La nueva racionalidad
La 16? reuni¨®n trianual de la UICN en Madrid nos brinda una excelente ocasi¨®n a los espa?oles, como anfitriones de este importante foro, para meditar sobre los problemas. ambientales del mundo.Que entre nosotros y por doquier existe preocupaci¨®n por los problemas que van a debatirse en las sesiones del UICN en la capital de Espa?a es algo que no necesita demostraci¨®n. Y ello se aprecia claramente en una triple gradaci¨®n: de sensibilidad, de conciencia y de acci¨®n.
Para empezar, la sensibilidad medioambiental est¨¢ creciendo gracias al n¨²mero cada vez m¨¢s amplio de grupos ecologistas, y de ello hemos de felicitarnos todos. En una segunda fase, la conciencia ecol¨®gica (sensibilidad m¨¢s conocimientos) va ganando espacios de expresi¨®n en todos los medios de comunicaci¨®n, tanto de prensa como audiovisuales. Y a la vista est¨¢ que la tercera fase, la acci¨®n pol¨ªtica ecologizada, ha adquirido carta de naturaleza en una serie de pa¨ªses -desgraciadamente todav¨ªa los menos.
Todo ese proceso creemos que necesita de una base nueva de pensamiento global, de una estructura filos¨®fica y l¨®gica verdaderamente s¨®lida y que al tiempo sea lo m¨¢s f¨¢cilmente comprensible. Y para lograrlo hemos de esforzarnos en la b¨²squeda de una nueva racionalidad que permita mantener los grandes ecosistemas que en la Tierra heredamos del pasado y que hemos de legar a las generaciones venideras, sobre la base de una ¨¦tica ecol¨®gica de solidaridad diacr¨®nica que tenga en el tiempo su nueva dimensi¨®n.
En esa b¨²squeda es de indudable inter¨¦s e, libro de E. H. Lovelock titulado Gaia, una nueva visi¨®n del mundo. En ¨¦l se recupera para nuestro planeta su viejo nombre griego de Gaia, emparentado con el m¨¢s conocido de Gea, y que plantea como hip¨®tesis de trabajo la idea de que la Tierra constituye una unidad de comportamiento que por su coherencia y capacidad de respuesta tendr¨ªa algo parecido a una inteligencia superior. De hecho, lo que Lovelock viene a decir y a argumentar es que lo com¨²nmente denominado hasta ahora Naturaleza constituye una estructura de actividad plenamente racional.
Es cierto que lo expuesto por Lovelock no cabe tomarlo ni como art¨ªculo de fe ni siquiera cient¨ªficamente como hip¨®tesis contrastada. Sin embargo, existen indicios racionales de verosimilitud sobre lo que se plantea. Y para ello pode mos referirnos a las propagaciones realizadas por ordenador hechas por los Meadows en su informe al Club de Roma (Los l¨ªmites al crecimiento), publicado en 1972. En este trabajo el modelo de an¨¢lisis de sistemas denominado Tierra-2, puso de relieve la posible interacci¨®n de las variables b¨¢sicas hacia el futuro. ?stas (poblaci¨®n, producciones agr¨ªcolas e industriales, recursos naturales y contaminaci¨®n), en su conjunto, constituyen una trama de desarrollo con una l¨®gica coherente que supone todo un sabio comportamiento de la Naturaleza.
Lo que queda claro en ese y en otros modelos es que de no frenar primero y racionalizar despu¨¦s la humanidad sus afanes crecimentistas, la poblaci¨®n tender¨ªa a reducirse bruscamente, conforme a" un reajuste dram¨¢tico demograf¨ªa /medio, en una reacci¨®n que llevar¨ªa a la necesaria aminoraci¨®n de las contaminaciones ambientales, y forzosamente a las nuevas formas de conducta. Pero ese ajuste natural tendr¨ªa el m¨¢s elevado coste, que podr¨ªa evitarse precisamente introduciendo de forma consciente la nueva racionalidad.
Esa nueva racionalidad es necesaria. Ello se evidencia por los estudios e informes m¨¢s recientes, como el Global 2000, preparado a instancias del presidente Carter y publicado en 1980; o por el balance que hizo el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1982, 10 a?os despu¨¦s de la Conferencia de Estocolmo. Esos y otros trabajos como la propia estrategia de la UICN nos ponen de relieve la gravedad de la situaci¨®n. Pero al propio tiempo en ellos se recalca que en los grandes ecosistemas a¨²n no hay situaciones verdaderamente irreversibles, si bien la Enviromental Policy Agency (EPA) de EE UU subrayaba recientemente que los grandes problemas anunciados no son para dentro de 1.000 a?os, o de 500, o de 100. Pr¨¢cticamente est¨¢n ah¨ª, "a la vuelta de la esquina", en forma de cambios clim¨¢ticos, de desertizaci¨®n cada vez m¨¢s ostensible, de penuria alimentaria potencia?. Como, igualmente, desde la Conferencia de Washington, en octubre de 1983, surge la nueva y escalofriante teor¨ªa acerca del invierno nuclear.
Hay, pues, todo un repertorio de se?ales de alerta que nos indican la necesidad de dar un giro importante para prevenir los grandes males, sin planteamientos apocal¨ªpticos ni milenaristas; simplemente con racionalidad. Y si hubi¨¦ramos de identificar las l¨ªneas maestras de ese giro, podr¨ªamos decir que hemos de plantearlo a tres niveles simult¨¢neamente: el paradigma ecol¨®gico, en b¨²squeda de un nuevo equilibrio; el de la distensi¨®n internacional, con el ¨¢nimo de lograr y asegurar la paz indefinida por medio del desarme; y en el ¨¢rea de las relaciones econ¨®micas, a trav¨¦s de nuevas rela-
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ciones Norte-Sur que sean efectivamente posibles mediante la democratizaci¨®n de la comunidad internacional.
El paradigma ecol¨®gico constituye una respuesta racional frente a los problemas de un planeta cada vez m¨¢s hominizado, y por ello mismo crecientemente conflictivo. En ¨¦l se plantea un dram¨¢tico cambi¨® de las relaciones humanidad-Naturaleza derivado del hecho de que, de ser una especie que hasta el Neol¨ªtico estuvo amenazada por fuerzas tel¨²ricas, ahora es la humanidad la que directamente amenaza a la propia Naturaleza en su conjunto.
Y en esa l¨ªnea de pensamiento ha de variarse seguramente la fundamentaci¨®n misma de las ciencias sociales. De modo que en vez de basarlo todo -a lo Marx, a lo Schumpeter o a lo Robbins- en las relaciones entre agregados o agentes humanos hay que buscar una nueva cimentaci¨®n de las futuras actitudes y formas de comportamiento e n una nueva relaci¨®n humanidad Naturaleza.
La segunda l¨ªnea de pensamiento que queremos plantear se refiere a la necesidad de un nuevo equilibrio internacional, en el prop¨®sito de llegar a la paz duradera por la v¨ªa del desarme. Johan Galtung -en Hay alternativas. Cuatro caminos para la paz- ha destacado c¨®mo hasta fecha hist¨®rica bien reciente las armas ten¨ªan el prop¨®sito de matar, en un homicidio de dimensiones cada vez m¨¢s vastas. Ahora, en un estadio superior de devastaci¨®n, el armamentismo tiene caracter¨ªsticas ecocidas -esto es, de destrucci¨®n de toda la vida-, en una verdadera antievoluci¨®n brutal, frente a la cual la ¨²nica salida es el desarme. Y para Regar a ¨¦ste parece que el ¨²nico m¨¦todo es que m¨¢s y m¨¢s pa¨ªses se desenganchen de la pol¨ªtica de bloques, de modo que al haber cada vez m¨¢s Estados neutrales acaben por prevalecer los modelos de renuncia a la guerra como instrumento de la pol¨ªtica nacional, de respeto a los dem¨¢s, de no exportaci¨®n de armas, de ayuda creciente a los pa¨ªses menos desarrollados, etc¨¦tera.
Al final, de ir por esa senda, las dos superpotencias , ya sin sus respectivas Cajas de resonancia, tendr¨ªan que negociar seriamente un desarme aut¨¦ntico.
De lo que se trata en definitiva es de que en vez de acrecentar las tensiones (de facto, por mucho que te¨®ricamente se diga lo contrario), entre la civilizaci¨®n occidental y los pa¨ªses del Este, o entre los industrializados y los atrasados se busque un equilibrio que sustituya a la despiadada y mortal lucha de intereses. Gradualmente podr¨ªamos ir construyendo una civilizaci¨®n humana que acabara con las divisorias de Yalta y una solidaridad que pusiera t¨¦rmino un d¨ªa al estremecedor dualismo mundial de hoy.
La democratizaci¨®nY entramos as¨ª en la tercera y ¨²ltima l¨ªnea de nuestros tres pensamientos: las nuevas relaciones econ¨®micas Norte-Sur, posibles a trav¨¦s de la democratizaci¨®n de la comunidad internacional, y que al tiempo podr¨ªan contribuir al desarme y a la preeminencia del paradigma ecol¨®gico.
En el sentido apuntado, la cuesti¨®n crucial est¨¢ en lograr un mayor rango para las Naciones Unidas. Es ¨¦sta una organizaci¨®n que, a pesar de sus muchos defectos supone un avance prodigioso en el proceso de integraci¨®n planetaria. Y la mayor relevancia de las Naciones Unidas tropieza en el enorme poder¨ªo antag¨®nico de las dos superpotencias; o, si se quiere, incluso de los cinco grandes, que todav¨ªa tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU: Francia, China, Reino Unido, Estados Unidos y la URSS.
Ese derecho de veto es la muestra de que a¨²n estamos lejos de una democratizaci¨®n de la vida pol¨ªtica mundial. Es el origen de que muchos de los grandes conflictos no encuentren soluci¨®n. Es en buena medida lo que explica que haya habido m¨¢s de 30 guerras locales despu¨¦s de la segunda guerra mundial.
Una aspiraci¨®n l¨®gicaEl derecho de veto permite que los problemas de Afganist¨¢n los acalle la URSS. Que los problemas del Chad los deje de lado Francia. Que EE UU pueda interferir en Oriente Pr¨®ximo y en Centroam¨¦rica. Que el Reino Unido haya tolerado situaciones intolerables durante tanto tiempo en Zimbabue. O que China pudiera adentrarse en Vietnam cuando lo estim¨® conveniente.
La democratizaci¨®n de la vida internacional se configura as¨ª como una aspiraci¨®n l¨®gica, racional. Si alguna vez se quiere acabar con los m¨¢s de 160 ej¨¦rcitos nacionales excedentes en el mundo, antes ser¨¢ preciso terminar con el derecho de veto. Para que haya una instancia suprema de justicia: las Naciones Unidas. Y para que la ¨²nica fuerza permitida de disuasi¨®n sea precisamente la de la propia organizaci¨®n mundial democratizada. S¨®lo as¨ª podr¨¢ ponerse fin a la din¨¢mica de bloques y ser¨¢ factible que los gastos de defensa v¨ªa desarme permitan unas nuevas relaciones Norte-Sur.
La nueva racionalidad exige, pues, de esos tres elementos que como trasfondo van a estar en el debate de la 16? reuni¨®n de la UICN: ecolog¨ªa, paz y democratizaci¨®n internacional.
es catedr¨¢tico de la Estructura Econ¨®mica. Santos Ruesga es profesor de la universidad Aut¨®noma.
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