Jos¨¦ Antonio Coderch, contra los gregarios
ORIOL BOHIGASEl pasado lunes falleci¨® en Barcelona el arquitecto Jos¨¦ Antonio Coderch. En este art¨ªculo, el arquitecto Oriol Bohigas reivindica su nombre y su obra. Un expediente por defectos graves en un bloque de viviendas, cuyo proyecto firmaba el desaparecido arquitecto y su hijo, ha provocado una actualidad en tomo a Coderch que, seg¨²n Bohigas, olvida el m¨¦rito de su trayectoria.
Algunos de los desequilibrios de nuestra vida art¨ªstica e intelectual se pueden medir por la inoportunidad y a menudo la frivolidad con que salen a relucir en los medios de informaci¨®n los nombres m¨¢s meritorios de la cultura. La llamada oportunidad period¨ªstica -y la agresividad gratuita que la suele acompa?ar casi siempre- hace que, en el mejor de los casos, se hable de los artistas y los intelectuales s¨®lo aprovechando la circunstancia de un hecho p¨²blico que les afecta de soslayo, como si los valores m¨¢s permanentes no fueran noticiables. Si adem¨¢s el hecho p¨²blico tiene visos de esc¨¢ndalo o tiene subrayados negativos, la ocasi¨®n parece todav¨ªa m¨¢s oportuna.El nombre de Jos¨¦ Antonio Coderch ha salido hace unos meses en los peri¨®dicos mezclado equ¨ªvoca e injustamente con unas noticias desagradables, referidas a los problemas de unas construcciones deficientes, cuando hac¨ªa a?os que nadie hab¨ªa hablado seriamente de la extraordinaria calidad de uno de los arquitectos espa?oles de m¨¢s val¨ªa.
Esto es realmente grave, sobre todo porque el papel de Coderch en nuestra cultura sobrepasa incluso a la simple consicieraci¨®n de sus obras, al demostrar la eficacia de una manera muy personal de situarse en el complicado fen¨®meno del movimiento moderno, Coderch fue un primer protagonista del reencuentro con la modernidad en la Espa?a de los ¨²ltimos a?os cuarenta. Pero al mismo tiempo fue el m¨¢s apasionado contradictor de la aceptaci¨®n indiscriminada de las vanguardias como recetas ideol¨®gicas e incluso como cuadro cultural o como referencia informativa. Hubo en ¨¦l siempre una voluntad de "no querer estar al d¨ªa", de no aceptar gregariamente la informaci¨®n de las innovaciones formuladas en los campos te¨®ricos. Ha sido, en este, sentido, un arquitecto voluntariamente inculto, porque para ¨¦l la comprensi¨®n de la cultura no estaba en la aceptaci¨®n de las propuestas program¨¢ticas, sino en la reflexi¨®n sobre el devenir de la realidad, en una capacidad para encontrar en la observaci¨®n de lo cotidiano el sitio apropiado para desarrollar su aristocr¨¢tica intuici¨®n art¨ªstica.
Casas contempor¨¢neas
No es extra?o, pues, que sus primeras casas, todav¨ªa contempor¨¢neas de los excesos fascistas de su misma generaci¨®n, nacieran de una manera de entender la arquitectura popular. La casa Garriga-Nogu¨¦s, de Sitges (1947), es consecuencia de esta observaci¨®n, pero se sit¨²a ya claramente contra la versi¨®n decorativa de lo popular, que era la f¨®rmula habitual para las frivolidades de la burgues¨ªa franquista, para iniciar una modernidad esencial que no quer¨ªa caer en los formularios del racionalismo. El paso m¨¢s importante lo realiza en la casa de la Barceloneta (1951) y la casa Ugalde, en Caldetas (1951). En ellas, Coderch parece descubrir por su cuenta que la articulaci¨®n y el modelado del espacio interior es un factor b¨¢sico en el empe?o figurativo de la arquitectura. Mientras los arquitectos cultos y bien informados del pa¨ªs luchaban para adaptar a nuestras realidades sociales, a nuestra cultura y a nuestra tecnolog¨ªa el furor organicista que asol¨® la Europa de los cincuenta, el inculto y desinformado Coderch sigui¨® su personal l¨ªnea de investigaci¨®n, y casi sin esfuerzo logr¨® los dos actos revolucionarios m¨¢s sobresalientes en la nueva significaci¨®n del espacio interior, en la consideraci¨®n de los valores regionales y en la adaptaci¨®n realista de materiales y tecnolog¨ªas, los tres esl¨®ganes m¨¢s sustanciales de la arquitectura europea de aquellos a?os.
En 1961 escribe uno de sus escasos textos doctrinarios, que tuvo un impacto considerable en muchas revistas europeas. Un solo p¨¢rrafo del art¨ªculo describe muy bien su actitud: "No; no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines. Tampoco creo que necesitemos pont¨ªfices de la arquitectura ni grandes doctrinarios. Algo de tradici¨®n viva est¨¢ todav¨ªa a nuestro alcance y muchas viejas doctrinas morales en relaci¨®n con nuestro oficio de arquitecto y con nosotros mismos". Necesitamos, insiste, arquitectos "que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen ra¨ªces".
La ¨²nica vez que Coderch se asoma de revuelo al aparato de la cultura internacional es en la fundaci¨®n del Team X, precisamente el primer punto y aparte en la continuidad acr¨ªtica del movimiento moderno. El laberinto y la kasbah son unas propuestas de organizaci¨®n espacial que lo emparentan, sobre todo, con Aldo van Eyck y con Giancarlo de Carlo, pero que, sobre todo, se adecuan a su personal itinerario, que contin¨²a en la observaci¨®n de las formas esenciales de lo vernacular.
Su testamento
Supo mantener la misma actitud cuando su obra sufri¨® un gran cambio tem¨¢tico: la vivienda colectiva. La casa Girasol, de Madrid (1966), y Les Cotxeres, de Barcelona (1968), representan dos innovaciones tipol¨®gicas muy dif¨ªciles de clasificar dentro de las corrientes reconocidas de aquel momento. En ambas se describe la lucha por lograr una mayor profundidad del bloque edificado, tanto por razones de oficio -reducci¨®n de costes y mejor aprovechamiento del suelo- como por las que provienen de la tradici¨®n de una arquitectura con espesor no s¨®lo en su masa volum¨¦trica, sino en los mismos elementos murarios que la componen.
En Les Cotxeres -una organizaci¨®n urbana ensayada ya en las casas de la calle de Raset, de Barcelona (1967), y luego consolidada en los proyectos de Vitoria y San Sebasti¨¢n- aparece la extra?a superposici¨®n -y la anulaci¨®n respectiva- de dos estereotipos del movimiento moderno: la torre y el bloque. Con ello, Coderch inicia por su cuenta la nueva valoraci¨®n del espacio urbano tradicional sin abandonar las conquistas en la confortabilidad de la vivienda moderna. Es en cierta manera una anticipaci¨®n a los ideales de la reconstrucci¨®n de la ciudad europea, pero con dos cualidades positivas muy propias: no retrotrae los modelos estil¨ªsticos caducados y afirma la continuidad de una l¨ªnea de investigaci¨®n que mantiene la fe en la invenci¨®n individual y en el progreso de la modernidad.
Otra etapa trascendental es la de los edificios para actividades terciarias. El Instituto Franc¨¦s y las torres Trade, ambos en Barcelona, ensayan dos maneras nuevas de tratar lo que podr¨ªamos seguir llamando el muro cortina, despu¨¦s de haberse malversado su eficacia comercial y tecnol¨®gica.
Pero la ¨²ltima obra de Coderch, como corresponde a los grandes creadores, es la que marca el punto definitivo en la coherencia de su l¨ªnea de investigaci¨®n: la ampliaci¨®n de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, recientemente inaugurada provisionalmente. Parece como si en ella se concentrase toda su larga experiencia. No hay muchos edificios en el mundo que con un solo gesto expliquen mejor c¨®mo alcanzar una modernidad sin ning¨²n empacho cultural, sin los aditamentos justificativos de los progresismos program¨¢ticos, sin el manifiesto superficialmente formal de la modernidad, sin el alibi de la posmodernidad, sin los recursos del sociologismo y la tecnolog¨ªa. Es decir, una arquitectura no adjetivada.
A veces ese relativo y sofisticado aislamiento cultural y esas ausencias informativas de Coderch han tenido una vertiente negativa por el tono pol¨¦mico que ¨¦l mismo ha querido darles. Pero ahora, al resuirtir su larga actividad profesional, hemos de reconocer que en nuestro ¨¢mbito cultural ha sido una aportaci¨®n muy positiva. Tan positiva que es inimitable e irrepetible. Es una opci¨®n peligrosa para el t¨¦rmino medio de los profesionales, a los cuales conviene inducir hacia la cultura y, en muchos casos, hacia la sumisi¨®n y el mimetismo. S¨®lo a los genios les es permitido moverse en las esferas del personalismo. "No son genios lo que necesitamos", dijo, pero a su genialidad tenemos que remitirnos para entender la densidad de su influencia en el discurrir de la arquitectura moderna.
es arquitecto.
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