Claudio Prieto: "Para el m¨²sico es una trampa modificar el pasado"
Pregunta. El Concierto estaba ya en su mente cuando decidi¨® presentarlo al concurso, lo que supon¨ªa agotar los plazos de la realizaci¨®n.Respuesta. En otros casos -como en el de la Sinfon¨ªa que decidi¨® el encargo de la Orquesta Nacional- ha sucedido as¨ª. No en ¨¦ste: los primeros pasos, las primeras ideas del segundo concierto nacen con el Concurso Reina Sof¨ªa. Si la alegr¨ªa de ver terminada bastante a mi gusto la obra fue grande, la obtenci¨®n del premio la multiplic¨®. Por su importancia, por el nombre que lleva, por su proyecci¨®n, el Premio Reina Soria es, como el Manuel de Falla, el que estimo m¨¢s entre cuantos he recibido a lo largo de mi carrera.
P. Si en estos momentos vuelve la vista al pasado, ?c¨®mo lo juzga?
R. Veo con agrado cuanto hice, lo que no quiere decir que no cambiar¨ªa muchas cosas si pudiese. Pero el pasado est¨¢ ah¨ª, es un trozo de nuestra biograf¨ªa y me parece una trampa tratar de modificarlo a posteriori. Ahora bien: pasan los a?os y las experiencias. De modo progresivo las ideas se tornan m¨¢s claras, la realizaci¨®n m¨¢s sencilla. Al principio siempre se peca por exceso: se derrochan materiales y se act¨²a con prisa, como si fu¨¦ramos a morir al d¨ªa siguiente. No renuncio a nada de lo que hice, incluso a las peque?as composiciones anteriores a mi estancia en Italia y mis estudios con Petrassi y Porena. A veces, incluso te llevas la sorpresa de que una obra que consideraste intrascendente -mi Juego de la m¨²sica, por ejemplo, escrita al regreso de Roma- conten¨ªa el embri¨®n de un cambio bastante importante en la evoluci¨®n del propio pensamiento y estilo.
P. En esa ¨¦poca, 1970, ya hab¨ªa estrenado diversas obras en las que se advierte la presi¨®n de la vanguardia de los a?os cincuenta, sus cuasi leyes dictadas desde Darmstadt por sus grandes profetas y semidioses: Stockhausen, Boulez, Ligeti.
R. Todo estaba muy presente en la Roma que viv¨ª durante tres a?os, a partir de 1960. Las clases de la Academia Santa Cecilia, con Petrassi, o las del conservatorio, con Boris Porena, resultaban apasionantes. Maestros y alumnos discut¨ªan con calor, pontificaban si llegaba el caso y excomulgaban al primer reo de delito tonal que encontraban a mano. Desde tal disciplina -que viv¨ª tambi¨¦n en el mismo Darmstadt junto a un grupo de compa?eros espa?oles- rompimos con la anterior, la llamada acad¨¦mica y conservadora. Despu¨¦s nuestro quehacer se inund¨® de esa luz imprescindible para el creador: la libertad. Sin prohibiciones ni beatas adscripciones pod¨ªamos "seguir", como dec¨ªa Falla, "nuestro gusto y nuestras tendencias". En este aspecto, la aparici¨®n en El juego de la m¨²sica, de material popular -tratado de modo distinto al nacionalista- inauguraba una de las que creo caracter¨ªsticas de mi estilo. Otra es la b¨²squeda de la belleza sonora.
P. Ahora est¨¢ metido en una especie de tour de force: la orquestaci¨®n del Fandango del padre Soler.
R. La he terminado hace unos d¨ªas, y me ha dado tanto trabajo o m¨¢s que componer una obra original. Pero la genialidad del Fandango lo merece y quisiera de todo coraz¨®n haber hecho posible su normal circulaci¨®n por el repertorio de las orquestas sinf¨®nicas. En el telar est¨¢n tambi¨¦n dos ciclos de canciones que titulo Espa?ol¨ªa; el primero, coral, y el segundo para voz y piano. Parten de textos y de algunos temas musicales tradicionales: la juglar¨ªa castellana, el Cancionero de Barbieri y otras fuentes. Y en lontananza diviso, con giro que empieza a ser intimidador, un concierto para violonchelo y orquesta y la tercera sinfon¨ªa en la que, como en la primera, los coros se sumar¨¢n a la orquesta.
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