciona otros beneficios. Entonces pas¨¦ la cuenta a una caja extreme?a, que tiene como agente a una maestra en paro".
La noche ya ha ca¨ªdo en Valencia de Mombuey; una segunda visita al casino, repleto de p¨²blico, resulta igualmente infructuosa. Nadie responde a las preguntas, nadie quiere dar su opini¨®n sobre el alcalde, ni siquiera se molestan en levantar la vista de las cartas. Las mujeres que aisladamente circulan por la calle principal tampoco est¨¢n dispuestas a hablar. Un grupo de tres j¨®venes, por fin, accede: "?El alcalde? S¨ª, lo est¨¢ haciendo muy bien. Es un hombre serio".
Acusaciones de tortura
En una esquina de la plaza, junto a la iglesia, se ha preparado una reuni¨®n de confidentes. Est¨¢n algunos de los que antes no quisieron hablar. Preguntados por las torturas que se dice aplic¨® el alcalde en sus tiempos de guardia civil acuden a la ya conocida acusaci¨®n del senador Baselga, de que tortur¨® a un trabajador por robar le?a, y se hacen eco de otros sucesos.Diego Escobar paseando por la calle pese a lo intempestivo de la hora y de la lluvia, asume con tranquilidad estas acusaciones: "Es metira. ?Por qu¨¦ no dan nombres concretos, fechas, lugares", y con gesto en¨¦rgico se?ala: "?Cu¨¢ndo la Guardia Civil ha torturado por coger a un trabajador cogiendo le?a".
El ambiente comenz¨® a crisparse en Valencita durante las pasadas fiestas patronales: "Un grupo de j¨®venes quer¨ªan liarla. Met¨ªan vasos en la verbena, los romp¨ªan, molestaban a la gente, se pegaban... Un ni?o se hiri¨® con los vidrios y una mujer recibi¨® un corte mientras tres j¨®venes se golpeaban".
Obsesionado con la disciplina
Los j¨®venes de la denominada Coordinadora por la Paz y las Libertades de Valencia de Mombuey intepretan los hechos de otra manera: "Est¨¢ obsesionado por la disciplina militar. Se invent¨® un nuevo adorno para la verbena. Junto a las luces y las guirnaldas coloc¨® por todos lados carteles prohibiendo la entrada de vasos".Pasan las fiestas y esta coordinadora prepara una manifestaci¨®n contra el alcade: "Pero no acudieron m¨¢s de 57 personas", y all¨ª aparece la pancarta "Contra un fascista que se cambi¨® a socialista". Se?ala Diego, Escobar que "Esto no puede consentirlo, porque no s¨®lo se me injuria a m¨ª sino tambi¨¦n a la propia Guardia Civil", y pronuncia aquella frase que tanto enfad¨® a los convocantes de la manifestaci¨®n: "All¨ª se reunieron, quiz¨¢ por primera vez en Espa?a, gente de AP, un concejal comunista y un maleante".
"Nosotros no somos maleantes", dice Jos¨¦ Rodr¨ªguez, que anda metido en querella contra el alcade por calumnias e injurias. Lo ¨²nico que pretend¨ªamos era quitarle el miedo a la gente. Es un dictador, tiene amedrentado al pueblo. Hace y deshace a su antojo. Parece que estamos en la posguerra".
Pero el alcalde mantiene que "entre los organizadores hay gente con antecedentes delictivos. Y no lo dije por injuriar, sino para que se supiera qui¨¦n organizaba la manifestaci¨®n. Esteban Linares, otro de los firmantes, est¨¢ condenado por el Juzgado de Olivenza por causar lesiones a una persona. Pregunten en Villanueva del Fresco y le dir¨¢n la que organiz¨® en una romer¨ªa. Lo metieron en el calabzo municipal y hasta destroz¨® la puerta". "Qu¨¦ puerta no ser¨ªa", se defiende Jos¨¦ Rodr¨ªguez. "Si por armar una gresca en una verbena se tuvieran antecedentes, todos en este pa¨ªs estar¨ªamos fichados".
De la barber¨ªa de Jos¨¦ Rodr¨ªguez al bar Plin, propiedad de Esteban Linares, apenas hay 50 metros. La puerta est¨¢ cerrada: "Es otra cacicada. Lo ha clausurado", a lo que el alcalde responde que "eso es falso. Ten¨ªa advertencia de cierre por incumplimiento de horario en abril y julio; lo que pasa es que la orden gubernativa de cierre lleg¨® despu¨¦s de la manifestaci¨®n, y piensan que ha sido cosa m¨ªa".
Una ¨²ltima opini¨®n cuando ya abandon¨¢bamos el pueblo, la del propio hermano de Estaban Linares, otro Rafael, pero ¨¦ste s¨ª dice que es "un buen alcalde, serio y honrado". C¨¢ndido, Andr¨¦s, Daniel, Emilio y Gregorio, todos ellos j¨®venes, asienten en el mismo concepto. Pero son los ¨²nicos que han hablado despu¨¦s de preguntar a m¨¢s de 40 personas.
Con su pobreza, con ese bosque da jara que rodea su t¨¦rmino municipal en m¨¢s de un 70%, con unas ovejas perdidas en el firme de la carretera, Valencia del Mombuey, Valencita, qued¨® atr¨¢s en medio del silencio, algo habitual en el pueblo. Ahora vendr¨¢, en Badajoz, la vista de dos querellas criminales: una, la del alcalde contra los organizadores de la manifestaci¨®n por haberle llamado fascista, y otra, la de los j¨®venes de los que Diego Escobar dijo que eran maleantes. El PSOE defiende al alcalde, y Alianza Popular pagar¨¢ los costes que origine la querella de los j¨®venes.
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